BEIJING, 18 sep (Xinhua) -- Las polémicas reformas de seguridad que el bloque gobernante en Japón, encabezado por el primer ministro Shinzo Abe, trata de promover el viernes a toda costa en la cámara alta del Parlamento serán una victoria para unos pocos pero un desastre para millones.
Al intentar echar el último pestillo para que los proyectos de ley se aprueben en el Parlamento, los pocos cientos de legisladores que los apoyan no están escuchando la voz de los ciudadanos ni la preocupación de los países vecinos que fueron víctimas de las atrocidades bélicas niponas.
En las últimas semanas desde el 16 de julio, Japón ha testimoniado multitudinarias manifestaciones de protesta por la aprobación de las reformas en la cámara baja.
La perspectiva de que sus seres queridos sean enviados a guerras en el extranjero en aras de otro país ha sacado a las calles incluso a los que normalmente se muestran indiferentes a los asuntos políticos.
La profunda preocupación por los proyectos de ley entre los japoneses ha socavado también la popularidad de la administración de Abe. Según varias encuestas de esta semana, la puntuación del premier cae al nivel más bajo desde que fue investido.
Los legisladores japoneses son los principales testigos del estruendoso enfado ciudadano por los proyectos de ley, pues cada vez que entran en el edificio del Parlamento o Dieta se tropiezan con manifestantes que portan símbolos antibélicos.
Sin embargo, parece que estas escenas no han hecho mella en el apoyo de los parlamentarios a los polémicos proyectos legislativos o es que probablemente están tan ocupados disfrutando de la casi segura victoria que no les queda energía para tener en cuenta la opinión pública.
Quizás tengan buenas razones para estar orgullos de lograr la hazaña de "liberar a Japón de las restricciones" de la Constitución pacifista, pero los cuadros favorables que pintan apenas pueden disipar los reparos nacionales a que Japón se pueda ver inmerso en una guerra no querida debido a la nueva política.
Merece también la pena resaltar que Japón debe parcialmente su rápido desarrollo y prosperidad económicos de los últimos 70 años a su compromiso con la paz tras su derrota en la Segunda Guerra Mundial. Cualquier desvío de esta senda pacífica puede también costarle mucho en terminos económicos.
Internacionalmente, la impopular medida podría tensar aún más los ya tirantes lazos con sus vecinos y, potencialmente, podría causar estragos en la estabilidad regional.
La promulgación de las reformas de seguridad es además una gran burla al orden mundial establecido tras la Segunda Guerra Mundial, especialmente en el año en el que la comunidad internacional celebra el 70 aniversario del fin de la contienda, la más sangrienta en la historia de la humanidad.