BEIJING, 27 ene (Xinhua) -- Han pasado casi 70 años desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y todavía duele la herida causada a la sociedad humana, especialmente frente a las tentativas de cambiar los hechos ya establecidos desde hace mucho tiempo respecto a esa oscura parte de la historia.
En un momento en que los europeos ofrecen flores y encienden velas para conmemorar el 70º aniversario del Día de la Memoria del Holocausto, el primer ministro japonés, Shinzo Abe, realizó declaraciones que expusieron su falta de arrepentimiento por las atrocidades cometidas por su país durante la guerra.
Su declarada intención de presentar de otra manera la Declaración de Murayama de 1995 -histórica declaración de arrepentimiento del Japón de la posguerra- posiblemente al reemplazar palabras como "régimen colonial" y "agresión", se lastimó una vez más la herida aún no cicatrizada de sus vecinos que tanto sufrieron a causa de los intrusos japoneses durante la guerra.
Tras su llegada al poder, el líder japonés, que pretende elevar su popularidad con la promoción del sentimiento derechista en el país, ha provocado en muchas ocasiones enfado en Asia y otras partes del mundo con sus declaraciones insensibles sobre la historia militarista de Japón, así como otros temas relacionados como el referente a "la mujer de confort", eufemismo japonés para describir a las mujeres convertidas por la fuerza en esclavas sexuales por el Ejército Imperial Japonés durante la Segunda Guerra Mundial.
Para convertirse en un político verdaderamente responsable, Abe debería aprender mucho de sus colegas en Europa, donde generaciones de líderes políticos de las antiguas naciones del eje fascista no sólo han pedido disculpas repetidamente a las víctimas de los crímenes de guerra que sus respectivos países cometieron en el pasado, sino que también han trabajado con vehemencia para promover la genuina reflexión sobre esa oscura parte de la historia humana.
Mientras gritar "Heil Hitler" en lugares públicos es un delito en muchos países europeos desde hace décadas, hasta hoy en día, algunas figuras políticas japonesas, entre las cuales se encuentra Abe, ni siquiera se han tomado la molestia de ocultar su entusiasmo para visitar el polémico santuario Yasukuni, donde se rinde homenaje a los japoneses caídos durante la guerra, incluidos 14 criminales de guerra de clase A.
Las acciones tienen consecuencias. Por ejemplo, mientras la honestidad y humildad de los políticos alemanes respecto a la historia de la Segunda Guerra Mundial les ha labrado un gran respeto a ellos mismos y permitido la reconciliación entre las naciones de los diferentes bandos de aquella devastadora guerra, Japón está cada vez más enemistado con sus países vecinos.
Las coronas y tarjetas que se depositan cada 27 de enero en el antiguo campo de concentración de Auschwitz no son una mera señal de dolor y pena por las víctimas de la "fábrica de la muerte nazi", sino más bien un serio recuerdo de que tal infierno no deberá repetirse jamás.
La mayoría de nosotros vivimos actualmente en una parte pacífica del mundo, y décadas de paz a veces nos crean la ilusión de que el fantasma de la guerra ya ha desaparecido. Pero debemos tener presentes que la diseminación de la guerra viene acompañada de los intentos para encubrir o negar las atrocidades de los tiempos de guerra pasados.
Las personas tienen que reflexionar sinceramente sobre su pasado para evitar repetir los viejos errores en el futuro, y lo mismo sucede con los países.
Japón disfrutará del futuro únicamente si sus vecinos tienen la garantía de que no tiene intención de repetir su pasado militarista.
Para ello, Abe y otros políticos japoneses obstinados tienen primero que aceptar la verdad sobre el papel del país en la Segunda Guerra Mundial y mostrar sincero remordimiento, al igual que han hecho durante décadas los líderes de la Alemania moderna.