Por Raúl Menchaca
Imagen del 6 de mayo de 2025 del ebanista, José Miguel Rodríguez Cadalso, mostrando un abanico gigante en su casa, en la ciudad de Trinidad, provincia Sancti Spíritus, Cuba. Unos singulares abanicos, elaborados por el ebanista José Miguel Rodríguez Cadalso, engrosan el patrimonio de la centenaria ciudad de Trinidad, punto de atracción turística en el centro-sur de Cuba con una conservada arquitectura que hace que la urbe parezca atrapada en el tiempo. (Xinhua/Joaquín Hernández)
TRINIDAD, Cuba, 12 may (Xinhua) -- Unos singulares abanicos, elaborados por el ebanista José Miguel Rodríguez Cadalso, engrosan el patrimonio de la centenaria ciudad de Trinidad, punto de atracción turística en el centro-sur de Cuba con una conservada arquitectura que hace que la urbe parezca atrapada en el tiempo.
En la empedrada ciudad fundada en 1514 como tercera de las siete primeras villas establecidas en Cuba por los colonizadores españoles, los turistas se asombran cuando al pasar por la calle Cristo, a solo unos pasos de la Plaza Mayor, atisban por una enrejada ventana de la casa-galería de Rodríguez, a quien todos llaman "Cadalsito".
Un gigantesco abanico de madera, de casi cuatro metros de largo, adorna la pared frontal de la sala de la casa, acompañado por otros más pequeños, pero de igual valor artístico por la delicada elaboración.
El artesano, de 41 años y padre de tres hijos, demoró 26 meses y dos semanas en concluir el gigante abanico de cedro, que tiene más de 5.600 detalles calados, pesa cuatro kilogramos y es perfectamente funcional.
Esa singular obra ornamental le valió el Premio por la Creatividad y la Excelencia de la Artesanía Cubana en la edición de 2012 de la Feria Internacional de Artesanía, que cada año se realiza en La Habana.
Una imagen de la pieza, además, fue utilizada por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) para ilustrar, en 2019, el reconocimiento a Trinidad como Ciudad Creativa en la categoría de Artesanía y Artes Populares.
Pero el camino de ese carpintero devenido artista se inició mucho antes, cuando con apenas 17 años, y sin tener una formación académica, se atrevió en 2003 a restaurar los altares de la Iglesia de la Santísima Trinidad, un encargo que para muchos lo sobrepasaría, pero que cumplió con excelencia en dos años.
No obstante el éxito y la prometedora carrera como carpintero ebanista, en la vida del artista aparecería una nueva pasión a partir de 2005, cuando encontró, oculto entre las ramas de un árbol de mango, una verdadera pieza arqueológica: un abanico metálico de inicios del siglo XIX.
"La pasión comienza en el año 2005, donde fue encontrada una pieza arqueológica que es un abanico decorativo", dijo Cadalsito a Xinhua.
El hoy restaurado vetusto abanico, torcido y oxidado, lo halló en el antiguo ingenio de San Isidro de los Destiladores, unas ruinas de una fábrica de azúcar del siglo XVIII.
Y es que el restaurador también ha convertido su casa-galería en un pequeño museo arqueológico donde exhibe antiguos clavos, bisagras, instrumentos de trabajo, argollas, tejas criollas, vasijas de cerámica, botellas, columnas de madera, balaustradas y... el viejo abanico que desató la actual fiebre artística.
Son piezas que atesoran un pedazo de la historia de la ciudad y que, lejos de lo que ocurre en los museos convencionales, no se exhiben en vitrinas y pueden ser tocadas por los visitantes curiosos.
Pero la pasión por los abanicos casi domina la vida del artista, quien divide el tiempo entre la casa-galería y el taller, donde rodeado de instrumentos de carpintería, trozos de madera recuperada y aserrín, cada día trabaja solo y de manera manual, en una nueva creación en la que predominan los motivos arquitectónicos de la ciudad.
Ahora está empeñado en construir el abanico de madera más grande del mundo, una pieza que, aseguró, aspira a entrar en el Libro Guinness de los Récords.
"Me apasiona ese trabajo porque no he visto nada similar hasta este día. Quiero seguir marcando la diferencia en mi trabajo", afirmó con un brillo en los ojos.
Por lo pronto, se niega a vender el abanico gigante que exhibe en su casa-galería porque lo considera como "un patrimonio de la ciudad" y un legado que dejará a Trinidad, una urbe declarada por la UNESCO, en 1988, como Patrimonio Cultural de la Humanidad.
Imagen del 6 de mayo de 2025 del ebanista, José Miguel Rodríguez Cadalso, elaborando abanicos en su taller, en la ciudad de Trinidad, en la provincia de Sancti Spíritus, Cuba. Unos singulares abanicos, elaborados por el ebanista José Miguel Rodríguez Cadalso, engrosan el patrimonio de la centenaria ciudad de Trinidad, punto de atracción turística en el centro-sur de Cuba con una conservada arquitectura que hace que la urbe parezca atrapada en el tiempo. (Xinhua/Joaquín Hernández)