COMENTARIO: ¿Pueden 20 millones de infecciones de COVID-19 despertar a Washington?

Actualizado 2021-01-02 18:00:52 | Spanish. xinhuanet. com

BEIJING, 2 ene (Xinhua) -- La bola de cristal en Times Square, Nueva York, como de costumbre, brilló en la víspera de Año Nuevo, pero esta vez el momento festivo sólo tuvo espectadores virtuales debido a la pandemia que en Estados Unidos ya reporta 20 millones de infecciones, según el último recuento de la Universidad Johns Hopkins.

La pregunta difícil pero inevitable es: ¿cuántas infecciones o muertes más se necesitan para que los políticos de Washington finalmente reemplacen la insensibilidad, el caos y la ignorancia por el sentido común, la empatía y acciones en la lucha contra el virus?

Una crisis de salud pública de una proporción tan increíble exige una respuesta rápida, racional y colectiva. Eso es exactamente lo que ha faltado en Estados Unidos desde el principio.

En cierto sentido, la falta de una estrategia nacional contundente contra el patógeno es más mortífera y mucho más devastadora que el virus en sí.

En la etapa inicial del brote en Estados Unidos, los líderes federales desperdiciaron tiempo que podrían haber usado para prepararse y organizarse.

En aras de sus propios intereses políticos, algunos dirigentes de Washington minimizaron la pandemia, diciendo mentiras al público y estigmatizando a otros países. Incluso presionaron por una rápida reapertura de negocios y escuelas, lo que solo provocó un aumento drástico en casos y muertes.

En tiempos de la Gran Depresión en la década de 1930, el entonces presidente Franklin D. Roosevelt ofrecía charlas regulares por radio buscando brindar consuelo y fuerza a sus compatriotas en un momento de crisis. "Unámonos para desterrar el miedo", dijo en su primera charla. "Juntos no podemos fallar".

La tragedia en Estados Unidos hoy es que el liderazgo en Washington parece estar trabajando en contra del bienestar del público estadounidense en un momento en el que más se le necesita.

El desconocimiento también ha sido sorprendente en la respuesta dada por Estados Unidos al virus. Algunos políticos estadounidenses lo consideraron como "una gripe" y aseguraron a los periodistas que el virus eventualmente desaparecería como un milagro.

El uso de mascarillas y el distanciamiento social, medidas con eficacia comprobada para contener la propagación del virus, se han politizado y una brecha separa aún más a un país profundamente dividido. No es que esos políticos no sepan qué es lo correcto. Al contrario, es el cálculo político lo que ha cegado su conciencia.

Esta semana, el país inició el despliegue de la vacuna contra la COVID-19 en todo el territorio. Los políticos de Washington sueñan con poner fin a la pandemia solo con vacunas. El país tiene un frenético afán por acaparar vacunas. Esos políticos necesitan saber que el nacionalismo de las vacunas no salvará a Estados Unidos, sino que prolongará la pandemia y aumentará los costos de la lucha global contra el patógeno.

Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas del país, advirtió recientemente que la distribución de una vacuna para la COVID-19 no significa que la gente deba abandonar "las medidas de salud pública normales y estandarizadas". "No es un sustituto, lo complementa", apuntó el especialista en una entrevista con MSNBC.

Si bien las infecciones y muertes continúan aumentando en la economía más poderosa del mundo, la pandemia ha expuesto aún más los problemas profundamente arraigados que envuelven a la altamente fragmentada sociedad estadounidense.

Los conflictos entre lo racional y lo irracional, la brecha entre ricos y pobres, así como la división partidista han distraído al público, empeorado la situación y finalmente paralizado los esfuerzos de control y prevención.

El racismo, el escepticismo y las teorías de la conspiración están alimentando esos desacuerdos y divisiones, y los enfrentamientos partidistas abundan en las audiencias sobre el coronavirus y las negociaciones para establecer ayudas en tiempo de pandemia.

Mientras las maniobras políticas tóxicas y la sangre fría no tienen un final a la vista, el público estadounidense se ha convertido en la víctima.

Las muertes anuales en EE. UU. superaron los 3 millones por primera vez e hicieron de 2020 el año más mortífero registrado, mientras que la esperanza de vida se redujo hasta en tres años completos, estableció Robert Anderson, de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades del país.

Kenneth M. Johnson, de la Universidad de New Hampshire, sostuvo que la pandemia causará muertes que superarán a los nacimientos en más del 50 por ciento de los condados de Estados Unidos este año, por primera vez en la historia del país, según un informe reciente de The Guardian.

"La debacle de la COVID-19 también ha tocado e implicado a casi todas las demás facetas de la sociedad estadounidense: su liderazgo miope, su desprecio por la experiencia, sus desigualdades raciales, su cultura de las redes sociales y su lealtad a una peligrosa cepa de individualismo", criticaba un artículo de Atlantic.

Se espera que la próxima vez que caiga la bola de cristal, las multitudes que celebran puedan abrazarse una vez más en Times Square, en lugar de ver el espectáculo por la televisión en casa. Pero para que eso se haga realidad, lo mejor del país necesita regresar.

 
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COMENTARIO: ¿Pueden 20 millones de infecciones de COVID-19 despertar a Washington?

Spanish.xinhuanet.com 2021-01-02 18:00:52

BEIJING, 2 ene (Xinhua) -- La bola de cristal en Times Square, Nueva York, como de costumbre, brilló en la víspera de Año Nuevo, pero esta vez el momento festivo sólo tuvo espectadores virtuales debido a la pandemia que en Estados Unidos ya reporta 20 millones de infecciones, según el último recuento de la Universidad Johns Hopkins.

La pregunta difícil pero inevitable es: ¿cuántas infecciones o muertes más se necesitan para que los políticos de Washington finalmente reemplacen la insensibilidad, el caos y la ignorancia por el sentido común, la empatía y acciones en la lucha contra el virus?

Una crisis de salud pública de una proporción tan increíble exige una respuesta rápida, racional y colectiva. Eso es exactamente lo que ha faltado en Estados Unidos desde el principio.

En cierto sentido, la falta de una estrategia nacional contundente contra el patógeno es más mortífera y mucho más devastadora que el virus en sí.

En la etapa inicial del brote en Estados Unidos, los líderes federales desperdiciaron tiempo que podrían haber usado para prepararse y organizarse.

En aras de sus propios intereses políticos, algunos dirigentes de Washington minimizaron la pandemia, diciendo mentiras al público y estigmatizando a otros países. Incluso presionaron por una rápida reapertura de negocios y escuelas, lo que solo provocó un aumento drástico en casos y muertes.

En tiempos de la Gran Depresión en la década de 1930, el entonces presidente Franklin D. Roosevelt ofrecía charlas regulares por radio buscando brindar consuelo y fuerza a sus compatriotas en un momento de crisis. "Unámonos para desterrar el miedo", dijo en su primera charla. "Juntos no podemos fallar".

La tragedia en Estados Unidos hoy es que el liderazgo en Washington parece estar trabajando en contra del bienestar del público estadounidense en un momento en el que más se le necesita.

El desconocimiento también ha sido sorprendente en la respuesta dada por Estados Unidos al virus. Algunos políticos estadounidenses lo consideraron como "una gripe" y aseguraron a los periodistas que el virus eventualmente desaparecería como un milagro.

El uso de mascarillas y el distanciamiento social, medidas con eficacia comprobada para contener la propagación del virus, se han politizado y una brecha separa aún más a un país profundamente dividido. No es que esos políticos no sepan qué es lo correcto. Al contrario, es el cálculo político lo que ha cegado su conciencia.

Esta semana, el país inició el despliegue de la vacuna contra la COVID-19 en todo el territorio. Los políticos de Washington sueñan con poner fin a la pandemia solo con vacunas. El país tiene un frenético afán por acaparar vacunas. Esos políticos necesitan saber que el nacionalismo de las vacunas no salvará a Estados Unidos, sino que prolongará la pandemia y aumentará los costos de la lucha global contra el patógeno.

Anthony Fauci, el principal experto en enfermedades infecciosas del país, advirtió recientemente que la distribución de una vacuna para la COVID-19 no significa que la gente deba abandonar "las medidas de salud pública normales y estandarizadas". "No es un sustituto, lo complementa", apuntó el especialista en una entrevista con MSNBC.

Si bien las infecciones y muertes continúan aumentando en la economía más poderosa del mundo, la pandemia ha expuesto aún más los problemas profundamente arraigados que envuelven a la altamente fragmentada sociedad estadounidense.

Los conflictos entre lo racional y lo irracional, la brecha entre ricos y pobres, así como la división partidista han distraído al público, empeorado la situación y finalmente paralizado los esfuerzos de control y prevención.

El racismo, el escepticismo y las teorías de la conspiración están alimentando esos desacuerdos y divisiones, y los enfrentamientos partidistas abundan en las audiencias sobre el coronavirus y las negociaciones para establecer ayudas en tiempo de pandemia.

Mientras las maniobras políticas tóxicas y la sangre fría no tienen un final a la vista, el público estadounidense se ha convertido en la víctima.

Las muertes anuales en EE. UU. superaron los 3 millones por primera vez e hicieron de 2020 el año más mortífero registrado, mientras que la esperanza de vida se redujo hasta en tres años completos, estableció Robert Anderson, de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades del país.

Kenneth M. Johnson, de la Universidad de New Hampshire, sostuvo que la pandemia causará muertes que superarán a los nacimientos en más del 50 por ciento de los condados de Estados Unidos este año, por primera vez en la historia del país, según un informe reciente de The Guardian.

"La debacle de la COVID-19 también ha tocado e implicado a casi todas las demás facetas de la sociedad estadounidense: su liderazgo miope, su desprecio por la experiencia, sus desigualdades raciales, su cultura de las redes sociales y su lealtad a una peligrosa cepa de individualismo", criticaba un artículo de Atlantic.

Se espera que la próxima vez que caiga la bola de cristal, las multitudes que celebran puedan abrazarse una vez más en Times Square, en lugar de ver el espectáculo por la televisión en casa. Pero para que eso se haga realidad, lo mejor del país necesita regresar.

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