Rubros como servicios, retail, tecnología e infraestructura serán los objetivos en los que China posaría su mirada en los próximos años, teniendo en cuenta que la nueva “normalidad” de la economía del gigante asiático lo lleva a sofisticar más sus inversiones.
Darwin Cruz Fiestas
BEIJING, 15 jun (Xinhuanet) -- La era de las grandes inversiones de origen chino en minería y energía en Latinoamérica están por dar paso a una nueva etapa de expansión del gigante asiático en la región; lo que traería consigo una segunda ola de capitales chinos con la mira puesta en sectores como el de servicios, retail y tecnología.
En su oficina en Lima, Enrique Oliveros, socio líder de la consultora internacional EY, explica que el gigante asiático y sus empresas ya cumplieron su primera fase de internacionalización, la cual consistió en una agresiva salida de sus compañías –de origen estatal o mixto, es decir con participación estatal y privada– a invertir en la explotación de commodities.
De acuerdo con datos de The American Enterprise Institute and Heritage Foundation, más del 80% de la inversión China en América Latina –que entre el 2005 y el 2010 sobrepasó los US$120 mil millones– está concentrada en los rubros petróleo y minería, siendo Brasil el principal receptor de capitales del gigante asiático, seguido por Venezuela, Argentina y en cuarto lugar Perú.
“Este accionar respondió a la necesidad de suplir la demanda de China para poder producir los diversos bienes que vende al mundo”, señala Oliveros.
Esta expansión también ha sido estratégica, si se tiene en cuenta que al tener la necesidad de proveerse de materias primas para desarrollar su industria y vender su producción por todo el globo, el gigante asiático debe asegurar esa proveeduría, razón por la cual China se ha convertido en el segundo socio comercial de Latinoamérica con movimientos en torno a los US$10.600 millones, según detalla la Cámara Peruano China (Capechi).
Pero la fábrica del mundo se ha visto en la necesidad de diversificar su cartera de inversiones, fenómeno que tiene su punto de inicio en el 2010, año en que también incrementó sustancialmente su inyección de capital en la región, el cual estuvo marcado por inversiones en sectores como el inmobiliario, químico, automovilístico y financiero. Desde ese año hacia adelante ha diversificado su cartera de proyectos hacia rubros como el agrícola, telecomunicaciones, entre otros.
“China aún tiene mucho espacio para crecer en la región en sectores con mayor valor agregado e incluso aquellos relacionados a las materias primas, como las refinerías de minerales y petróleo. Eso sin mencionar al rubro infraestructura”, apunta por su parte Juan Carlos Mandujano, socio de la consultora PwC de su filial en Perú.
La razón del cambio
Este cambio en la forma de relacionarse con América Latina, y el mundo entero, responde a la nueva “normalidad” de la economía china, la cual experimenta menores crecimientos desde el 2011, comparados con los registrados en la primera década de este siglo, que llegaron a picos de 14% en el 2007 y continuó con crecimientos de dos dígitos hasta el 2010.
Este menor crecimiento de China seguirá siendo lo habitual durante los próximos años, debido a que la composición misma de su sistema económico se ha transformado. A esto se le debe sumar el incremento de la clase media, que cada vez es más significativa a pesar de que el índice de la población –China tiene 1.367 millones de habitantes– que vive por debajo de la línea de pobreza es del 6%, de acuerdo con datos del World Factbook de la CIA.
Estos detalles hacen que el gigante asiático se sofistique cada vez más, no solo en el ámbito comercial, sino en el de inversiones.
“Ellos han creado el China Development Bank y el Export-_ImportBank of China (EximBank), que junto a sus bancos comerciales hacen posible el financiamiento de sus proyectos de inversión”, dice Juan Carlos Ríos, jefe de la oficina de representación comercial del peruano Grupo Interbank en China.
No obstante a tener todo este dinero, las inversiones del gigante podrían enfrentar una gran barrera de entrada, la cual no es otra que la posibilidad de negociar con privados. Porque hasta el momento las inversiones en infraestructura en países como Venezuela, Argentina y Ecuador se han hecho en base a acuerdos y garantías soberanas; es decir, han tenido el soporte de un acuerdo político bilateral con dichos países, según explica Juan Carlos Ríos.
Ahora, si nos referimos específicamente al proyecto del tren bioceánico en Brasil y Perú, este puede afrontar problemas ligados a la licencia social, porque forzosamente tendría que atravesar zona de selva, lo que traería observaciones de tipo ambiental.
A pesar de ello, hay una variable que juega a favor de China: tanto las empresas estatales como las privadas son cada vez más abiertas y se empiezan a ver más fusiones y adquisiciones, a tal punto que este país se ha convertido en el segundo del mundo que utiliza este método de expansión; lo cual se condice con la estrategia china de la internacionalización, cuya meta es que las empresas del gigante se conviertan en multinacionales con características chinas, según explica la periodista Patricia Castro Obando, quien desde Beijing colabora con el diario peruano El Comercio.
Todo esto evidencia que no solo se aproxima una segunda ola de inversiones chinas en la región, sino de muchas más, porque hay sectores como el de alimentos, otro pilar de la economía latinoamericana, que aún no han sido muy explorados por los chinos y que será necesario para su seguridad alimentaria. En otras palabras, hay mucho camino por recorrer.