ESPECIAL: Jingdezhen,el corazón y espíritu de la cerámica china

Spanish.xinhuanet.com   2017-10-24 14:35:14

JINGDEZHEN, Jiangxi, 24 oct (Xinhua) -- El artista canadiense Terrance Lazaroff, quien ya tiene 74 años, ha visitado Jingdezhen en seis ocasiones. Aunque es posible que para muchos extranjeros esta pequeña ciudad de la provincia meridional de Jiangxi sea desconocida, para Lazaroff es la meca misma.

"Todo aquel que ame la porcelana debe venir aquí al menos una vez", sentencia.

Jingdezhen, considerada sinónimo de la cerámica en China, tiene una larga historia de producción de porcelana. Más de 1.000 años atrás, en tiempos de la dinastía Song (960-1279), el emperador Zhenzong nombró la zona con el título de su reinado, Jingde, como un reconocimiento a su cerámica. Ya en aquel entonces, sus productos eran exportados a diferentes regiones de todo el mundo.

"Durante siglos, las técnicas de producción de la cerámica fueron transmitidas de generación en generación", dice Liu Huojin, secretario de la célula del Partido Comunista de China en una fábrica de cerámicas ya extinta.

GLORIAS DEL PASADO

Paseando por Jingdezhen, es fácil ver las huellas de su tradición de elaboración de la cerámica. Baste decir que los postes del alumbrado público son de porcelana. Además, en diferentes lugares hay numerosas esculturas que representan distintas técnicas de producción.

"En tiempos de las dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911), en pleno apogeo de la industria, cerca de 100.000 personas se dedicaban a producir porcelana en Jingdezhen", destaca Liu.

La producción solo se vio interrumpida durante la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa, cuando en 1942 muchos hornos fueron destruidos por las bombas arrojadas por las tropas japonesas.

"Es posible que los japoneses hayan pensado que la ciudad era una base militar, pues, debido a la cantidad de fábricas, había más de 500 chimeneas", explica Liu, y añade que la ciudad recuperó su gloria después de la fundación de la nueva China.

"En los años 50, nos pidieron hacer porcelanas para celebrar el quinto aniversario de la liberación de China", recuerda.

Aparte de esto, antes de la histórica visita del entonces presidente estadounidense, Richard Nixon, los artesanos locales diseñaron una pieza que se hizo famosa como "la copa Nixon". Toda la producción se vendió rápidamente.

En los años 80, el Ministerio de Relaciones Exteriores pidió a la ciudad producir cerámicas para las embajadas extranjeras, las cuales estaban decoradas con el emblema nacional.

Según Liu, en aquella época había cerca de 60.000 personas trabajando en diez grandes fábricas de céramica. La población total de la ciudad no llegaba a las 200.000. Es decir que casi todas las familias tenían a alguien trabajando en una de estas fábricas.

La porcelana era muy popular en todo el país, pero al mismo tiempo era muy díficil de conseguir. Quienes querían tener una pieza necesitaban de "conexiones", o sea relaciones con personas poderosas. Liu recuerda que en un viaje a Shanghai, un ciudadano local quiso comprar los vasos que llevaba. Por otra parte, a nivel global la fama de la porcelana china había hecho que los productos se comercializaran en 160 países.

No obstante, en los años 90, la llegada de la economía de mercado lanzó a las antes prósperas fábricas cuesta abajo. Mucha gente perdió sus empleos, y las factorías empezaron a cerrar una tras otra.

REJUVENECIMIENTO

Las altas y bajas de la industria están bien grabadas en la mente de Duan Jianping.

"Muchos de mis familiares trabajaron en las fábricas, y de vez en cuando, en ocasiones especiales, nos traían algunas piezas como regalos", recuerda Duan, de 45 años.

Ante el repentino colapso de la oferta laboral, Duan optó por el periodismo.

Para él, una de las razones para la decandencia del sector fue la falta de innovación.

En 2000, Li Jianshen, un artista local, fundó el "Poblado internacional de la cerámica de Sanbao", el cual cada año atrae a cientos de amantes de la cerámica de todos los rincones del mundo.

Terrance Lazaroff es, justamente, uno de ellos.

"Aquí puedo hablar con artistas de todo el mundo", comenta.

Cada una de sus seis visitas le ha deparado una nueva sorpresa, pues la ciudad no ha dejado de evolucionar.

"Cuando llegué por primera vez, en 2003, los niños me seguían por la calle, porque en ese tiempo ver un extranjero en la calle todavía no era muy común", comenta. Ahora, destaca, Jingdezhen es una ciudad grande, y más internacional.

Duan volvió a centrar su atención en la cerámica en 2015, cuando decidió dejar su trabajo de editor y fundó Cerámicas Xianyunju.

"He agregado algunos elementos modernos al diseño tradicional", dice.

En el patio de su empresa hay un árbol, que, de acuerdo con una leyenda china, es el hábitat de la mítica ave fénix. Por eso, Duan utiliza la figura del fénix como el sello de sus productos.

El ahora empresario decidió utilizar el color dorado sobre un diseño tradicional en azul y blanco para imprimir un carácter de lujo a su marca.

"Actualmente recibimos tantos pedidos que apenas alcanzamos a cumpir", comenta. Duan estima que este año los beneficios pueden llegar a los 10 millones de yuanes (1,5 millones de dólares).

Hoy en día, Jingdezhen es el hogar de más de 30.000 personas dedicadas a la cerámica. Los jóvenes y los artistas extranjeros reciben trato preferencial.

A Huang Wei, una profesora del Instituto de Cerámica de Jingdezhen, le agrada ver los cambios que ha experimentado la zona. "Cualquier persona que ame la cultura tradicional de China, no podría soportar que la ciudad languideciera", opina.

PRESERVANDO EL ESPÍRITU DE JINGDEZHEN

Huang, de 35 años, cursó una maestría en Arqueología en la Universidad de Beijing. Fue a Jingdezhen por primera vez en 2006 para realizar una investigación arqueológica, y antes de darse cuenta ya estaba enamorada de la ciudad.

"Hubo un momento cuando estaba recogiendo trozos de cerámica de un yacimiento y sentí que estaba sosteniendo un diálogo con la historia", asegura.

No obstante, al hablar con los lugareños le sorprendió descubrir que ignoraban por completo la existencia de las minas de arcilla.

En 2014, ella y su esposo se establecieron en la aldea de Jinkeng, distante unos ocho kilómetros del casco urbano de la ciudad, y con abundantes hornos de épocas pasadas. La pareja tomó en arriendo 16 hectáreas de tierra, en las que cultiva arroz y crisantemos. Aparte de esto, renovaron el lugar, de modo que ella pudiera trabajar con la materia prima para la cerámica.

Huang también ha realizado talleres sobre la cultura local de la céramica.

"Mi deseo es que este lugar pueda convertirse en un centro de aprendizaje y discusión sobre la cultura de la porcelana", dice, y añade: "no solo estamos protegiendo un lugar histórico, sino también el espíritu de Jingdezhen".

El año pasado, varias fábricas que estaban abandonadas volvieron a producir, gracias al establecimiento de la comunidad temática de cerámica Taoxichuan, donde chimeneas, talleres, centros culturales, galerías y restaurantes están todos juntos.

Pero la fábrica de Liu Huojin no está incluida.

"La protección de la fábrica está en la agenda del gobierno, y espero que las generaciones futuras puedan ver los remanentes y sentirse orgullosas de Jingdezhen y su cerámica", concluye Liu.

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ESPECIAL: Jingdezhen,el corazón y espíritu de la cerámica china

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JINGDEZHEN, Jiangxi, 24 oct (Xinhua) -- El artista canadiense Terrance Lazaroff, quien ya tiene 74 años, ha visitado Jingdezhen en seis ocasiones. Aunque es posible que para muchos extranjeros esta pequeña ciudad de la provincia meridional de Jiangxi sea desconocida, para Lazaroff es la meca misma.

"Todo aquel que ame la porcelana debe venir aquí al menos una vez", sentencia.

Jingdezhen, considerada sinónimo de la cerámica en China, tiene una larga historia de producción de porcelana. Más de 1.000 años atrás, en tiempos de la dinastía Song (960-1279), el emperador Zhenzong nombró la zona con el título de su reinado, Jingde, como un reconocimiento a su cerámica. Ya en aquel entonces, sus productos eran exportados a diferentes regiones de todo el mundo.

"Durante siglos, las técnicas de producción de la cerámica fueron transmitidas de generación en generación", dice Liu Huojin, secretario de la célula del Partido Comunista de China en una fábrica de cerámicas ya extinta.

GLORIAS DEL PASADO

Paseando por Jingdezhen, es fácil ver las huellas de su tradición de elaboración de la cerámica. Baste decir que los postes del alumbrado público son de porcelana. Además, en diferentes lugares hay numerosas esculturas que representan distintas técnicas de producción.

"En tiempos de las dinastías Ming (1368-1644) y Qing (1644-1911), en pleno apogeo de la industria, cerca de 100.000 personas se dedicaban a producir porcelana en Jingdezhen", destaca Liu.

La producción solo se vio interrumpida durante la Guerra de Resistencia del Pueblo Chino contra la Agresión Japonesa, cuando en 1942 muchos hornos fueron destruidos por las bombas arrojadas por las tropas japonesas.

"Es posible que los japoneses hayan pensado que la ciudad era una base militar, pues, debido a la cantidad de fábricas, había más de 500 chimeneas", explica Liu, y añade que la ciudad recuperó su gloria después de la fundación de la nueva China.

"En los años 50, nos pidieron hacer porcelanas para celebrar el quinto aniversario de la liberación de China", recuerda.

Aparte de esto, antes de la histórica visita del entonces presidente estadounidense, Richard Nixon, los artesanos locales diseñaron una pieza que se hizo famosa como "la copa Nixon". Toda la producción se vendió rápidamente.

En los años 80, el Ministerio de Relaciones Exteriores pidió a la ciudad producir cerámicas para las embajadas extranjeras, las cuales estaban decoradas con el emblema nacional.

Según Liu, en aquella época había cerca de 60.000 personas trabajando en diez grandes fábricas de céramica. La población total de la ciudad no llegaba a las 200.000. Es decir que casi todas las familias tenían a alguien trabajando en una de estas fábricas.

La porcelana era muy popular en todo el país, pero al mismo tiempo era muy díficil de conseguir. Quienes querían tener una pieza necesitaban de "conexiones", o sea relaciones con personas poderosas. Liu recuerda que en un viaje a Shanghai, un ciudadano local quiso comprar los vasos que llevaba. Por otra parte, a nivel global la fama de la porcelana china había hecho que los productos se comercializaran en 160 países.

No obstante, en los años 90, la llegada de la economía de mercado lanzó a las antes prósperas fábricas cuesta abajo. Mucha gente perdió sus empleos, y las factorías empezaron a cerrar una tras otra.

REJUVENECIMIENTO

Las altas y bajas de la industria están bien grabadas en la mente de Duan Jianping.

"Muchos de mis familiares trabajaron en las fábricas, y de vez en cuando, en ocasiones especiales, nos traían algunas piezas como regalos", recuerda Duan, de 45 años.

Ante el repentino colapso de la oferta laboral, Duan optó por el periodismo.

Para él, una de las razones para la decandencia del sector fue la falta de innovación.

En 2000, Li Jianshen, un artista local, fundó el "Poblado internacional de la cerámica de Sanbao", el cual cada año atrae a cientos de amantes de la cerámica de todos los rincones del mundo.

Terrance Lazaroff es, justamente, uno de ellos.

"Aquí puedo hablar con artistas de todo el mundo", comenta.

Cada una de sus seis visitas le ha deparado una nueva sorpresa, pues la ciudad no ha dejado de evolucionar.

"Cuando llegué por primera vez, en 2003, los niños me seguían por la calle, porque en ese tiempo ver un extranjero en la calle todavía no era muy común", comenta. Ahora, destaca, Jingdezhen es una ciudad grande, y más internacional.

Duan volvió a centrar su atención en la cerámica en 2015, cuando decidió dejar su trabajo de editor y fundó Cerámicas Xianyunju.

"He agregado algunos elementos modernos al diseño tradicional", dice.

En el patio de su empresa hay un árbol, que, de acuerdo con una leyenda china, es el hábitat de la mítica ave fénix. Por eso, Duan utiliza la figura del fénix como el sello de sus productos.

El ahora empresario decidió utilizar el color dorado sobre un diseño tradicional en azul y blanco para imprimir un carácter de lujo a su marca.

"Actualmente recibimos tantos pedidos que apenas alcanzamos a cumpir", comenta. Duan estima que este año los beneficios pueden llegar a los 10 millones de yuanes (1,5 millones de dólares).

Hoy en día, Jingdezhen es el hogar de más de 30.000 personas dedicadas a la cerámica. Los jóvenes y los artistas extranjeros reciben trato preferencial.

A Huang Wei, una profesora del Instituto de Cerámica de Jingdezhen, le agrada ver los cambios que ha experimentado la zona. "Cualquier persona que ame la cultura tradicional de China, no podría soportar que la ciudad languideciera", opina.

PRESERVANDO EL ESPÍRITU DE JINGDEZHEN

Huang, de 35 años, cursó una maestría en Arqueología en la Universidad de Beijing. Fue a Jingdezhen por primera vez en 2006 para realizar una investigación arqueológica, y antes de darse cuenta ya estaba enamorada de la ciudad.

"Hubo un momento cuando estaba recogiendo trozos de cerámica de un yacimiento y sentí que estaba sosteniendo un diálogo con la historia", asegura.

No obstante, al hablar con los lugareños le sorprendió descubrir que ignoraban por completo la existencia de las minas de arcilla.

En 2014, ella y su esposo se establecieron en la aldea de Jinkeng, distante unos ocho kilómetros del casco urbano de la ciudad, y con abundantes hornos de épocas pasadas. La pareja tomó en arriendo 16 hectáreas de tierra, en las que cultiva arroz y crisantemos. Aparte de esto, renovaron el lugar, de modo que ella pudiera trabajar con la materia prima para la cerámica.

Huang también ha realizado talleres sobre la cultura local de la céramica.

"Mi deseo es que este lugar pueda convertirse en un centro de aprendizaje y discusión sobre la cultura de la porcelana", dice, y añade: "no solo estamos protegiendo un lugar histórico, sino también el espíritu de Jingdezhen".

El año pasado, varias fábricas que estaban abandonadas volvieron a producir, gracias al establecimiento de la comunidad temática de cerámica Taoxichuan, donde chimeneas, talleres, centros culturales, galerías y restaurantes están todos juntos.

Pero la fábrica de Liu Huojin no está incluida.

"La protección de la fábrica está en la agenda del gobierno, y espero que las generaciones futuras puedan ver los remanentes y sentirse orgullosas de Jingdezhen y su cerámica", concluye Liu.

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