BEIJING, 9 nov (Xinhua) -- Los lazos entre China y Estados Unidos han avanzado en los últimos ocho años y, mientras se prepara para asumir su cargo, el presidente electo estadounidense, Donald Trump, debería trabajar para mantener ese ímpetu de forma que la relación bilateral más importante del mundo siga progresando.
Los vínculos entre Beijing y Washington han experimentado un progreso notable desde que, en 1972, el entonces presidente estadounidense Richard Nixon realizase una visita a China que sirvió para romper el hielo y establecer una relación que, en las décadas siguientes, se mostraría de repercusiones mundiales.
Por esta razón, los dos países han mostrado un deseo inequívoco en los últimos años de mejorar su comunicación y cooperar mejor entre sí.
Las reuniones entre los máximos líderes se suelen considerar un barómetro de las relaciones bilaterales. Los largos paseos y conversaciones que en varias ocasiones mantuvieron los presidentes chino, Xi Jinping, y estadounidense, Barack Obama, sirvieron para evidenciar el crecimiento de los lazos.
En los últimos tres años desde la cumbre de Sunnylands, los vínculos entre China y Estados Unidos han llegado a nuevas alturas en comercio, inversión en los dos sentidos e intercambios personales.
También han progresado en la negociación de un tratado de inversión bilateral, han evolucionado en cuanto al fortalecimiento de la confianza entre sus dos fuerzas armadas y han conseguido algunos avances en lo que respecta a la cooperación en ciberseguridad.
Trabajando codo con codo y con otros actores internacionales, los dos países firmaron un acuerdo climático histórico y condujeron el conflicto nuclear iraní a un final positivo mediante la diplomacia.
Por supuesto, la relación entre las dos mayores economías del mundo ha tenido también sus fricciones.
En este sentido, se considera que la estrategia de Washington de reequilibrar Asia-Pacífico, en virtud de la que pretende reubicar buena parte de sus recursos diplomáticos y militares en la región, tiene a China como objetivo.
La Casa Blanca ha hecho poco para disipar estas dudas en Beijing y, poco después de anunciar su estrategia, buques de guerra estadounidenses comenzaron a irrumpir en el Mar Meridional de China con cada vez más frecuencia y siempre bajo el pretexto falso de proteger "la libertad de navegación" en la zona.
Este tipo de acciones ha envalentonado a algunos demandantes en ese mar, azuzando así la tensión en la región de Asia-Pacífico, mayormente pacífica, y atenuando la perspectiva de una solución pacífica a las disputas marítimas regionales.
China ha reiterado que da la bienvenida a un papel constructivo de Estados Unidos en Asia-Pacífico y ha subrayado que el Pacífico es lo suficientemente grande para acomodar a ambos.
Si bien es cierto que los dos países tendrán siempre sus desencuentros, no están ni mucho menos inmersos en un juego de suma cero.
Gestionando de forma adecuada sus divergencias y trabajando para reforzar la confianza mutua, el próximo Gobierno estadounidense y Beijing pueden construir conjuntamente un nuevo paradigma de relaciones entre grandes potencias.