Por Javier Negrete
MEXICO, 24 mar (Xinhua) -- Reflexión, religiosidad, conexión con el pasado, emoción por unos días de descanso y oportunidad de convivir con la familia, envuelven cada año la llegada de la Semana Santa.
El origen de esta antigua celebración es religioso y se remonta al recuerdo de la última semana de la vida de Jesús, desde que entró en la ciudad de Jerusalén en Israel, hasta que murió crucificado por soldados romanos para resucitar, según la tradición cristiana.
La evocación se hace a través de escenificaciones que reproducen ese periodo, el cual comienza con el "Domingo de Ramos" en recuerdo de la entrada de Jesús a Jerusalén, hasta el "Domingo de Pascua", es decir, su triunfo sobre la muerte.
Este conjunto de prácticas se convirtió en una celebración universal al repetirse durante cientos de años alrededor del mundo occidental y al hacer un alto en el camino frente al trajín cotidiano.
La Semana Santa es también la continuidad de pasajes judaicos milenarios, porque precisamente aconteció en la pascua judía llamada Pasaj, que es el recordatorio anual de la salida del pueblo de Israel de Egipto y su liberación de la esclavitud.
La pascua judía varía entre el 22 de marzo y el 25 de abril, ya que tiene lugar el domingo siguiente a la primera luna llena de primavera del hemisferio norte, mientras que la Semana Santa siempre es entre la tercera de marzo y la tercera de abril.
CONMEMORACION ARRAIGADA EN AMERICA LATINA
En América Latina, estas celebraciones adquirieron un profundo arraigo debido a que se mezclaron estrechamente con los ritos indígenas locales, como nos dice la antropóloga Johanna Broda en su obra "La ritualidad mesoamericana y los procesos de sincretismo".
Por sus fechas en marzo o abril, la Semana Mayor -como también se le conoce- coincide con el simbolismo agrícola mesoamericano, por lo que el llamado "santo entierro" -la representación de la muerte de Jesús- tiene un estrecho vínculo con la fertilidad de la tierra.
Los españoles enseñaron su religión con escenas de tipo dramático o teatral, que perduran hasta nuestros días y nos conmueven con su emotividad y pasión, como muestra el historiador Francisco López de Gómara en su "Historia de la conquista de México".
En esta nación, milllones de personas se reúnen en el barrio de Iztapalapa al oriente de la Ciudad de México, uno de los lugares del continente americano donde la escenificación reúne mayor cantidad de gente.
De acuerdo con el secretario del Comité de la Semana Santa en Iztapalapa Asociación Civil (COSIAC), Miguel Angel Morales Larrauri, anualmente se reúnen allí alrededor de tres millones de personas para compartir el ancestral rito de voltear al cielo.
La escenificación tiene lugar desde 1843 y en ella intervienen al menos 135 actores protagónicos y unos 1.000 secundarios, evento que el fallecido escritor mexicano Carlos Monsiváis describió como "lo único auténtico que queda del teatro de masas en México".
En el resto de América Latina, las personas también hacen en estos días una pausa en el camino y viven la Semana Santa de distintas formas y con diversos motivos, aunque en los países con mayor presencia indígena es donde su representación es más vigorosa.
Estallan cohetes, hay carreras de caballos, se preparan platillos típicos, multitudes se reúnen y marchan en silencio llevando velas encendidas; se hacen sonar las campanas de los templos y al fondo se escucha el murmullo de oraciones en quechua (antigua lengua inca).
Se elaboran alfombras y arcos florales, se prepara el licor de caña para las procesiones, suenan los tambores y las trompetas con notas fúnebres.
La paz del espíritu también debe llegar al estómago y se degustan platos típicos como sopas y potajes a base de pescado seco, trigo y olluco; se disfrutan postres como dulces de manzana o choclo (elote).
En Bolivia, donde el cielo está más cerca y al alcance de la mano, una de las tradiciones de mayor popularidad es la llamada Kespiyariña ("madrugarle" al vecino) en "viernes de crucifixión", en que se hacen picardías.
En Venezuela el poder de "los judas" no impide que se les queme, tradición que evoca el pasaje bíblico en que Jesús es traicionado por Judas, personaje que cambia cada año para emular a alguien repudiado socialmente.
La gente confecciona muñecos de trapo que rellena con fuegos artificiales para quemarlos colectivamente y eliminar con ello al "traidor".
En Ecuador los corazones están menos afligidos con un plato de mote, porque dejar de degustar una buena "fanesca" puede resultar una herejía, platillo típico en estos días preparado con granos y pescado como ingredientes principales.
Platillos tradicionales, notas musicales, velas encendidas, coronas de espinas, pies descalzos que sangran, templos con gente sencilla, visitantes de playas, juegos o penitencia, cualquiera que sea la manera de recordar la Semana Santa es una fecha tradicional del año.
DEVOTOS MODERNOS Y PRACTICAS ANTIGUAS
Al igual que en América Latina, durante la Semana Santa en otros países se acostumbra recrear y buscar alivio al sufrimiento por la muerte de Jesús.
En Jerusalén, donde se ubica el lugar más sagrado del cristianismo, judaísmo e islamismo, miles de cristianos, en su mayoría palestinos, recuerdan los episodios centrales de la Semana Santa bajo estrictas medidas de seguridad debido al conflicto palestino-israelí.
En el Domingo de Ramos miles de devotos suben en procesión al Monte de los Olivos. El Viernes Santo, los peregrinos, en su mayoría con cruces de madera para rememorar el sufrimiento de Jesús, recorren la Vía Dolorosa hacia el Gólgota para recordar la crucifixión de Cristo.
El Sábado Santo o de Gloria, miles de cristianos se congregan en la Antigua Ciudad de Jerusalén para honrar en el Santo Sepulcro el paso de Jesús de la muerte a la resurrección.
El Domingo de Pascua, los católicos celebran la resurrección de Cristo en el Santo Sepulcro con cantos y rezos.
España, donde cerca de 75 por ciento de la población profesa la fe católica, también se transforma para representar la pasión de Cristo. Después de meses de preparación, Jesucristo, la Virgen María, los apóstoles y Poncio Pilatos cobran vida. Ciudadanos comunes, convertidos en actores religiosos, se preparan para representar con fervor los episodios más importantes de la muerte y resurrección de Jesús.
Como señal de luto en esta época de pesar, los españoles católicos no consumen carne y optan por diversos alimentos que se han vuelto tradicionales. Entre ellos están los preparados a base de pescado y verduras. También es común la sopa de ajo, el potaje de verduras y legumbres cocidas, y diversos postres como la rosca de pascua, el arroz con leche y las torrijas.
Los filipinos conmemoran la Semana Santa con una serie de rituales, que por su violencia han sido rechazados por las autoridades eclesiásticas. Algunos devotos tratan de expiar sus culpas por medio de sacrificios. Entre ellos están andar descalzos, colocarse en la frente una corona de alambre de púas, cargar pesadas cruces de madera mientras son azotados hasta que sus espaldas sangran.
En un país donde 80 por ciento de la población es católica, muchos filipinos están dispuestos a soportar el dolor que creen les ayudará a alejar el pecado, curar enfermedades o recibir favores de Dios.
La búsqueda del perdón incluso lleva a algunos filipinos a imitar el sufrimiento de Jesús en la cruz. Los "penitentes" están dispuestos a vivir de cerca la experiencia de la crucifixión. Los verdugos modernos los sujetan atravesando con clavos las palmas de las manos para que queden sujetos a una cruz de madera, donde permanecen algunos minutos. El sufrimiento, de acuerdo con sus creencias, les ayuda a estar más cerca de Jesús.
El estado de California es el lugar de Estados Unidos donde se conmemora con mayor fuerza la Semana Santa debido a la gran presencia de inmigrantes hispanos.
Mexicanos, salvadoreños y guatemaltecos, sobre todo, acostumbran realizar representaciones del Vía Crucis para mantener viva la tradición que al igual que ellos ha logrado traspasar la frontera y encontrar un lugar en un país mayoritariamente protestante.
Todas estas prácticas muestran que la tradición de la Semana Santa y el fervor de los creyentes están profundamente arraigados en cada una de las culturas.