BEIJING, 3 jun (Xinhua) -- El asunto del Mar Meridional de China va a dominar, según se ha especulado ampliamente, el Diálogo de Shangri-La, la cumbre sobre defensa y seguridad en Asia-Pacífico inaugurada este viernes en Singapur.
De ser así, la conferencia de tres días, que reúne a mandos militares, responsables de inteligencia y líderes civiles, y que se ha comprometido a desempeñar un papel constructivo en la seguridad regional, será otra plataforma secuestrada para hacer una fanfarria de la disputa marítima.
Otro hecho negativo es que algunos, en particular países que están entre los demandantes, han expandido su presencia y han hecho alarde de su poderío militar en el Mar Meridional de China, mientras un tribunal internacional de arbitraje se prepara para emitir un fallo en los próximos meses sobre un caso relacionado con el conflicto presentado unilateralmente por Manila en 2013.
Esto se añade a la preocupación de que la intromisión externa, que nace de diversos intereses propios, se ha convertido en una seria amenaza para la estabilidad en el Mar Meridional de China.
Estados Unidos, por ejemplo, ha llevado a cabo varias operaciones en aras de la "libertad de navegación" en las que ha volado o navegado cerca de las islas del Mar Meridional de China, violando así públicamente la soberanía y los intereses de seguridad de China.
Asimismo, el Ejército estadounidense ha utilizado una dura retórica sobre el asunto. Durante su discurso en la Academia Naval de EEUU a finales del mes pasado, el secretario de Defensa, Ashton Carter, indicó que el Pentágono desplegará su mejores armas en la región pacífica.
Estas palabras y hechos, cuyo evidente objetivo es crear inestabilidad para que Washington pueda mantener su presencia hegemónica en la región Asia-Pacífico, alentarán a algunos reclamantes a dar pasos impulsivos.
Estas partes deberían tener en cuenta que, si se produjese una confrontación entre EEUU y China, cuya soberanía sobre las islas del Mar Meridional de China se apoya en razones legales e históricas, los países de la región se enfrentarían a un dilema propio de la Guerra Fría al tener que tomar partido por una de las dos mayores economías del mundo.
Para evitarlo, debería trabajar conjuntamente en favor del desarrollo y la prosperidad comunes.
De hecho, antes de la irrupción de las recientes discrepancias, la situación en el Mar Meridional de China había sido en general pacífica gracias a la contención mostrada por Beijing y los esfuerzos coordinados de la mayoría de los países en la región.
A pesar de las disputas territoriales entre China y los otros demandantes, la libertad de navegación y vuelo en el Mar Meridional de China no ha sido nunca un problema. Beijing considera también estas aguas vitales para el comercio internacional y para su propio desarrollo.
La tranquilidad pasada demuestra que China y el resto de implicados, cuyos intereses de seguridad y desarrollo están intensamente entrelazados, son capaces de arreglar las divergencias por sí mismos.
Sus sucesivos líderes han coincidido, en sus reuniones y documentos políticos, que las disputas deben resolverse pacíficamente a través de negociaciones. Esta postura queda también afirmada en la Declaración sobre la Conducta de las Partes en el Mar Meridional de China.
Es alentador, en cualquier caso, la aparición de algunas señales positivas. Entre ellas, que el nuevo ministro de Asuntos Exteriores filipino, Perfecto Yasay, ha dicho que las conversaciones bilaterales entre China y Filipinas podrían ayudar a desenredar el conflicto.
"No hay otro camino que el bilateral", afirmó. Sus declaraciones fueron bien recibidas por China, cuyo canciller, Wang Yi, aseguró durante una visita a Canadá que "la puerta del diálogo entre China y Filipinas está siempre abierta".
No hay duda de que, para que las disputas se aclaren lo antes posible y las aguas sigan en paz, los extraños deberían dejar de entrometerse y permitir a las partes directamente implicadas aprovechar al máximo su saber y pragmatismo.