Por Noemí Galbán
LA HABANA, septiembre 14, 2018 (Xinhua) -- Imagen del 30 de agosto de 2018 de la pintora cubana Flora Fong participando durante una entrevista, en su casa en la residencial barriada de Miramar, al oeste de La Habana, Cuba. Flora Fong, uno de los nombres imprescindibles de la plástica cubana de las últimas décadas con gran proyección internacional, sintió el deber de honrar a sus ancestros y ese primer acercamiento curioso que llegó por su padre chino se volvió una pasión que no la abandonó jamás. En sus incursiones en la pintura, el dibujo, la cerámica, el vitral, la escultura y el diseño de tejidos, el sincretismo cultural está presente y en cada creación, Flora Fong o Qiu Yun, como hubiera preferido su padre, ha ensanchado las rutas de la identidad cubana y todos los componentes que le dieron origen. (Xinhua/Joaquín Hernández)
LA HABANA, 14 sep (Xinhua) -- Una joven planta de bambú justo a la entrada de su casa en la residencial barriada de Miramar, al oeste de La Habana, revela no sólo la admiración de Flora Fong por China, sino el amor que profesa la pintora cubana por una cultura que corre por sus venas.
Una impronta que se refleja en sus cuadros con guiños caligráficos chinos, en sus esculturas inspiradas en las cometas tradicionales de esa nación asiática y en todo su quehacer creativo, desde que en 1970 se graduó de la Escuela Nacional de Arte de Cuba.
Desde ese entonces Flora Fong, uno de los nombres imprescindibles de la plástica cubana de las últimas décadas con gran proyección internacional, sintió el deber de honrar a sus ancestros y ese primer acercamiento curioso que llegó por su padre chino se volvió una pasión que no la abandonó jamás.
"Eso fue todo un camino y el principio se convirtió en propósito. Mi formación académica era totalmente occidental, por eso decidí buscar la oriental", expresó a Xinhua.
Se matriculó en una escuela de idiomas en La Habana en la década de los 80 del siglo pasado y por dos años estudió con esmero la caligrafía china, sus conceptos y fundamentos.
También se adentró en la filosofía de Laozi, Confucio y otros eruditos, en los periodos dinásticos, particularmente la dinastía Ming (1368-1644) y la fascinante historia pasada y reciente de un país que lleva dentro.
"Con ese legado tenía una gran fuente de inspiración y así me pasé 10 años tratando de incorporar esos elementos a mi pintura y sucedió que de tanto estudiar los gestos caligráficos y la pintura china, encontré un tema muy caribeño, los ciclones", recordó con entusiasmo.
LA HABANA, septiembre 14, 2018 (Xinhua) -- Imagen del 30 de agosto de 2018 de la pintora cubana Flora Fong participando durante una entrevista, en su casa en la residencial barriada de Miramar, al oeste de La Habana, Cuba. Flora Fong, uno de los nombres imprescindibles de la plástica cubana de las últimas décadas con gran proyección internacional, sintió el deber de honrar a sus ancestros y ese primer acercamiento curioso que llegó por su padre chino se volvió una pasión que no la abandonó jamás. En sus incursiones en la pintura, el dibujo, la cerámica, el vitral, la escultura y el diseño de tejidos, el sincretismo cultural está presente y en cada creación, Flora Fong o Qiu Yun, como hubiera preferido su padre, ha ensanchado las rutas de la identidad cubana y todos los componentes que le dieron origen. (Xinhua/Joaquín Hernández)
Los huracanes tan recurrentes en Cuba y su fuerza devastadora, sirvieron a Flora para reencontrarse con sus raíces asiáticas y combinar esa herencia con la luz, el viento, el mar y la naturaleza del trópico que caracterizan su obra y le imprimen un sello único en el panorama artístico cubano contemporáneo.
"Ahí empecé a trabajar con las palmas, pero no son las que vemos en nuestro horizonte, obedecen al carácter de bosque en chino. Luego les construí el penacho a las palmas y les empecé a dar movimiento porque el ciclón lo permitía", comentó.
Y de repente, como una gran revelación, de los cuadros expuestos en su galería personal, comenzaron a descubrirse otros muchos caracteres como el de hombre, castigo, montaña, jardín, gran viento, sol, lluvia, nube y otros más que la artista utiliza con asombrosa naturalidad y frescura.
Fusión armónica de dos culturas muy distantes que Flora, desde sus inicios, fue consciente de querer acercar para dar paso a un arte original, capaz de apropiarse de elementos de la legendaria China y de la Cuba caribeña para proponer una nueva forma de admirar la realidad que nos rodea.
En ese afán comenzó a utilizar la estructura cuadrara de muchos caracteres desde el punto de vista compositivo en sus obras, lo cual le permitió incluso desarrollar los grandes formatos que tanto le gustan a pesar de su baja estatura.
Pues Flora se crece ante el lienzo y en una explosión de creatividad propia de su ser, incorporó a las tonalidades azul y amarillo que prefiere para mostrar la insularidad cubana; el rojo, blanco y negro para definir los rasgos lineales de la escritura china.
Variedad cromática que la transporta a su niñez cuando con lápiz y papel pintaba todo lo que veía a su alrededor, especialmente las reproducciones que decoraban las paredes de su casa y cuyas versiones impresionaban a su padre.
LA HABANA, septiembre 14, 2018 (Xinhua) -- Imagen del 30 de agosto de 2018 de la pintora cubana Flora Fong participando durante una entrevista, en su casa en la residencial barriada de Miramar, al oeste de La Habana, Cuba. Flora Fong, uno de los nombres imprescindibles de la plástica cubana de las últimas décadas con gran proyección internacional, sintió el deber de honrar a sus ancestros y ese primer acercamiento curioso que llegó por su padre chino se volvió una pasión que no la abandonó jamás. En sus incursiones en la pintura, el dibujo, la cerámica, el vitral, la escultura y el diseño de tejidos, el sincretismo cultural está presente y en cada creación, Flora Fong o Qiu Yun, como hubiera preferido su padre, ha ensanchado las rutas de la identidad cubana y todos los componentes que le dieron origen. (Xinhua/Joaquín Hernández)
"El me seguía porque le daba mucha curiosidad y me decía: Pinta a Fidel (Castro) montando un caballo. A mí me daba mucha gracia eso, pero se lo dibujé", recordó.
Recién había triunfado la Revolución cubana en 1959 y se abrió la posibilidad de que niños y jóvenes de todos los estratos sociales estudiaran en las escuelas de arte existentes en cada provincia del país.
Ella ingresó con sólo 10 años en la de su natal Camagüey, a unos 550 kilómetros al este de la capital, para luego continuar superándose en La Habana y se formó en esa academia, cuyos principios y técnicas atesora, pero no fueron suficientes para permitirle mostrar lo que necesitaba transmitir.
Por eso tempranamente giró su "cabeza del occidente hacia el oriente", tal y como esta cubana de ojos rasgados reconoce, y decidió apostar por la fascinante sabiduría china donde el equilibrio entre naturaleza y hombre es cardinal.
"Mi nombre chino significa Nube de otoño (Qiu Yun), fue el nombre que me dio mi padre, es un regalo", explicó Flora mientras recorre con la vista parte de sus pinturas.
En ellas hace gala de su nombre y como un canto a la naturaleza irrumpe con mirada profunda, indagadora y raigal en la relación entre el hombre y su entorno, este último visto como un obsequio que se debe proteger y del que siempre se debe aprender.
LA HABANA, septiembre 14, 2018 (Xinhua) -- Imagen del 30 de agosto de 2018 de la pintora cubana Flora Fong pintando un cuadro, en su casa en la residencial barriada de Miramar, al oeste de La Habana, Cuba. Flora Fong, uno de los nombres imprescindibles de la plástica cubana de las últimas décadas con gran proyección internacional, sintió el deber de honrar a sus ancestros y ese primer acercamiento curioso que llegó por su padre chino se volvió una pasión que no la abandonó jamás. En sus incursiones en la pintura, el dibujo, la cerámica, el vitral, la escultura y el diseño de tejidos, el sincretismo cultural está presente y en cada creación, Flora Fong o Qiu Yun, como hubiera preferido su padre, ha ensanchado las rutas de la identidad cubana y todos los componentes que le dieron origen. (Xinhua/Joaquín Hernández)
"La naturaleza me da fuerza, es mi inspiración, me gusta pintar el mar por su tranquilidad y los ciclones por su fuerza interior", dos cualidades que la identifican, pues es sosegada, pero decidida y tenaz.
La definen también la humildad, disciplina y constancia, herencia de su padre laborioso y persistente como sus antepasados chinos, un legado que irradia su quehacer artístico.
Durante la charla y mientras llegó como atraída por un imán a su estudio-taller, admitió que pinta todos los días en ese espacio ubicado al fondo de su casa, rodeada de una vegetación acogedora y acompañada por sus mascotas y una emisora radial local que transmite música instrumental.
Ocasionalmente su asistente o alguno de sus dos hijos, Li y Liang también artistas plásticos, la ayuda en alguna nueva idea.
Le agrada crear en las mañanas, pero si la musa la atrapa continúa en la tarde y hasta la hora que sea necesaria.
De allí han surgido sus muestras más aclamadas, desde las reveladoras "Remolinos y Ciclones" y "Ancestros" que abrieron un nuevo espectro en la pintura cubana, hasta "Hojas de tabaco y Platanales", "Caribe", "Las Antillas y Bahía", "Girasoles" y "Caribe Ming: imagen, caligrafía y verso".
El 2006 marcó un nuevo comienzo para la artista, pues realizó una serie de esculturas de acero negro y gran formato en las que llevó a un nivel tridimensional la escritura china y los caracteres cuadrados.
LA HABANA, septiembre 14, 2018 (Xinhua) -- Imagen del 30 de agosto de 2018 de la pintora cubana Flora Fong participando durante una entrevista, en su casa en la residencial barriada de Miramar, al oeste de La Habana, Cuba. Flora Fong, uno de los nombres imprescindibles de la plástica cubana de las últimas décadas con gran proyección internacional, sintió el deber de honrar a sus ancestros y ese primer acercamiento curioso que llegó por su padre chino se volvió una pasión que no la abandonó jamás. En sus incursiones en la pintura, el dibujo, la cerámica, el vitral, la escultura y el diseño de tejidos, el sincretismo cultural está presente y en cada creación, Flora Fong o Qiu Yun, como hubiera preferido su padre, ha ensanchado las rutas de la identidad cubana y todos los componentes que le dieron origen. (Xinhua/Joaquín Hernández)
"Una nueva dimensión" se llamó la exposición que en 2008 fue inaugurada en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, donde la crítica especializada quedó fascinada ante la propuesta de Flora con sus monumentales obras.
"Mi punto de referencia fueron las cometas chinas que mi papá hacía y eran una belleza. El hacía dos pájaros volando unidos por una sola cuerda que cantaban por unos silbatos que tenían en los picos hechos con bambú", evocó.
Recuerdos de la infancia de los que se apropió Flora y muy conscientes de ellos años más tarde pidió al padre, ya anciano, que la ayudara a reconstruir esas cometas para aprender las habilidades manuales que se precisan en su elaboración y que despertaron en ella una nueva afición.
"Por eso mis esculturas se despojan de su masa, parecería algo contrapuesto, pero es cierto porque el primer punto de partida es la cometa china que es planimétrica, tiene otra concepción, aunque no deja de ser escultórica", explicó.
Confesó que la clave para todo artista es crear porque en esa búsqueda "algo nuevo te sorprende". Por eso Flora siempre se renueva y busca con desenfado los útiles para reinventarse, lo mismo con la delicadeza del pincel que a golpe de martillo, cincel y soplete.
En sus incursiones en la pintura, el dibujo, la cerámica, el vitral, la escultura y el diseño de tejidos, el sincretismo cultural está presente y en cada creación, Flora Fong o Qiu Yun, como hubiera preferido su padre, ha ensanchado las rutas de la identidad cubana y todos los componentes que le dieron origen.