Por Wang Haiqing
BEIJING, 14 abr (Xinhua) -- El ministro de Relaciones Exteriores de Japón, Fumio Kishida, podría difundir en la reunión del G7 la falsa idea de que Beijing supone una amenaza para la seguridad marítima en el Mar Meridional de China y el Mar Oriental de China.
Tal plan para enredar las cosas no es más que una burda jugarreta para desviar la creciente e intensa atención global respecto a la declaración del primer ministro japonés, Shinzo Abe, para conmemorar el 70 aniversario de la rendición de Japón en la Segunda Guerra Mundial, así como la posición carente de remordimientos de Tokio sobre sus atrocidades durante la guerra.
Como una nación isla, la preocupación de Japón sobre la seguridad marítima está justificada. Sin embargo, publicitar una amenaza inexistente en el Mar Oriental de China es una acción realmente exagerada y malintencionada.
Todos saben que la navegación segura de las embarcaciones a través del Mar Oriental de China nunca se ha visto afectada por la disputa China-Japón sobre las Islas Diaoyu, desde hace mucho tiempo parte del territorio chino.
Al proyectar erróneamente la disputa bilateral como una amenaza para la seguridad marítima, Japón busca engañar a los socios del G7 para que apoyen su reclamación sobre las islas. Pero pensando de buena voluntad, resulta sumamente difícil que los demás miembros del grupo se dejen embaucar con tan burda jugarreta.
En el caso del Mar Meridional de China, pese a que varios países están inmersos en disputas territoriales allí, las vías de navegación nunca han sido bloqueadas y la libertad de tránsito nunca se ha visto comprometida.
Los hechos demuestran que China y otros demandantes son totalmente capaces de salvaguardar la seguridad marítima en el Mar Meridional de China, y que tienen la voluntad para buscar una solución pacífica a sus disputas.
Ninguno de los miembros del G7 es una parte relevante de dichas disputas, por lo cual no deben interferir en el tema.
La planeada maniobra de Kishida busca realmente desviar la atención de la cercana declaración de Abe, en medio de una creciente preocupación de que el documento intentaría diluir aún más el sentimiento de culpa de Japón respecto a las atrocidades cometidas por el país durante la guerra.
Para que Japón se convierta en un país normal y desempeñe un mayor papel en el escenario mundial, primero deberá ganarse la confianza de la comunidad internacional, que desafortunadamente permanece recelosa sobre si Japón realmente se arrepiente de su pasado de agresión, debido a la prácticamente imparable corriente de eventos que manifiestan la falta de sinceridad de la parte japonesa en este tema.
Parece que Tokio necesita se le recuerde que cualquier intento para desviar la atención de la declaración de Abe será inútil y solo servirá para profundizar la desconfianza hacia Japón.
Para lograr el respaldo de la sociedad internacional, la declaración tendrá que reconocer la historia tal como es y ofrecer sinceras disculpas a los países que una vez sufrieron la invasión japonesa y/o su dominación colonial, en lugar de intentar crear falsas impresiones sobre el papel de Japón durante la guerra.