BEIJING, 29 jul (Xinhua) -- Una nueva guerra fría se cierne sobre el noreste de Asia debido a la insistencia de Estados Unidos en el despliegue de un sistema de defensa antimisiles en la República de Corea, un acto provocador que podría dividir aún más la región, desencadenar una nueva carrera armamenística y aniquilar las esperanzas de desnuclearizar la Península de Corea.
Inmediatamente después del final de la Segunda Guerra Mundial, el bloque occidental liderado por Washington buscó dictar el orden mundial de posguerra y contener a la Unión Soviética, a fin de asegurarse la supremacía y propagar el capitalismo y sus valores en todo el mundo. Y así es cómo empezó la Guerra Fría.
Durante las siguientes cuatro décadas de confrontación, la mayoría de los países del mundo se vieron obligados a tomar partido y pagar un elevado precio por las luchas entre las dos superpotencias, un precio no inferior al de las guerras 'calientes' sin cuartel.
Casi tres décadas después de la desintegración de la Unión Soviética, EEUU, el país más poderoso del planeta, se arriesga a incitar la vuelta de los enfrentamientos, el caos y el distanciamiento en el noreste de Asia.
La administración Obama declaró que el escudo antimisiles puede ayudar a defender a Corea del Sur contra la potencial amenaza de seguridad de su vecino de la República Popular Democrática de Corea (RPDC).
Sin embargo, dado que el sistema antimisiles Terminal de Defensa de Area de Alta Altitud (THAAD, por sus siglas en inglés) está diseñado para derribar misiles balísticos intercontinentales a una altitud relativamente alta, la RPDC solo necesita cohetes de corto alcance y armas convencionales para lanzar ataques devastadores contra su vecino sureño, lo que hace del escudo una fuerza de disuasión ineficaz.
Además, el THAAD, que tiene un alcance aproximado de 200 kilómetros para la interceptación de misiles, será instalado en el condado de Seongju, a unos 300 kilómetros al sureste de la capital surcoreana, lejos de la frontera con la RPDC. Esto significa que Seúl y las áreas de su alrededor, que es la región más poblada del país, no estarán protegidas.
Así, es insostenible la lógica de Washington sobre el despliegue del THAAD, su motivación interesada se nota a la legua.
Se cree que el sistema de radar de banda X del THAAD puede alcanzar al menos 2.000 kilómetros en su modo avanzado. Cuando lo despliegue en Corea del Sur, Estados Unidos podría vigilar convenientemente China y Rusia, planteando un gran amenaza a los intereses de seguridad de los dos países y a la paz regional.
Con el consentimiento por parte de Seúl para instalar en suelo surcoreano el sistema antimisiles THAAD, sin duda se puede esperar una nueva carrera armamentística. Si así ocurre, los países de la región afrontarán un dilema de seguridad, así como un inevitable ciclo de acción y reacción.
Recientemente, el Ministerio de Defensa Nacional de China ha anunciado que Beijing probará su propio escudo antimisiles para incrementar las capacidades de autodefensa.
Asimismo, el despliegue del THAAD también sirve para animar a la RPDC a ser incluso más aventurera, con la fabricación de más bombas y el ensayo de más misiles.
En el caso de Rusia, no se espera que Moscú permanezca de brazos cruzados, si sus intereses nacionales se ven desafiados.
Al potenciar su posición militar y su alianza en la región, Washington está alimentando dos campos en conflicto a ambos lados del paralelo 38 de la Península de Corea, disminuyendo así la esperanza de que la cuestión nuclear de esta región se resuelva por medios pacíficos.
Por eso, Washington y Seúl tienen que actuar con la mayor prudencia posible; por el contrario, las repercusiones adversas de una decisión equivocada podrían resultar demasiado catastróficas como para ser superadas.