BEIJING, 28 abr (Xinhua) -- Los disturbios en las calles de Baltimore son otra evidencia de que Estados Unidos está dividido profundamente, que su sociedad se ha vuelto cada vez más inestable y que su sistema judicial no cumple las expectativas de sus ciudadanos.
El problema racial ha calado hondo en Estados Unidos y su aplicación de la ley ha tenido una gran influencia en esto por su historia notoria de abuso de poder contra las minorías.
Lo que empezó como una protesta pacífica sobre la misteriosa muerte del afroamericano de 25 años de edad Freddie Gray se transformó en incendios provocados, saqueos y enfrentamientos violentos con la policía.
Esto no es algo nuevo porque incidentes exactamente iguales ya habían ocurrido en noviembre pasado en Ferguson, Missouri.
Incluso ahora, cinco décadas después de que el Dr. Martin Luther King Jr. encabezara la histórica marcha de Selma a Montgomery y 150 años después de que la Unión derrotara a la Confederación, lo que representó el fin de la esclavitud en todo Estados Unidos, el país que ama erigirse como la tierra de la libertad y equidad aún busca una forma de cerrar la profunda división entre los blancos y las minorías. Pero no se vislumbra ninguna respuesta prometedora.
Es innegable que aún persiste la discriminación racial contra los afroamericanos y otras minorías étnicas. Aunque no es tan obvia como en el pasado, sigue persistiendo en cada aspecto de las vidas sociales estadounidenses, como en el empleo, la vivienda, educación y, en especial, la justicia.
La mayoría de los participantes en los disturbios de Baltimore son jóvenes negros, quienes viven en vecindarios pobres sin oportunidades de ingresar a escuelas de calidad o de encontrar empleos decentes.
Naturalmente, sería erróneo defender el vandalismo, los robos o cualquier otra forma de delito, pero a la gente se le debe recordar también que esos jóvenes afroamericanos dan rienda suelta a su resentimiento porque les enoja que la mayor parte de su vida han sido privados de oportunidades equitativas por el simple hecho del color de su piel y de su pobreza.
El hecho es que un niño negro nacido en una familia pobre tiene muy pocas posibilidades de recibir una buena educación, encontrar un empleo bien pagado y de ser aceptado por la sociedad.
La frustración e insatisfacción entre los jóvenes negros contra la estructura social establecida representará una amenaza para la estabilidad de la sociedad estadounidense.
La serie reciente de incidentes de brutalidad de la policía también es un indicio de los problemas existentes en el sistema judicial y aplicación de la ley estadounidenses, tales como una presencia desproporcionada de oficiales de policía blancos frente a otros grupos étnicos y el uso excesivo de la violencia en la aplicación de la ley.
Parecido a lo que ocurrió en Ferguson y Nueva York, esta vez en Baltimore la policía se mostró renuente a dar a conocer los detalles del caso, lo que sólo avivará la furia contra ellos.
La indiferencia, si no es que arrogancia, de la policía no es una acción prudente durante una crisis pública de este tipo. Hacer oídos sordos a las demandas del público sólo puede propiciar que fermenten la sospecha y el odio.
Cuando la gente desconfía de un sistema, éste ya no será respetado ni obedecido. Y para agravar la situación, los políticos estadounidenses parecen poco dispuestos a arreglar las políticas, lo cual podría conducir a disparidades raciales más pronunciadas.