Foto: La Fundación José Venturelli
Por Jorge Heine (Embajador de Chile en China)
Para los aficionados al arte latinoamericano en China, este verano ha sido enriquecedor. Entre las numerosas ofertas en cartelera, está la exposición “Maestros de América Latina: José Venturelli”, actualmente en el Museo de Arte Chino en Shanghai, después de casi un mes en la Academia de Finas Artes en Beijing y tres semanas en el Museo Jiangsu en Nanjing. La exposición itinerante incluye 40 obras del pintor chileno, estará en Shanghai hasta el 9 de octubre, y ha despertado enorme interés. ¿Por qué Venturelli?
El artista fue, desde luego, un gran amigo de China, país en el que vivió gran parte de la década de los cincuenta, y, de hecho, el lugar donde falleció, a la temprana edad de 64 años en 1988. Y su obra lleva la impronta de la geografía y la historia de su Chile natal, así como de las épicas luchas de su pueblo que retrató de manera tan elocuente en sus murales, cuadros y dibujos. Sin embargo, más allá de sus profundas raíces en Chile y la fuerte influencia que China tuvo en él y en su obra, su atractivo radica en su profunda universalidad.
Como él mismo lo puso en una entrevista en Beijing, “Es difícil fijar los límites de lo que es nacional. El espíritu no conoce fronteras. Pertenecemos a algo mucho mayor que una cierta geografía “. Sí, su obra, desde los pequeños dibujos hasta sus murales monumentales permeados de brillantes colores, tenían el fuerte sello de Chile, su naturaleza y sus luchas sociales. Pero, lejos de expresar una estrecha perspectiva nacional, trasmiten los sentimientos e impulsos creativos de un artista que había visto el mundo y había internalizado su significado.
Porque Venturelli era un hombre impulsado por una profunda curiosidad por comprender la Humanidad y su predicamento, curiosidad que lo llevó a la pintura como la mejor manera de hacerlo. Siendo aún adolescente, se dedicó a recorrer Chile y a absorber su loca geografía. Y a los 19 años, salió a recorrer mundo, para empaparse de lo que pasaba más allá de nuestra distante finis terrae.
A los 14 años, fue aprendiz del gran muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, para el que trabajó en un mural de una escuela en Chillán, en el Sur de Chile. Como veinteañero, fue invitado por Pablo Neruda a hacer los dibujos para ese verdadero magnum opus que es el Canto General de América, así como para otro de los libros del vate, Alturas de Machu Picchu. Más tarde, desarrolló una estrecha amistad con Pablo Picasso.
Y por medio de sus viajes por América Latina, Europa y Asia, así como durante su largo periplo en China, Venturelli pudo observar de primera mano la gran lucha de la Humanidad por la emancipación y la justicia social, una causa muy cercana a su corazón, y que inspiró gran parte de su obra. Y no es casualidad que el mural fuese su género pictórico favorito. La naturaleza por definición pública del arte mural le atraía profundamente.
La Revolución China lo impactó de lleno. En China, enseñó en la Academia de Finas Artes y jugó un papel importante en el Consejo Mundial de la Paz. Su obra y su Weltanschauung estuvo así muy marcada por los grandes acontecimientos sociales y políticos del siglo XX—la revolución Mexicana, la Guerra Civil Española, la Revolución China—y sus manifestaciones en Chile, como el gobierno del Frente Popular electo en 1938 bajo el Presidente Pedro Aguirre Cerda, así como el gobierno de la Unidad Popular electo en 1970 bajo el Presidente Salvador Allende.
Como artista, estaba decidido a aprender de la vida antes que de la obra de otros, pero le gustaba citar un antiguo dicho chino, “Aprende de los grandes maestros, pero evita sus errores”. De las obras en la exposición itinerante en China hoy, me gusta especialmente “Cóndores”, que trasmite tanto la impactante naturaleza de nuestra cordillera de los Andes como la majestuosidad del ave nacional de Chile, y “A galope la tierra”, de unos bandidos a caballo en el campo chileno, que aparece en la portada del catálogo (Una excelente publicación, imperdible para todos los que asistan a la exposición).
Algunos dicen que Venturelli nunca recibió el crédito que merece en su tierra natal. De hecho, pasó los últimos 15 años de su vida en exilio en Ginebra, en Suiza, dónde siguió trabajando y asumiendo nuevos desafíos y encargos que pusieron a prueba su notable entereza y fuerza de voluntad. Y estas últimas son casi tan admirables como sus dotes artísticas. Afectado por la tuberculosis desde muy joven, pasó gran parte de su vida luchando contra esa enfermedad. En varias ocasiones, cuando muchos ya habían perdido la esperanza en su recuperación, volvía a la vida, lleno de energía y de nuevos proyectos para murales o cuadros. No deja de ser paradójico que, en esas circunstancias, su obra trasmita tanta fuerza y vitalidad. Hay una lección allí, para todos aquellos que quieran verla, ya sea en el mundo de las artes o en otros.
En 1952, José Venturelli, junto a Salvador Allende y Pablo Neruda, fue uno de los fundadores del Instituto Chileno-Chino de Cultura, tal vez la primera iniciativa en América Latina en reconocer el significado de la Revolución China y en acercar a Chile a China. Hoy por hoy en el año 2016, el Año del Intercambio Cultural entre China y América Latina y el Caribe, su obra acerca nuevamente a Chile y China. Saboreemos esta ocasión y disfrutemos de sus imperecederas obras.