LONDRES, 25 dic (Xinhua) -- Tras rondas de negociaciones arduas y complicadas, el Reino Unido y la Unión Europea (UE) firmaron este jueves un acuerdo sobre su relación comercial tras el Brexit, allanando así el camino para evitar una ruptura económica caótica el próximo 1 de enero.
A solo siete días de que termine el fin del periodo de transición del Brexit, el convenio supone un gran alivio para todos aquellos ciudadanos de ambos lados del canal de la Mancha que no quieren ver una salida desordenada del Reino Unido de la UE.
El acuerdo de última hora es, en efecto, mejor que la falta de acuerdo. El convenio, que pone fin a nueve meses de conversaciones difíciles, es en realidad el resultado de los esfuerzos de Londres y Bruselas para resolver sus principales discrepancias a través de negociaciones.
El Brexit no tiene precedentes en la historia de la UE y, por lo tanto, es pronto para dilucidar si el acuerdo será la respuesta a una cuestión insólita.
Por una parte, el pacto da certidumbre a un mundo que está viviendo cambios inéditos en el último siglo. Sin embargo, por la otra, está lejos de aclarar, de una vez y para siempre, todas las consecuencias del Brexit, dejando así interrogantes a las partes implicadas, y al mundo en su conjunto, sobre el futuro próximo.
El acuerdo, en primer lugar, no restaña la división en el seno del Reino Unido entre los partidarios de quedarse o marcharse del bloque europeo. Para algunos defensores del Brexit, su país ha incurrido en compromisos innecesarios e incluso injustificados en el acuerdo, que consideran imperfecto. Esta insatisfacción será probablemente utilizada por algunos políticos para interrumpir la aplicación del acuerdo en los próximos tiempos.
Además, como temen algunos analistas, el divorcio "exitoso" podría de alguna forma animar la campaña en Escocia a favor de la salida. La despedida a la UE, en otro orden de cosas, no establece de forma automática un "Reino Unido global" y Londres tiene ante sí oportunidades, pero también retos, para conseguir esa globalidad.
Y lo que es más, para la UE, el divorcio de uno de sus miembros principales significa un golpe para la integración europea. Le exige además volver a trazar sus estrategias de desarrollo a nivel interno y externo, un proceso que se vislumbra largo, difícil y, de alguna forma, impredecible.
No ha sido fácil llegar a un acuerdo, y su implementación será quizás más difícil. Conseguir llevarla a cabo sin contratiempos sería positivo para la estabilidad y prosperidad del mundo.
Guste o no, el Brexit es ya una realidad. Para aplicar el acuerdo, tanto Londres como Bruselas deben seguir avanzando con mayor resolución y eficacia, pues el futuro deparará nuevos obstáculos. De no hacerlo así, la salida del Reino Unido de la UE pasará a la historia como el amanecer de una época de más división y caos para ambos.
