Por Gerardo Laborde
MONTEVIDEO, 17 oct (Xinhua) -- En sus 13 años de historia el Centro de Integración Cultural Uruguay-China (CICUCH) ha enseñado chino mandarín tanto en una escuela de un barrio pobre de la periferia de Montevideo como a empresarios y funcionarios.
Un puñado de uruguayos fundó el CICUCH en 2005 desafiados por el anuncio del retiro de Vicente Rovetta, un editor que durante décadas se encargó de traer al país libros y revistas en español sobre China.
COMIENZOS
"Rovetta dijo que se iba a jubilar, tenía una cantidad de libros y nos preguntamos qué iba a pasar con eso. Por eso, con alguna gente decidimos formar un centro cultural", explicó a Xinhua la presidenta del CICUCH, Alicia Obregón.
Con la meta de difundir la cultura china antigua y moderna se instaló una biblioteca y se realizaron exposiciones, charlas y festejos tradicionales.
La enseñanza del idioma empezó en 2007 con un curso para 5 estudiantes.
En la actualidad hay cerca de 100 alumnos en cinco niveles, desde niños hasta adultos mayores.
Como parte del crecimiento realizaron convenios con el Ministerio de Educación y Cultura (MEC) y con las intendencias (gobiernos departamentales) de Canelones y Florida para la capacitación de funcionarios.
El CICUCH acompañó así y colaboró desde la cultura con la profundización del vínculo entre los dos países que en 2018 cumplen 30 años de establecimiento de relaciones diplomáticas.
China pasó en pocos años a ser el mayor socio comercial y principal mercado de las exportaciones e importaciones uruguayas.
El vínculo de Mario Pazos, secretario general del CICUCH, con China se remonta a la década de 1960 cuando por su militancia política visitó ese país durante varios meses.
Sus recuerdos de China en 1968 son de admiración: "la gente estaba vestida de azul, era el color predominante y andaba con ropa remendada y cuanto más remiendo más orgullo tenían".
"Cuando visitábamos pueblos pequeños no se veía a nadie y te dabas vuelta y veías cantidad de gente que venía atrás mirándote, los niños que se acercaban, se reían y la gente nos saludaba", subraya.
Los directivos del CICUCH recuerdan que trabajaron para que se instalara aquí el Instituto Confucio, en funcionamiento en Uruguay desde abril pasado, en convenio con la Universidad de la República (UDELAR), por lo que está lejos de "ser una competencia".
"El Instituto Confucio está en la Udelar, para los universitarios, nosotros tenemos el resto de los posibles estudiantes", explica Pazos.
ESCUELA
Un capítulo aparte para el CICUCH merece las clases de mandarín que dicta a niños de la escuela pública República Popular China, enclavada en el barrio Casavalle, uno de los más pobres de Montevideo.
Los últimos meses la situación social en esa barriada se tornó muy compleja.
De hecho, un niño que aprendía chino abandonó la escuela porque su familia fue "expulsada" del barrio por bandas de narcotraficantes que se adueñan de algunas viviendas a punta de pistola.
Pazos recuerda el caso de una niña que estudiaba chino y que dejó de asistir a la escuela al ser derivada con sus hermanos a un orfanato luego de que se denunciara que sufría abusos de su padrastro y cuya madre era consumidora de pasta base de cocaína.
"Esta niña le había dicho alguna vez a mi mujer que lo mejor que le había pasado en la escuela era haber ido a aprender chino", explicó.
El CICUCH se plantea esa enseñanza "como un agregado" que puede diferenciar a esos niños "del resto" en un barrio estigmatizado por la violencia y la marginación.
En ese contexto es necesario estimular e impulsar a esos niños porque es frecuente escuchar cuando se les pregunta qué harán cuando sean grandes respuestas como "voy a ser chorro (ladrón)" o "voy a vender droga", sostiene Pazos.
2008: UN HITO
El interés por conocer la cultura china dio un salto con los Juegos Olímpicos de Beijing 2008.
"Ahí empezaron a llamar por teléfono para preguntar todo sobre China", rememora Pouzo.
"Era terrible el desconocimiento y el miedo, los chinos eran los malos de las películas estadounidenses, y eso cambió un poco", apunta Obregón.
Después de los Juegos Olímpicos se empezó a abrir a nivel comercial y "la gente preguntaba cosas sobre todo pensando qué vender".
FUTURO
Obregón ve futuro en la enseñanza del chino porque "es imprescindible para tener una buena relación con una sociedad saber su idioma".
"Tenemos niños que tienen 11 años y hace 4 que están estudiando con nosotros. Van a ser adultos que manejen el chino perfecto", piensa y se entusiasma.
En opinión de Pazos, la educación pública debería enseñar en escuelas y liceos.
De hecho, la Administración Nacional de Educación Pública (ANEP) se apresta a iniciar una prueba piloto en dos liceos donde habrá cursos de mandarín, según ha confirmado Aldo Rodríguez, coordinador de Políticas Lingüísticas de ese organismo.
Obregón reconoce que una parte del interés en la sociedad responde a una "moda": gente que empieza y a los dos meses abandona.
Sin embargo, hay otros, la mayoría, que lo usan como una puerta a otra cultura y también para mantener la vitalidad.
"Tenemos dos señoras, quizás las mejores alumnas de todo el centro, que están jubiladas, en excelente posición y vienen para mantener la cabeza activa", cuenta Obregón.
Con más de 60 años cada una "son las mejores estudiantes" y tienen calificaciones de 95-96 puntos sobre 100 posibles, acota Pazos.
El interés creciente de los uruguayos por China y su idioma augura mucho trabajo para el CICUCH.