COMENTARIO: El legado destructivo de Washington con su manía de confrontar

Actualizado 2021-01-12 20:14:32 | Spanish. xinhuanet. com

BEIJING, 12 ene (Xinhua) -- Durante los últimos años, un puñado de líderes estadounidenses ha construido su capital político manipulando y avivando las divisiones en el país y alimentando las hostilidades en el extranjero.

Su loca obsesión por la confrontación ayudó a nutrir el Frankenstein cuya furia finalmente condujo a un asedio mortal al Capitolio de Estados Unidos y a una agitación política aún enconada en los últimos días de la actual administración.

Para las élites gobernantes en Washington, hay muchas lecciones que extraer. Pero lo más importante es que su práctica egoísta de instigar el caos y los conflictos amenaza la paz y la estabilidad tanto en el país como en todo el mundo.

El asalto al edificio del Capitolio fue la culminación de un partidismo extremo de muchos años en la política estadounidense. En lugar de luchar por el consenso social y expandir un terreno común, esos políticos han optado por gobernar demonizando a sus oponentes.

Los resultados son nefastos. Las encuestas realizadas por el Pew Research Center y otros en los últimos años han encontrado que además de una brecha cada vez mayor en las opiniones políticas, un número creciente de republicanos y demócratas ven al otro como un "inmoral" o un "antipatriótico".

A medida que la animosidad política se intensifica en ambos sentidos, la violencia en el Capitolio la semana pasada no debería ser una sorpresa. De hecho, un estudio del medio de comunicación estadounidense Politico encontró en septiembre pasado que el 44 por ciento de los republicanos y el 41 por ciento de los demócratas creían que habría al menos "un poco" de justificación para la violencia si el candidato del otro partido ganaba las elecciones. ¡Qué pena!

El asalto del Capitolio ha indicado una erosión de la confianza en el sistema político estadounidense.

Aunque los legisladores de ambos partidos se apresuraron a culpar a la Administración saliente, ellos también comparten la culpa, ya que su amargo partidismo y política arriesgada han convertido al Congreso en "una institución disfuncional incapaz de satisfacer las necesidades críticas" del país, según detalló un informe reciente producido por exmiembros de la legislatura estadounidense.

Cuando se trata de asuntos exteriores, esos oportunistas políticos estadounidenses han blandido sin escrúpulos la bandera de "Estados Unidos primero" y han recurrido a enfoques beligerantes como aranceles punitivos y sanciones arbitrarias como medios diplomáticos legítimos.

China, con sus impresionantes logros económicos, su creciente estatus internacional y su diferente camino de desarrollo, lamentablemente se ha convertido en un objetivo del acoso imprudente de Washington.

Durante los últimos cuatro años, los políticos anti-China en Washington, cuyas mentalidades han sido fosilizadas por el pensamiento obsoleto de la Guerra Fría y el fanatismo ideológico, no han escatimado esfuerzos para estigmatizar y difamar a China, que alcanzó un clímax durante la devastadora pandemia.

En su última táctica para exagerar el llamado "temor rojo" en Estados Unidos y en todo el mundo, el Departamento de Estado de Estados Unidos publicó recientemente un artículo mal escrito que calificó al Partido Comunista de China de "una amenaza para la paz y la seguridad globales".

Es más, en los días que le quedan en el cargo, la belicosidad de la actual Administración ha sido inimaginablemente alta. Ha tomado medidas para levantar las restricciones sobre los contactos oficiales con la región china de Taiwán y ha rebautizado a Cuba como un "Estado patrocinador del terrorismo".

En toda su desesperación por dejar su huella en la historia, esos políticos solo se construirán una reputación como un grupo de pirómanos políticos. Y al igual que Frankenstein y su monstruo, sus tristes legados solo serán la infamia, la muerte y la ruina.

 
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COMENTARIO: El legado destructivo de Washington con su manía de confrontar

Spanish.xinhuanet.com 2021-01-12 20:14:32

BEIJING, 12 ene (Xinhua) -- Durante los últimos años, un puñado de líderes estadounidenses ha construido su capital político manipulando y avivando las divisiones en el país y alimentando las hostilidades en el extranjero.

Su loca obsesión por la confrontación ayudó a nutrir el Frankenstein cuya furia finalmente condujo a un asedio mortal al Capitolio de Estados Unidos y a una agitación política aún enconada en los últimos días de la actual administración.

Para las élites gobernantes en Washington, hay muchas lecciones que extraer. Pero lo más importante es que su práctica egoísta de instigar el caos y los conflictos amenaza la paz y la estabilidad tanto en el país como en todo el mundo.

El asalto al edificio del Capitolio fue la culminación de un partidismo extremo de muchos años en la política estadounidense. En lugar de luchar por el consenso social y expandir un terreno común, esos políticos han optado por gobernar demonizando a sus oponentes.

Los resultados son nefastos. Las encuestas realizadas por el Pew Research Center y otros en los últimos años han encontrado que además de una brecha cada vez mayor en las opiniones políticas, un número creciente de republicanos y demócratas ven al otro como un "inmoral" o un "antipatriótico".

A medida que la animosidad política se intensifica en ambos sentidos, la violencia en el Capitolio la semana pasada no debería ser una sorpresa. De hecho, un estudio del medio de comunicación estadounidense Politico encontró en septiembre pasado que el 44 por ciento de los republicanos y el 41 por ciento de los demócratas creían que habría al menos "un poco" de justificación para la violencia si el candidato del otro partido ganaba las elecciones. ¡Qué pena!

El asalto del Capitolio ha indicado una erosión de la confianza en el sistema político estadounidense.

Aunque los legisladores de ambos partidos se apresuraron a culpar a la Administración saliente, ellos también comparten la culpa, ya que su amargo partidismo y política arriesgada han convertido al Congreso en "una institución disfuncional incapaz de satisfacer las necesidades críticas" del país, según detalló un informe reciente producido por exmiembros de la legislatura estadounidense.

Cuando se trata de asuntos exteriores, esos oportunistas políticos estadounidenses han blandido sin escrúpulos la bandera de "Estados Unidos primero" y han recurrido a enfoques beligerantes como aranceles punitivos y sanciones arbitrarias como medios diplomáticos legítimos.

China, con sus impresionantes logros económicos, su creciente estatus internacional y su diferente camino de desarrollo, lamentablemente se ha convertido en un objetivo del acoso imprudente de Washington.

Durante los últimos cuatro años, los políticos anti-China en Washington, cuyas mentalidades han sido fosilizadas por el pensamiento obsoleto de la Guerra Fría y el fanatismo ideológico, no han escatimado esfuerzos para estigmatizar y difamar a China, que alcanzó un clímax durante la devastadora pandemia.

En su última táctica para exagerar el llamado "temor rojo" en Estados Unidos y en todo el mundo, el Departamento de Estado de Estados Unidos publicó recientemente un artículo mal escrito que calificó al Partido Comunista de China de "una amenaza para la paz y la seguridad globales".

Es más, en los días que le quedan en el cargo, la belicosidad de la actual Administración ha sido inimaginablemente alta. Ha tomado medidas para levantar las restricciones sobre los contactos oficiales con la región china de Taiwán y ha rebautizado a Cuba como un "Estado patrocinador del terrorismo".

En toda su desesperación por dejar su huella en la historia, esos políticos solo se construirán una reputación como un grupo de pirómanos políticos. Y al igual que Frankenstein y su monstruo, sus tristes legados solo serán la infamia, la muerte y la ruina.

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