Tenzin Jampel,sentado al lado del rio Lhasa, disfrutando de la belleza paisajística de su tierra nativa, pensando en su amor con su novia. (Xinhua/Huang Yongxian)
por Huang Yongxian
BEIJING, 18 mar (Xinhua) -- En la víspera del Año Nuevo Tibetano, el joven tibetano Tenzin Jampel, empleado de una emisora de radio en Beijing, regresó a Lhasa por trabajo.
Durante todo su viaje una cuestión persistía en su cabeza y era muy difícil olvidarse de ella: su relación con una chica de la etnia han. Ambos jóvenes llevan mucho tiempo enamorados, pero Jampel tiene un poco de miedo de contárselo a sus padres y hermanos.
La familia de Jampel vive en el distrito de Gongkar de la prefectura tibetana de Shannan. Tras graduarse en una universidad en Beijing, Jampel optó por quedarse en la ciudad donde ha encontrado un trabajo que le gusta.
Durante su estancia en la capital china conoció a una chica de la etnia han y ya llevan juntos mucho tiempo. Pero, con el correr del tiempo, aumenta su inquietud en el corazón, sin saber qué hacer y cómo explicar sus sentimientos a su madre.
Su novia le trata muy bien y él también la quiere mucho. Los padres de la muchacha comprenden la situación y apoyan la relación. Pero Jampel sabe bien que su propia familia se opondría, especialmente su madre, que padece una dolencia cardíaca. Jampel no se atreve a decírselo a su madre por miedo a herirla y que su salud se deteriore.
Sun Siku, su esposa Akya Drolma y sus hijos (Xinhua/Huang Yongxian)
"En realidad, no es que mi madre se oponga a mi noviazgo con una chica de la etnia han, no tiene nada que ver con la etnia o la religión, sino que ella está preocupada porque yo no vuelva jamás a mi casa en el Tíbet tras casarme con mi novia. Mis padres querían que regresase al hogar tras terminar mis estudios en Beijing", explicó.
Jampel tiene cuatro hermanos más. Él es el segundo más mayor y tiene dos hermanos y una hermana más pequeños. Su hermana mayor padece un serio problema de salud desde muy joven y pasará toda su vida en un templo como monja.
Sus tres hermanos pequeños son aún menores de edad y por ello Jampel se ha convertido en el pilar de la familia. Sus padres y otros familiares quieren que regrese a casa y asuma el mando de la familia, como dicta la tradición tibetana.
Jampel explica que no pensó que cuando se enamorase se tendría que enfrentar a la posible oposición de su familia. No sabe qué hacer y se angustia frecuentemente por ello.
En Beijing conoce a unos paisanos tibetanos, algunos de ellos, tanto hombres como mujeres, casados con personas de la etnia han.
Hablando sobre su matrimonio y familia, la cara de Drolma deja ver su felicidad. (Xinhua/Huang Yongxian)
Esos matrimonios mixtos, que se llevan bien y viven felices, hacen que Jampel sienta mucha envidia y desee que su amor también tenga un final feliz.
El problema de Jampel es un poco especial y raro. En realidad, muchas parejas mixtas como la suya no tuvieron muchos problemas. En la aldea de Gangdoi, del distrito de Gongkar, un joven llamado Sun Siku, oriundo de la provincia oriental de Shandong, en una situación similar vivió un desenlace feliz.
Sun Siku, que tiene 40 años, conoció hace 13 a su actual esposa tibetana Akya Drolma en un sitio de construcción en una estación hidroeléctrica en el Tíbet. Por aquel entonces, la joven pareja consiguió sin problemas el permiso y las felicitaciones de sus respectivas familias y crearon pronto la suya propia.
La famila de Sun celebró el Año Nuevo Tibetano de este año según los hábitos y costumbres tibetanos. El mes pasado, también festejaron la Fiesta de la Primavera del Año Lunar Chino según los hábitos y costumbres de los han.
Como esposa, Akya Drolma explica que al comienzo de su noviazgo valoraba mucho lo simple y sincero que era su novio, así como lo bien que le cuidaba. Drolma anunció a sus padres su relación con Sun y obtuvo su comprensión y apoyo para casarse. Ahora, ellos tienen dos hijos y llevan una vida feliz y estable.
Sun Siku apunta que durante los primeros compases de su matrimonio, algunos vecinos de su aldea solían chismorrear sobre su familia. Pero con el correr del tiempo, los vecinos les conocieron más y les entendieron mejor. Ahora mucha gente ha cambiado su actitud hacia su matrimonio.
Sun Huzi, su esposa Yeshe Drokar y sus hijos a la puerta de su casa (Xinhua/Huang Yongxian)
La familia de Sun, junto con otras 29 familias de matrimonios mixtos tibetano-han, se lleva bien con otras familias de la aldea en medio de un ambiente de armonía y tranquilidad. Incluso muchos vecinos califican cariñosamente a sus hijos de "hijos de la etnia Unidad".
La aldea de Gangdoi, a una altitud de 3.550 metros sobre el nivel del mar, tiene 296 familias en total. En el pueblo viven 29 familias fruto de matrimonios tibetano-han.
En la localidad suele decirse un proverbio tibetano "Los tibetanos y los han se quieren y se tratan como familiares, son como el té y el sal, inseparables en la altiplanicie nevada". Este dicho es el reflejo de la cohesión étnica y armonía en la que conviven los habitantes de la aldea.
Sun Huzi, un paisano de Sun Siku, se casó con Yeshe Drokar, hermana de Drolma. Los dos jóvenes se conocieron cuando trabajaban en el aeropuerto de Gongkar en Lhasa.
Lo que Jampel ha oído y visto en su tierra natal le ha impresionado y animado mucho. Para su alegría, ha visto cómo muchos matrimonios tibetano-han viven en paz y felicidad. Apunta que valorará mucho su relación con su novia y tratará de persuadir a sus padres y hermanos para que entiendan, acepten y apoyen su relación.