TOKIO, 16 jul (Xinhua) -- Interrumpiendo fatídicamente siete décadas de pacifismo en Japón, precisamente el año en que se celebra el 70º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, el primer ministro nipón, Shinzo Abe, cumplió este jueves su sueño de abandonar el orden posbélico y poner a su país de nuevo en "modo combate".
Pese a la oposición de la mayoría de la población, la coalición gobernante liderada por el revisionista histórico Abe aprobó en la todopoderosa cámara baja de la Dieta (Parlamento japonés) una serie de polémicos proyectos de ley, dando así un paso atrás que significa que la sangrienta histórica "espada de los samuráis" podrá ser de nuevo empuñada por las tropas niponas en cualquier esquina del mundo.
Es una tragedia para Japón, pues las primeras víctimas de la espada de Abe son el sistema democrático y el principio del imperio de la ley, que fueron establecidos tras la Segunda Guerra Mundial en el país con un coste de millones de almas inocentes.
También es una tragedia para Asia Oriental, pues los países que la conforman, antaño pisoteados sin piedad por las barbaridades bélicas japonesas, serán de nuevo testigos del auge del militarismo nipón cuando sus heridas aún no están cerradas y los amargos recuerdos siguen presentes.
Es razonable que la región y el resto del mundo tengan inquietudes y preocupaciones al respecto.
Abe renovó el arsenal japonés, restringido durante mucho tiempo, refinó las armas de la nación y desarrolló armamento de nueva generación como el destructor portahelicópteros "Izumo", designó inconstitucionalmente a las Fuerzas de Autodefensa (FAD) del país como un ejército normalizado y ahora desató sus manos de samurai para permitirles, de nuevo, usar las armas.
Y la cuestión más peligrosa en este sentido es la ideología ultraderechista del primer ministro, que está respaldada por el poderoso e influyente grupo ultranacionalista Nippon Kaigi. Esta organización niega y encubre la oscura historia bélica de Japón y este tipo de lavado de cerebro y de control mental se convertirá en la única fuerza impulsora de los plenamente armados samuráis.
"Imperio de la ley" es la frase favorita del primer ministro cuando pronuncia discursos en su país y en el extranjero, pero es lógico cuestionarse que si el "democrático" premier no es capaz de respetar el imperio de la ley en los asuntos internos, ¿cómo se le espera a Abe que se adhiera a las normas a nivel internacional?
La aprobación de la legislación otorga a las FAD la capacidad de ejercer el derecho a la autodefensa colectiva poniendo todos sus esfuerzos en echar una mano a Estados Unidos, bajo su tratado de defensa, en su planeado "giro hacia Asia".
Esto hará de Japón una marioneta armada controlada por el Tío Sam, por ahora pero no para siempre, para ayudar a defender sus propios intereses en el este de Asia.
Sin embargo, la comunidad internacional ha aprendido en la historia reciente que cualquier interferencia liderada por Washington con sus estrechos aliados, tanto en Afganistán como en Irak, Siria o Ucrania, por ejemplo, raras veces produjo una conclusión positiva, sino que creó mayor confusión.
Es preocupante que EEUU y Japón pongan en peligro la paz y la estabilidad regionales y enturbien la situación en la región a través de su habitual alarde de poder militar.
Hace más de siete décadas, Japón lanzó una guerra de agresión contra sus vecinos asiáticos bajo el cartel de la "autodefensa" y ahora el país, administrado por Abe, hace uso de las mismas credenciales, por lo que el mundo debe unirse en su vigilancia en caso de que el "pacifismo proactivo" del premier pase a ser, de pronto, un "militarismo proactivo".