BEIJING, 31 ene (Xinhua) -- Desde hace tiempo, la cooperación entre China y Africa ha sufrido viles calumnias por parte de Occidente, aunque su naturaleza de beneficio mutuo ha sido repetidamente demostrada y ampliamente aclamada.
En la última prueba de la condición mutuamente beneficiosa de esta relación, la Unión Africana (UA) y China firmaron el martes un memorándum de entendimiento para fortalecer la cooperación en las infraestructuras de Africa, las cuales se han convertido en un cuello de botella que dificulta el desarrollo de este prometedor continente.
Sin embargo, el acuerdo, que como muchos otros es propicio para el desarrollo sostenible de Africa, no ha detenido el lodo de desprestigio de algunos sesgados medios de comunicación occidentales, que recurren a los términos como el "neocolonialismo" para desprestigiar la buena voluntad de China.
Tales afirmaciones, aunque suenen sensacionales, son puras calumnias y no tienen mercado en Africa ni en todo el mundo. Y detrás de las difamaciones, al menos de algunas de estas, están un par de ojos verdes de envidia y llenos de unos celos y una frustración nacidos del egoísmo.
Los países africanos, conscientes de que la falta de infraestructuras es uno de sus puntos débiles, han decidido desde hace mucho tiempo dar prioridad al desarrollo de estas para así acelerar su marcha hacia la modernización.
Según cálculos del Banco Mundial, se necesita una suma extra de 93.000 millones de dólares estadounidenses al año durante la próxima década para sufragar el déficit en el sector de las infraestructuras sólo en Africa.
Sin embargo, los países ricos de Occidente no les han ayudado mucho en esta materia, en parte debido a sus restricciones respecto al capital. Como señaló la revista The Economist, según las nuevas normas establecidas para empresas aseguradoras y fondos de pensiones en Europa, se penalizarán las inversiones ilíquidas a largo plazo, tales como carreteras, puertos y ferrocarriles. No obstante, los proyectos de esta índole son exactamente los que Africa necesita con urgencia.
Por otro lado, unas décadas después de la independencia de los países africanos, Occidente todavía no se ha desengañado de la intención anacrónica y provinciana de mantener al continente como su patio trasero.
Por ello, cuando China, un amigo verdadero de Africa que fue pobre y atrasado pero ahora se ha convertido en una potencia mundial, rica en recursos financieros y experiencia así como con tecnologías maduras, tendió su mano al continente, muchos en Occidente han mostrado su envidia.
Hasta el momento, China ha completado un total de 1.046 proyectos en Africa, ayudando en la construcción de 2.233 kilómetros de ferrocarriles y 3.530 kilómetros de carreteras, entre otros. Estos proyectos han mejorado, en gran medida, el nivel de la vida cotidiana del pueblo africano, y han facilitado el desarrollo socioeconómico de los países del continente.
Occidente, sin embargo, no tiene que sentarse a un lado, enojado y arrojando barro. China sola no puede cubrir las necesidades del desarrollo de Africa, que necesita toda la ayuda posible.
No obstante, en sus relaciones con Africa, los países occidentales deben aprender tanto de la historia como de China. Sólo tratando a Africa con respeto e igualdad y teniendo en cuenta los intereses del pueblo africano, podrán avanzar más en el continente de la esperanza.