BEIJING, 3 ago (Xinhua) -- Lo que realmente necesita Corea del Sur para garantizar su seguridad nacional es una vecindad amistosa, más que el sistema estadounidense Defensa Terminal de Area a Gran Altitud (THAAD, siglas en inglés), que va en detrimento de los intereses de los países de la zona como China.
La decisión conjunta de Seúl y Washington, tomada a principios de julio, de desplegar el sistema THAAD en la Península Coreana rompe el equilibrio estratégico en el noreste de Asia, amenazando, si no condenando, a la estabilidad y la paz regionales con el posible inicio de una nueva guerra fría.
Con el radar de banda X de este sistema, que puede supervisar un área que se extiende más de1.900 kilómetros desde la península, EEUU puede espiar casi la mitad del territorio de China y la parte meridional del Extremo Oriente de Rusia, lo que pone en peligro la seguridad nacional de estos dos países.
La acción de Seúl representa una desviación de sus éxitos pasados, marcados por un cambio valiente desde el enfrentamiento a la cooperación, a fin de romper la maldición de la Guerra Fría. Esta política se visualizó con la organización de los Juegos Olímpicos de 1988, que significaron un punto de inflexión en la historia e hicieron posible la prosperidad económica del país en un entorno más seguro.
Las buenas relaciones con los vecinos han ayudado a su economía a superar la crisis financiera asiática de 1997 y la tormenta económica global de 2008, y han convertido al país en un gran ganador en el noreste de Asia y en el mundo entero.
La ubicación geográfica ha hecho sus conexiones con China necesarias y convenientes, al tiempo que China se ha convertido en su mayor socio comercial y el mayor destino de sus inversiones.
El comercio anual de este país con China está valorado en 300.000 millones de dólares estadounidenses, lo que supera el volumen combinado de sus intercambios con EEUU, Japón y la Unión Europea. Además, el 60 por ciento de su superávit comercial proviene de China. La economía de Corea del Sur se ha beneficiado mucho de la cooperación con China, así como de los esfuerzos conjuntos para lograr la paz y la estabilidad en la región.
Asimismo, se espera que su pertenencia al Banco Asiático de Inversión en Infraestructura, impulsado por Beijing, y el tratado de comercio libre bilateral le impulsen aún más en el camino hacia el éxito económico.
Sin embargo, su decisión de desplegar el THAAD ignorando la oposición reiterada de Beijing pone en riesgo esas perspectivas. Dado que el sistema THAAD en su suelo encaja en el escudo antimisiles que Washington planea contra China en la región de Asia-Pacífico, el desvío de su productivo compromiso de 30 años con la paz y estabilidad regionales daña la confianza política mutua con China.
Mientras tanto, es probable que el movimiento estimule a Pyongyang para avanzar en su desarrollo nuclear, lo cual generaría un círculo vicioso en la ya volátil Península Coreana.
Al no tener en cuenta los recuerdos de guerras antiguas, las heridas de la Guerra Fría ni las nuevas lecciones de las intervenciones de las fuerzas externas en Asia occidental y el norte de Africa, Seúl puede toparse con un resultado que no puede permitirse, si finalmente se sube al carro del reequilibrio de Asia-Pacífico impulsado por EEUU o, incluso, si se limita a ser la escalera que será pateada después de servir al propósito de hegemonía estadounidense.