Por Raúl Menchaca
Trabajadores laboran en la recolección de cítricos en un área de cultivo agrícola urbano en el municipio Plaza de la Revolución, en La Habana, capital de Cuba, el 8 de septiembre de 2020. Con una millonaria factura alimentaria anual y ahora azotada por la enfermedad causada por el nuevo coronavirus (COVID-19), Cuba busca hoy potenciar la agricultura orgánica como fuente autóctona de alimentos y de alivio a los cuantiosos gastos en el mercado internacional. (Xinhua/Joaquín Hernández)
LA HABANA, 8 sep (Xinhua) -- Con una millonaria factura alimentaria anual y ahora azotada por la enfermedad del nuevo coronavirus (COVID-19), Cuba busca hoy potenciar la agricultura orgánica como fuente autóctona de alimentos y de alivio a los cuantiosos gastos en el mercado internacional.
"La agricultura orgánica representa un sistema estratégico para salir adelante con la producción de alimentos en las difíciles condiciones que atraviesa el mundo", dijo a Xinhua la agrónoma Elizabeth Peña, una mujer que ha dedicado buena parte de sus 55 años a las Ciencias de la Tierra.
Peña, quien es jefa del Grupo Nacional de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar en Cuba, explicó que a lo largo y ancho del país está desplegado un ambicioso movimiento de productores.
En la actualidad, con el empleo de tecnologías orgánicas se producen de manera permanente condimentos y hortalizas frescas en más de 8.000 hectáreas, lo que significa 7,4 metros cuadrados per cápita.
"En nuestros planes está alcanzar hasta 10 metros cuadrados per cápita", aseguró Peña, quien posee un doctorado en Ciencias Agropecuarias y desde 2018 forma parte del Consejo de Estado de Cuba.
En esas áreas se producen cada año un promedio de 1,2 millones de toneladas de hortalizas.
En ese sistema además están integradas 147.000 fincas suburbanas agrupadas en 2.200 cooperativas, las cuales producen alimentos, tanto de origen vegetal como animal, además de semillas, recursos forestales y otras producciones agropecuarias.
También están vinculados a ese movimiento 707.154 patios y parcelas donde se producen alimentos para el consumo familiar y comunitario.
Este tipo de producción no es nueva en Cuba, pues dio sus primeros pasos científicamente fundamentados hace unos 50 años, bajo la dirección del Instituto de Investigaciones Fundamentales en Agricultura Tropical Alejandro de Humboldt de La Habana.
Esa institución desarrolló los primeros controles biológicos de plagas y enfermedades y sentó las bases para impulsar el manejo agroecológico y la producción de semillas de hortalizas en condiciones tropicales.
Sin embargo, las producciones orgánicas cobraron fuerza a partir de 1987, cuando el hoy ex presidente y entonces ministro de las Fuerzas Armadas, Raúl Castro, impulsó la generalización del cultivo de hortalizas en canteros enriquecidos con abonos orgánicos.
De esa decisión nació el Movimiento Agroecológico de Organopónicos, posteriormente convertido en la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar, que pintó de verde varias zonas de las ciudades cubanas.
Peña afirmó que la agricultura orgánica y la urbana, vistas como sistemas integrales de producción de alimentos, asumen nuevos retos relacionados con la contribución a la soberanía alimentaria y a la mejora del medio ambiente y de la calidad de vida de las personas a través de una alimentación saludable.
La científica señaló que otro desafío es el uso de los conocimientos tradicionales en relación con el avance de la ciencia, así como la equidad de género, donde se manifiesta una mirada integradora de los sistemas de producción vinculados a la mejora de las relaciones sociales, culturales y económicas.
Sin embargo, para la experta no escapa el hecho de que el sector necesita de la inversión extranjera para darle solución a algunos insumos demandados en grandes volúmenes, como medios de transporte o sistemas de riego ahorradores.
De acuerdo con un estudio de factibilidad, la agricultura orgánica cubana requiere más de 100 millones de dólares, una cifra relativamente pequeña en relación con los 2.000 millones de dólares que cada año paga el país en el mercado internacional para la adquisición de alimentos.