Aporta a la globalización al surcar el océano Pacífico

Actualizado 2015-05-08 09:27:41 | Spanish. xinhuanet. com

Por Javier Negrete

MEXICO, 7 may (Xinhua) -- "¡Eleven anclas marinos que zarpamos para Asia!" Así debió gritar una mañana de 1527 el navegante encargado del barco que intentó cruzar por primera vez el océano Pacífico desde el hoy continente americano.

Los primeros viajes a través de la "mar del sur" -como se le conoció entonces- Comenzaron en la primera mitad del siglo XVI desde territorio de la Nueva España en el actual México y cambiaron para siempre la cultura en los dos continentes.

El nombre de la ruta que surcaron por más de 250 años estas embarcaciones y que dejó de dar el servicio hace exactamente dos siglos fue Galeón de Manila, mejor conocido como Nao de China.

El último barco zarpó del hoy puerto mexicano de Acapulco en el sur del país en 1815, ya que la guerra de Independencia de México ocasionó que el viaje fuera suspendido de manera definitiva y con ello una historia plagada de anécdotas, intercambios y aventuras.

El cronista español Francisco López de Gómara nos cuenta en su "Historia de la conquista de México" que a seis años de consumada la victoria sobre México Tenochtitlán (1521), el conquistador Hernán Cortés envió tres embarcaciones con rumbo a Asia que zarparon de Zihuatanejo en el actual estado sureño de Guerrero en 1527.

La investigadora mexicana en arqueología e historia, coordinadora del llamado "Proyecto galeón de Manila" , Luz María Mejía, explica que la ruta de la Nao de China como tal comenzó formalmente en 1565 y su iniciador fue el fraile español Andrés de Urdaneta.

El también marinero descubrió el llamado tornaviaje, es decir, la ruta de regreso a México desde Asia por la "mar del sur" mediante la corriente marina de Kuro-Siwo que va de oeste a este. Inició así una aventura que cambió para siempre el rostro del mundo.

Las embarcaciones españolas viajaban una o dos veces por año desde Manila a los puertos mexicanos de Acapulco y Las Peñas (hoy Puerto Vallarta), cuyo tornaviaje requirió al principio de hasta cinco meses por el rodeo de los galeones hacia el norte para poder seguir la corriente de Kuro-Siwo.

El primer galeón procedente de Asia llegó a Acapulco en 1573, mientras que el trayecto del puerto mexicano a Filipinas duraba unos tres meses.

Algunas naos transportaron hasta 2.000 toneladas en mercancías, cuyo costo iba de 300.000 pesos mexicanos de la época (unos 20.000 dólares actuales) a 2,5 millones de pesos (unos 166.000 dólares actuales).

Sin los productos que compartimos desde entonces, el mundo seguramente pudo ser muy distinto al actual, como lo ha descrito a detalle el investigador Fabricio Antonio Fonseca Fernández de El Colegio de México.

Desde Asia llegaron a América y luego a Europa, particularmente procedentes de China, pañuelos, colchas, manteles, arcones, cofres, joyeros laqueados, peines, biombos, abanicos, piezas de porcelana, alfombras persas, prendas de algodón de la India, telas y seda china que modificaron la forma de vestir de este lado del mundo.

Los marineros trajeron al continente decenas de especias como clavo de olor, pimienta y canela, además de lana de camello, cera, marfil labrado o tallado, bejucos para cestas, jade, ámbar, piedras preciosas, madera, corcho, concha nácar, madre perla, fierro, estaño, pólvora y multitud de frutas desconocidas en América, entre tantas novedades.

Una vez en territorio novohispano, buena parte de estos productos viajaban hacia el puerto de Veracruz en el oriental Golfo de México, para embarcarse rumbo a España y así completar el enlace mundial: Asia, América y Europa.

La cocina mundial es vasta y casi inagotable por los productos que nos llegaron por mar desde esos lejanos lares como cebolla, almendras, jengibre, ajo, manzanilla, sandía, mango y tamarindo, entre muchos otros.

América, a su vez, contribuyó con lo suyo para transformar sabores, aromas y formas de la cultura asiática y europea con productos como frijol, chile (ají), maíz, cacao (base del chocolate), vainilla y jitomate.

De todo ello da cuenta la investigadora mexicana Reyna María Pacheco Olvera en su obra "El intercambio de plantas en la Nao de China y su impacto en México" de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

La relación registró mezclas inmortales, como el arraigo que tiene el chile en la cocina asiática. Todo comenzó al ser un ingrediente básico en la dieta de los marineros, porque les evitaba morir de la enfermedad del escorbuto, debido a que el producto originario de México es rico en vitamina C.

Primero se cultivó y diseminó en Filipinas, para después extenderse por muchas regiones de Asia como China, India y Japón, donde fue adoptado definitivamente en sus cocinas.

El escritor y periodista mexicano fallecido, Fernando Benítez, se refirió en algún momento a esta travesía global: "¿Qué era la Nao de China? Algo que escapa a la historia, una nave de Turner esfumada en el resplandor del crepúsculo, un tesoro de Aladino que cabalgaba sobre la espalda del océano".

De este ir y venir por más de 250 años por encima de las olas en bragadas carabelas, también surgió en México la conocida tradición de la "china poblana", historia que enlazó para siempre dos pilares de la cultura mundial: México y China.

La Nao de China zarpó como siempre de Manila hacia Acapulco en agosto de 1621, pero llevaba entonces, además de las mercancías propias, a un grupo de orientales para trabajar en algunos palacios de la Nueva España.

Entre ellos iba una niña hindú apodada Catalina de San Juan, quien fue adoptada en la ciudad de Puebla (centro de México) donde desarrolló habilidades en el bordado con lentejuela y chaquira, con lo que originó uno de los más tradicionales trajes mexicanos, el de "china poblana".

Comercio, cultura, migración, gastronomía, 1.000 pasajes forjados durante más de 250 años de navegación por el océano Pacífico de la Nao de China, navíos que dejaron de izar sus velas hace exactamente 200 años.

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