Más frustrante resulta aún que este sábado, en el 70º aniversario de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, el premier Abe enviara una ofrenda ritual al santuario de Yasukuni, donde se rinde tributo a 14 criminales de guerra de clase A de la contienda. A esto se suma la visita realizada al polémico templo por dos ministras de su Gabinete y unos 100 legisladores conservadores.
Además de estas desafiantes palabras y acciones de los últimos dos días, el líder nacionalista ha estado preparado desde hace mucho para convertir a Japón en un "país normal" al impulsar un controvertido proyecto de ley de seguridad y modificar la Constitución pacifista del país para permitir a sus Fuerzas de Autodefensa ejercitar los derechos a la autodefensa colectiva prohibidos constitucionalmente.
No obstante, la realidad es que si Japón continúa actuando arbitrariamente sin prestar el más mínimo ápice de consideración hacia sus vecinos asiáticos que sufrieron el incalculable dolor causado por el militarismo japonés, entonces tendrá cada vez menos oportunidades de llegar a ser el "país normal" que Abe ha imaginado desde su primer mandato como primer ministro en 2006.
Como dijera la canciller alemana, Angela Merkel, durante su visita a Japón en marzo pasado, Alemania fue capaz de recuperar su respeto en la comunidad internacional gracias a sus esfuerzos para enfrentar honestamente sus atrocidades en la Segunda Guerra Mundial.
La comunidad internacional aún mira y espera que Japón siga este ejemplo.