Por Tian Dongdong
BEIJING, 5 mar (Xinhua) -- El doble rasero arraigado profundamente en la mente de algunos países occidentales los predispone respecto a China, nación que en su imaginación consideran sería mejor como un mercado gigante y un enano en materia militar.
De ahí que no sorprenda su ira hacia el recientemente revelado crecimiento del 10,1 por ciento en el presupuesto militar chino.
Sin embargo, el clamor de sus "preocupaciones" está fuera de lugar y es infundado al menos por tres razones.
Primero, desde el punto de vista comparativo, el actual gasto militar chino no es para nada elevado para un país que cuenta con la mayor población global y un territorio de nueve millones de kilómetros cuadrados que defender.
A través de cristales teñidos, algunos países y medios de prensa occidentales solo ven una amenaza respecto al presupuesto militar de China. Ellos desestiman intencionalmente el hecho de que el presupuesto de 2014 fue inferior al 1,5 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB), e incluso al nivel promedio mundial del 2,6 por ciento.
También ignoran deliberadamente que el gasto militar per cápita de China en 2014, una cifra clave que sus propios expertos manejan como un importante índice al analizar el presupuesto militar de una nación, es incluso menor -apenas una vigésimo segunda parte del de Estados Unidos, una novena parte del de Reino Unido y una quinta parte del de Japón, este último país sin tener siquiera un ejército regular.
Por ello, presentar a China como una amenaza sobre la base de su presupuesto militar inferior a lo que se supondría resulta absurdo.
Segundo, a diferencia de Reino Unido y Japón que cuentan con una alianza para intercambiar tecnología militar, es natural que la modernización militar de China sea más difícil, ya que tiene que depender mayormente de sí misma para comenzar de cero, lo cual evidentemente requiere de un gasto relativamente alto.
Esta realidad de la autodependencia está aún más profundizada por un infundado embargo de armamentos impuesto contra China por la Unión Europea y Estados Unidos. En este sentido, Occidente es un catalizador del relativamente "alto" presupuesto militar de China.
Tercero, el equilibrio de fuerzas, promocionado por los políticos occidentales como una ley de hierro en su biblia política, resulta inestable en Asia Oriental, con el caso de Japón que aprobó el mayor presupuesto militar de su historia en enero pasado.
Ningún país occidental podría mantener sus ojos cerrados ante las crecientes ambiciones militares de su vecino, por el bien del equilibrio de fuerzas o su propia seguridad nacional, mucho menos de un vecino reincidentemente alborotador.
Del mismo modo, una parte principal y responsable como China necesita de la fuerza suficiente para prevenir un posible conflicto o guerra motivados por errores de cálculo o vecinos impulsivos, así como para mantener la estabilidad y la paz en la región Asia-Pacífico y el mundo.
Por todo esto resulta justificado y normal el repunte del presupuesto militar de China. Presentarlo como un nuevo capítulo de la amenaza china no hace ningún bien a la confianza mutua entre China y Occidente, ni fortalece la postura moral de Occidente.