“Mi nombre se había decidido antes de que yo naciera”, contó a Xinhuanet Zhang Xue, joven heredero del arte milenario del bordado de Suzhou.
“Xue (que significa las nieves en chino) suele ser un nombre de mujer, y así esperaba mi madre, que yo iba a ser una niña”, nos explicó.
Xue Jindi, madre de Zhang Xue y maestra de nivel investigador del bordado, deseaba tener una hija a quien le podría pasar toda su pericia del arte.
El bordado de Suzhou data de más de 2.000 años atrás. Según los antiguos manuscritos del Reino de Wu (siglo XII a.C – 473 a.C.), el bordado se aplicaba como un elemento decorativo para variadas ocasiones ceremoniales y festivas.
Por más de dos milenios, las mujeres de la región oriental del país se dedican a la creación del arte refinado para perfeccionarlo hasta un nivel divino: “Las flores brillan de colores con los movimientos de los dedos de jade, los pájaros se visten de plumaje al paso de la aguja dorada”, dice un poema de la dinastía Tang.
Xue nació en Zhenhu, el sitio de origen e importante centro de producción del bordado de Suzhou.
Desafortunadamente, mientras el arte del bordado se reconoce como un patrimonio cultural no material, en los últimos años el sector ha venido perdiendo talentos humanos a causa de la ardua labor y, en contraste, el bajo salario y la falta de respeto de la sociedad.
Cuando Xue regresó a Zhenhu de visita al graduarse de la universidad, se dio cuenta de una realidad que le entristeció.
“En la época de su apogeo, se dice que en Zhenhu había más de 8.000 bordadoras, mientras que, en mi generación, entre los jóvenes de menos de 35 años de edad, los que se dedicaban al arte no llegamos a los 50”, lamentó.
Tanto le dolió la pérdida gradual de un tesoro invalorable que Xue tomó una decisión que sorprendió a todos, sobre todo a su madre: El decidió aprender el bordado para heredar el arte majestuoso.
“Es un muchacho que ha estudiado mucho. Podría hacer realidad una causa más grandiosa. Todos me preguntaban por qué o sentían lástima”, narró la madre Jindi. “Pero a mí, honestamente, me alegró que él quisiera heredar el bordado”.
Desde allí, durante siete años, Xue pasaba sus días en el taller de su madre para recibir un entrenamiento rígido en calidad de discípulo.
No obstante, nunca fue su intención repetir los patrones típicos de mujeres bonitas, paisajes o gatitos adorables. “Lo que busco es la respuesta a la pregunta: ¿Cómo inyectar nueva vitalidad en este arte milenario?”, planteó el artista.
Al objetivo de introducir un renovador vigor en el bordado tradicional, Xue volvió a la universidad para estudiar las bellas artes y comenzó su experimento de combinar los elementos novedosos del arte con temporáneo y un estilo minimalista casi filosófico con la pericia que venía adquiriendo de su madre.
En una de sus obras más aplaudidas, él intentó recrear el sistema solar con una variedad de distintas técnicas que ya se están volviendo obsoletas y al borde de desaparecer por completo. Explicaba Xue que para cada planeta se aplicaba una técnica diferente, con colores enigmáticos, un ímpetu expresivo y una mayor delicadeza.
Por otro lado, “un factor también crucial existe en el diseño del bordado tradicional”, sostuvo Xue. “El diseño suele ser abundante y lleno, lo cual significa mayor intensidad laboral y un precio elevado.”
Adoptando el estilo minimalista, Xue creó una serie de trabajos concisos en representación de las cuatro estaciones que, según sus clientes, “valen la pena saborear”.
Los resultados de sus arduos esfuerzos y la creación ingeniosa le han ganado múltiples honores y galardones, incluyendo el premio dorado de la Exposición de la Industria Cultural Provincial de Jiangsu, por las obras de “La Galaxia”, “Las Cuatro Estaciones” y “El Zen”, entre otras.
Sus trabajos aparecen en caras de relojes, auriculares, en la joyería, en las paredes como decorativos, y en las galerías artísticas.
Con miras al futuro, Xue dijo que continuaría la búsqueda de la innovación del bordado tradicional. “Deseo hacer obras mejores y seguiré explorando”, expresó.
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