BEIJING, 9 feb (Xinhua) -- El Grupo de los 20 necesita cumplir su promesa de llevar a cabo acciones conjuntas para revitalizar el desarrollo de la economía global, a través de la coordinación de políticas monetarias y fiscales, en un momento en el que el ímpetu del crecimiento actual en la economía global permanece frágil.
Los gobernadores de los bancos centrales y los ministros de Finanzas de los países del G20 se han estado siguiendo de cerca los unos a los otros antes de su reunión en Estambul, Turquía, que se celebra esta semana, para diagnosticar formalmente las enfermedades económicas del mundo tras la crisis económica global de 2008.
Algunos ya han pasado a la acción. No menos de 17 países se unieron a una ola global de flexibilización monetaria para estimular la demanda y contrarrestar las presiones deflacionistas provocadas por el desmoronamiento de los precios del petróleo.
Por otra parte, EEUU pretende aumentar las tasas de interés en algún momento de este año, en un esfuerzo por impulsar una robusta recuperación de la crisis que comenzó en el 2008.
El G20 tomó un rol prominente durante esa crisis, cuando desarrolló un paquete de estímulo global para acabar con la recesión de manera conjunta. Pero ahora se enfrenta a la delicada tarea de unir sus manos en un mundo que cuenta con un crecimiento dispar.
La aparente divergencia en las políticas de los bancos centrales podría derivar en un trastorno económico y financiero a nivel mundial. Efectos secundarios adversos, como la huida de capitales, las tensiones políticas y las disputas comerciales, se ciernen sobre los mercados emergentes, estrechando el espacio para las reformas domésticas.
En un momento de débil demanda, la flexibilización económica es normalmente una útil herramienta política. Aún así, para Europa no es la panacea. Los problemas estructurales en el mercado laboral, las políticas fiscales, y la coordinación de mecanismos dentro de la Unión Europea, solo pueden resolverse con reformas sustanciales llevadas a cabo paso a paso.
La depreciación del euro como resultado del programa de expansión cuantitativa de la UE ha provocado preocupaciones sobre las devaluaciones competitivas. La aparición de un modelo de políticas proteccionistas no solo no ayudará a solidificar los cimientos de la economía global, sino que podría empujarla a un abismo de incertidumbre.
Para China, las reformas estructurales siguen siendo la máxima prioridad. A pesar del complejo entorno externo, es improbable que el Banco Popular de China, banco central de la nación asiática, desarrolle un programa de flexibilización a gran escala. Sus políticas se centrarán en las perspectivas de crecimiento de la economía doméstica y las medidas de reforma de sectores específicos.
Como ya han apuntado los observadores, la economía de China ha entrado en una "nueva normalidad" de crecimiento moderado. Sin embargo, continuará apoyando el crecimiento global como motor clave y contribuyente más maduro.
Mirando hacia el futuro, el actual ímpetu de crecimiento en la economía global permanece frágil. La coordinación monetaria y las políticas fiscales entre las naciones del G20 se han vuelto más importantes que nunca. Los líderes mundiales necesitan adoptar acciones conjuntas y mantener sus promesas sobre su contribución a la revitalización de la economía global.