TOKIO, 24 mar (Xinhua) -- Algunos miembros del panel de expertos encargados de redactar la Declaración de Abe para conmemorar el 70º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial han revelado su absurda concepción sobre la historia al expresar dudas acerca de si se debería definir como "agresión" lo que las tropas japonesas hicieron durante la citada guerra.
De acuerdo con una información de la agencia de noticias nipona Kyodo, los expertos mantuvieron una discusión encarnizada en la segunda reunión del comité sobre si se usaría la palabra "agresión" en el documento, tal y como se hizo en la histórica Declaración de Murayama hace 20 años.
Como han sostenido aquellos que desde hace mucho tiempo han estado negando las atrocidades cometidas por Japón en tiempos de guerra, varios miembros del panel insistieron en que la palabra "no se define claramente en el derecho internacional" por lo que, a su juicio, podría resultar inadecuado determinar que "la guerra fue un acto de agresión en base a los valores actuales".
Sofisterías como estas son realmente intolerables, ya que existe un reconocimiento universal de que Japón perpetró una agresión atroz contra China y varios países más durante la Segunda Guerra Mundial.
Esta tendencia revisionista mostrada por dichos expertos también resulta aterradora, debido a que demuestra, una vez más, el fracaso de Japón en afrontar directamente su pasado militarista, casi 70 años después de que terminase la guerra.
Los intentos de negar o mitigar las atrocidades cometidas por Japón durante la Segunda Guerra Mundial han socavado la confianza entre este país y sus vecinos, y si no se los pone bajo control, podrían dañar aún más las relaciones de Tokio con estas naciones.
Como un tres veces primer ministro de Japón, Shinzo Abe sabe exactamente cómo el asunto respecto a la historia bélica pesaría sobre las relaciones exteriores de su país.
Sin embargo, a medida que se acerca el 70º aniversario del final de la Segunda Guerra Mundial, el premier ha realizado, en varias ocasiones, declaraciones que sólo sirven para alimentar la preocupación de que Abe buscaría difuminar la descripción de la historia y rebajar la culpa de Japón por sus crímenes perpetrados en tiempos de guerra.
Para actuar como un líder político responsable, Abe debe, por lo menos, resistir a las ganas de hacerlo, porque la historia se repetirá a menos que se aprendan las lecciones. Por el contrario, hay que recordarle al primer ministro japonés que los recientes esfuerzos hechos por China y la República de Corea para reparar los lazos dañados con Japón se desperdiciarán.
También hay un aviso para Washington, que se está preparando para dar una bienvenida "grandiosa" a Abe durante su visita oficial de una semana a Estados Unidos: por estrecha que sea la alianza entre los dos países, Washington debe asegurarse de que Japón no representará amenaza alguna al orden mundial de posguerra.