MEXICO, 8 oct (Xinhua) -- Miles de migrantes haitianos y africanos, varados en dos ciudades fronterizas del noroeste de México, viven hoy en la incertidumbre de poder entrar a Estados Unidos, después de que recorrieran medio América Latina en una ruta que en la mayoría de los casos tomó tres meses.
Hombres y mujeres, algunas embarazadas, duermen en calles de Tijuana y Mexicali, estado de Baja California, en tiendas de campaña o incluso sobre cartones, mientras que los cientos más afortunados se refugian en albergues saturados ante el incremento del fenómeno migratorio que comenzó en mayo pasado.
"Todo esto se ha vuelto para ellos un tormento que no termina", dijo a Xinhua Margarita Andonaegui, coordinadora del Desayunador Salesiano "Padre Chava", un comedor comunitario para hombres deportados en la frontera de Tijuana que adecuó su servicio para recibir a los haitianos y africanos.
La mayoría viajaron desde Brasil y Ecuador luego de que años atrás llegaron a esos países, en el caso de los haitianos a consecuencia del terremoto que devastó la isla caribeña en enero 2010, explicó el presidente de la asociación civil Comité Ciudadano en Defensa de los Naturalizados y Afromexicanos, Wilner Metelus.
Los africanos, en gran porcentaje originarios de Congo y en menor medida de Costa de Marfil, Nigeria y Senegal, se habían mudado a Brasil cuando Luiz Inácio Lula da Silva era el presidente y abrió el país sudamericano a migrantes africanos, agregó.
Expuso que dos factores desataron la masiva migración rumbo a Estados Unidos: la crisis económica que atraviesa Brasil y el discurso antiinmigrante del candidato republicano a la Casa Blanca, Donald Trump, que amenaza con deportar a los migrantes si gana las elecciones del 8 de noviembre.
"Están aprovechando este tiempo antes de las elecciones para entrar a Estados Unidos. Piensan que si ganara Trump podría ser más difícil", indicó a Xinhua Metelus, un académico sociólogo e internacionalista.
Sin embargo, después de atravesar al menos siete fronteras en autobús y andando, los migrantes descubren en las garitas de Tijuana y Mexicali que el cruce a suelo estadounidense es tardado y que no hay una garantía de que se les conceda protección temporal o asilo.
La Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza (CBP, por sus siglás en inglés) redujo el cruce de 100 a 50 migrantes internacionales por día después de que el flujo aumentó en mayo, coincidieron Metelus y Andonaegui.
Además, Estados Unidos anunció el 22 de septiembre que concederá asilo sólo a los haitianos que demuestren que su vida corre peligro y que reanudará la deportación de los que no tengan documentos migratorios, interrumpida cuando flexibilizó un permiso temporal por el terremoto.
Según Andonaegui, si en mayo o junio los migrantes tardaban pocos días en cruzar la línea, ahora la espera para que sean atendidos por la CBP es de uno o dos meses, tiempo que enfrentan sin dinero en los bolsillos y a expensas de los refugios o de que los propios habitantes les donen alimentos.
En el largo viaje los haitianos y africanos gastaron el dinero que ahorraron trabajando, en su mayoría, en la construcción de estadios para la Copa del Mundo Brasil 2014 o los Juegos Olímpicos de Río 2016, además de que muchos de ellos fueron estafados por traficantes o asaltados en el camino, señaló Metelus.
"Hay una situación de estrés porque ya quieren moverse y no pueden. Luego del anuncio de la autoridad de Estados Unidos de que va a empezar a deportar están viviendo una incertidumbre muy fuerte", aseguró Andonaegui.
"La realidad es que están viviendo un infierno y nos lo comparten", agregó la coordinadora del desayunador administrado por religiosos católicos.
La delegación del Instituto Nacional de Migración (INM) en Baja California señaló hoy a la prensa local que actualmente hay unos 3.000 migrantes en la frontera y que han sido cerca de 9.400 haitianos los que han llegado desde mayo, de los cuales 7.000 ya cruzaron a Estados Unidos.
Metelus expuso que su información apunta a que hay 6.300 haitianos y africanos varados en Tijuana y Mexicali, además de que otros 2.500 están en la ciudad de Tapachula, estado de Chiapas, en el sureste de México, tras cruzar recientemente desde Guatemala.
Se trata en su mayoría de hombres de entre los 20 y 30 años de edad, el grueso de ellos dedicados a la construcción o los servicios, aunque el académico calculó que un 10 por ciento son profesionales con estudios de licenciatura y posgrado.
"Hay centenas que están en las calles y les falta comida. En los albergues ya no cabe la gente" , dijo Metelus.
Sólo el Desayunador "Padre Chava" está albergando a 426 hombres, mujeres y niños cuando su capacidad es para 88 personas. Desde mayo han dado techo y alimento a más de 3.500 migrantes en su mayoría de Haití y Congo.
"Ahorita tuvimos un colapso de una señora que se salió fuera de sí porque son muchas y hacen línea para bañarse, para comer, y en su desesperación, en su cansancio, en su incertidumbre, terminan fuera de control", relató Andonaegui.
Manifestó que varios comercios en Tijuana están dispuestos a emplearlos mientras esperan el cruce, pero su permiso de estancia temporal no lo permite.
"Son gente productiva y están sanos hasta este momento. No sé que vaya a pasar después en la situación de banqueta y ocio en la que están", advirtió la encargada.
La Secretaría de Gobernación, el ministerio del Interior mexicano, indicó el 6 de octubre que está planteando una acción de "carácter hemisférico" para atender la situación en coordinación con otros países.
Metelus afirmó que México no puede resolver sólo la situación y, por un lado, tiene que negociar con Estados Unidos para que los reciba, mientras que con los países latinoamericanos debe acordar puentes para que el flujo migratorio sea ordenado y seguro.
"Nunca he escuchado de un fenómeno así. He tenido cercanía con ellos y los testimonios de verdad afectan psicológicamente", lamentó el activista.