BEIJING, 7 jul (Xinhua) -- El 7 de julio se conmemora el aniversario del inicio de la Guerra de Resistencia Contra la Agresión Japonesa (1937-1945). Es una fecha específica en la memoria de los chinos.
Los estudiantes chinos saben que la guerra comenzó en el Puente Marco Polo, a 15 kilómetros (km) al suroeste del centro de la ciudad de Beijing. Las tropas japonesas atacaron un bastión cercano el 7 de julio de 1937.
Ya han pasado 78 años, ¿por qué aún podemos escuchar el eco de los disparos desde el Puente Marco Polo?
El incidente marcó el inicio de ocho años de sufrimientos enormes para los chinos a manos de los japoneses. China se hundió en el teatro de operaciones asiático de la Segunda Guerra Mundial (IIGM) junto con las fuerzas antifascistas del mundo. Pero sobre todo, el aniversario es un serio recordatorio para China, Japón y el mundo.
Durante la guerra, civiles chinos murieron a causa de los disparos, bombas, gas y armas biológica; las mujeres fueron violadas; las familias fueron separadas.
El infame conflicto provocó la muerte o heridas a más de 35 millones de soldados y civiles chinos, y pérdidas económicas directas superiores a los 100.000 millones de dólares para China.
China erigió una tenaz defensa contra los invasores japoneses en el teatro de operaciones asiático, coordinada con las campañas de los aliados.
Nunca debe olvidarse la tragedia ni los logros meritorios.
Alguien podrían decir que China haría mejor en dejar atrás esta pesada mochila histórica y seguir adelante. Sin embargo, la historia tiende a repetirse. Los chinos han sabido esto muy bien a lo largo de los 5.000 años de historia del país. En China existe el dicho popular "toma la historia como un espejo".
Recordar cómo empezó la guerra implica más que recordar el incidente del Puente Marco Polo. Significa saber cómo fue que Japón en la década de los 30 se sumió en el militarismo en su interior, y cómo se convirtió en un creyente del darwinismo social y en la política de poder antes de la guerra que condujo a la autocracia al interior y a la expansión militar fuera del país.
Las lecciones son particularmente relevantes en la actualidad, debido a que el creciente militarismo en Japón desde que el primer ministro Shinzo Abe asumió el cargo han hecho pensar al mundo que el espectro del militarismo, o de la guerra, realmente nunca se ha ido.
Por ejemplo, Japón aprobó nuevos libros de texto que atenúan las atrocidades cometidas por Japón durante la IIGM.
Respecto a la Masacre de Nanjing, los libros de texto señalan que "cautivos y civiles se vieron involucrados" en la tragedia y "víctimas se vieron expuestas", en comparación con el texto original que señalaba que el ejército japonés "mató a muchos cautivos y civiles".
Japón intentó reinterpretar su Constitución pacifista para permitir a las Fuerzas de Autodefensa ejercer el derecho de autodefensa colectiva, una acción que permitirá a la nación enviar soldados a luchar en territorios extranjeros.
El propio Abe, cuando se le pidió que comentara sobre la Proclamación Potsdam, que aceleró el fin de la IIGM y estableció que la guerra que Japón emprendió 70 años atrás fue de agresión, declinó comentar sobre si la guerra fue correcta o errónea.
No hay nada correcto en una agresión. La invasión a China fue una devastadora tragedia no solamente para los chinos sino también para el pueblo japonés amante de la paz. Separó a cientos de miles de familias japonesas, donde esposos y padres tuvieron que dejar a sus seres queridos.
Lo que ocurrió hace siete décadas debe ser recordado tanto por China como por Japón, no solamente para aliviar profundas heridas del pasado, sino también para lograr en el futuro un mundo libre de la amenaza de la guerra.