COMENTARIO: Nacionalismo de las vacunas apaga la luz al final del túnel

Actualizado 2020-12-30 16:44:18 | Spanish. xinhuanet. com

BEIJING, 30 dic (Xinhua) -- Con su práctica extremadamente egoísta del nacionalismo de las vacunas, Estados Unidos está apagando la luz que se ve al final del túnel de la devastadora pandemia.

En un momento en que multitud de personas en todo el mundo, sobre todo las más vulnerables en los países en desarrollo y menos desarrollados, esperan ansiosas ser vacunadas, EE. UU., junto con algunos otros países ricos, trata de hacer acopio del máximo de vacunas.

Esos países ricos, que representan solo el 14 por ciento de la población mundial, han comprado ya más de la mitad de las vacunas contra la COVID-19 del mundo, según un informe publicado este mes por la People's Vaccine Alliance, que agrega que nueve de cada diez personas en los países pobres se quedarán sin vacuna el próximo año.

Al dificultar el acceso a las vacunas de los pobres y los más necesitados, Washington está incumpliendo sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos, eludiendo la responsabilidad moral que le corresponde como única superpotencia mundial e, irónicamente, mostrando que no entiende en qué consiste la lucha contra la pandemia.

Los virus son un enemigo común de todo el mundo. Nadie está a salvo hasta que todos están a salvo. La inmunización completa en una zona restringida o una única nación no conseguirá exterminar el patógeno en todos los rincones del mundo, sino que, por el contrario, prolongará la pandemia y disparará el coste de la batalla global contra el virus.

En el último informe de la estadounidense Northeastern University, los investigadores concluyeron que la monopolización de las vacunas por parte de las naciones ricas podría casi duplicar los muertos que si se distribuyesen de forma igualitaria.

Al ser el suministro limitado, el mundo debería garantizar la vacunación de algunas personas en todos los países, y no de todas las personas en algunos países, como advirtió a principios de septiembre la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La cooperación es el arma más potente para vencer el virus, pero el nacionalismo de las vacunas está socavando el esfuerzo colectivo para terminar con la pandemia y mostrando el egoísmo y miopía de Washington y otros países occidentales.

La falta de medidas de prevención y control eficaces y rigurosas explica por qué la pandemia se está saliendo de control en EE. UU., país que, según el conteo de la Universidad Johns Hopkins, registraba el martes casi 19,5 millones de casos de COVID-19 y más de 338.500 muertes por la enfermedad.

En vez de acumular vacunas, EE.UU. debería reforzar las medidas de prevención al tiempo que vacuna a la población.

Además, EE. UU. debe trabajar más estrechamente con el resto de la comunidad internacional en la producción y distribución de vacunas para que la pandemia se pueda superar lo antes posible.

China ha apoyado siempre esa idea. Prometió que cualquier vacuna china contra la COVID-19 sería un "bien público mundial"; se unió a la COVAX, una iniciativa global respaldada por la OMS, para asegurar la distribución equitativa de vacunas; suministró vacunas a Brasil, Indonesia, Egipto y otros países. Está así empeñando esfuerzos incansables para garantizar la accesibilidad y asequibilidad de las vacunas en los países pobres.

Algunos medios occidentales, sin embargo, han acusado de forma infundada a China de utilizar la "diplomacia de la vacuna" e implicarse en una "carrera armamentista de vacunas".

China está, de hecho, en una carrera, pero no en busca de su mero beneficio, sino en una carrera contra el tiempo para salvar del devastador virus no solo a su gente sino a la de otras partes del mundo.

"El mundo es tan fuerte como lo es nuestro sistema de salud más débil", dijo en una ocasión el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

Si no se controla, el nacionalismo de las vacunas no hará más que hundir al sistema de salud más débil del mundo. Para vencer el patógeno, todos los miembros de la comunidad mundial deben rechazar de forma categórica esa mentalidad de suma cero.

Después de todo, solo se puede defender el espíritu del humanitarismo si no se niega a nadie, sean cuales sean las circunstancias en que nació y la cantidad de dinero que tiene en el bolsillo, el acceso a la vacuna.

 
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COMENTARIO: Nacionalismo de las vacunas apaga la luz al final del túnel

Spanish.xinhuanet.com 2020-12-30 16:44:18

BEIJING, 30 dic (Xinhua) -- Con su práctica extremadamente egoísta del nacionalismo de las vacunas, Estados Unidos está apagando la luz que se ve al final del túnel de la devastadora pandemia.

En un momento en que multitud de personas en todo el mundo, sobre todo las más vulnerables en los países en desarrollo y menos desarrollados, esperan ansiosas ser vacunadas, EE. UU., junto con algunos otros países ricos, trata de hacer acopio del máximo de vacunas.

Esos países ricos, que representan solo el 14 por ciento de la población mundial, han comprado ya más de la mitad de las vacunas contra la COVID-19 del mundo, según un informe publicado este mes por la People's Vaccine Alliance, que agrega que nueve de cada diez personas en los países pobres se quedarán sin vacuna el próximo año.

Al dificultar el acceso a las vacunas de los pobres y los más necesitados, Washington está incumpliendo sus obligaciones internacionales en materia de derechos humanos, eludiendo la responsabilidad moral que le corresponde como única superpotencia mundial e, irónicamente, mostrando que no entiende en qué consiste la lucha contra la pandemia.

Los virus son un enemigo común de todo el mundo. Nadie está a salvo hasta que todos están a salvo. La inmunización completa en una zona restringida o una única nación no conseguirá exterminar el patógeno en todos los rincones del mundo, sino que, por el contrario, prolongará la pandemia y disparará el coste de la batalla global contra el virus.

En el último informe de la estadounidense Northeastern University, los investigadores concluyeron que la monopolización de las vacunas por parte de las naciones ricas podría casi duplicar los muertos que si se distribuyesen de forma igualitaria.

Al ser el suministro limitado, el mundo debería garantizar la vacunación de algunas personas en todos los países, y no de todas las personas en algunos países, como advirtió a principios de septiembre la Organización Mundial de la Salud (OMS).

La cooperación es el arma más potente para vencer el virus, pero el nacionalismo de las vacunas está socavando el esfuerzo colectivo para terminar con la pandemia y mostrando el egoísmo y miopía de Washington y otros países occidentales.

La falta de medidas de prevención y control eficaces y rigurosas explica por qué la pandemia se está saliendo de control en EE. UU., país que, según el conteo de la Universidad Johns Hopkins, registraba el martes casi 19,5 millones de casos de COVID-19 y más de 338.500 muertes por la enfermedad.

En vez de acumular vacunas, EE.UU. debería reforzar las medidas de prevención al tiempo que vacuna a la población.

Además, EE. UU. debe trabajar más estrechamente con el resto de la comunidad internacional en la producción y distribución de vacunas para que la pandemia se pueda superar lo antes posible.

China ha apoyado siempre esa idea. Prometió que cualquier vacuna china contra la COVID-19 sería un "bien público mundial"; se unió a la COVAX, una iniciativa global respaldada por la OMS, para asegurar la distribución equitativa de vacunas; suministró vacunas a Brasil, Indonesia, Egipto y otros países. Está así empeñando esfuerzos incansables para garantizar la accesibilidad y asequibilidad de las vacunas en los países pobres.

Algunos medios occidentales, sin embargo, han acusado de forma infundada a China de utilizar la "diplomacia de la vacuna" e implicarse en una "carrera armamentista de vacunas".

China está, de hecho, en una carrera, pero no en busca de su mero beneficio, sino en una carrera contra el tiempo para salvar del devastador virus no solo a su gente sino a la de otras partes del mundo.

"El mundo es tan fuerte como lo es nuestro sistema de salud más débil", dijo en una ocasión el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus.

Si no se controla, el nacionalismo de las vacunas no hará más que hundir al sistema de salud más débil del mundo. Para vencer el patógeno, todos los miembros de la comunidad mundial deben rechazar de forma categórica esa mentalidad de suma cero.

Después de todo, solo se puede defender el espíritu del humanitarismo si no se niega a nadie, sean cuales sean las circunstancias en que nació y la cantidad de dinero que tiene en el bolsillo, el acceso a la vacuna.

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