ESPECIAL: El "guerrero" de la Patagonia chilena que venció la COVID-19

Actualizado 2020-07-01 04:29:06 | Spanish. xinhuanet. com

Por Valentina Bastías Atias

SANTIAGO, 30 jun (Xinhua) -- Cristian Naín, de 43 años, despertó en Santiago tras haber estado 10 días en coma producto de la COVID-19, enfermedad que lo trajo en riesgo vital desde el extremo sur de Chile a la capital, en un vuelo de emergencia que recorrió más de 2.000 kilómetros.

El aún no sabe cómo se contagió con la neumonía, si fue en una salida a comprar o tras tener contacto con su familia en Punta Arenas. Lo cierto es que todo ocurrió cuando la región de Magallanes atravesaba su momento más crítico de la pandemia, a mediados de abril pasado, con el casi colapso del principal hospital de esa zona austral.

"Se enfermó mi hermana y mi mamá y yo tuve contacto con ellas, entonces sabía que estaba contagiado. Esperé ser asintomático y así alejarme solo de mi casa y mi familia, pero no fue así, caí con fiebre, perdí el gusto y saturaba poco oxígeno", relató el carpintero a Xinhua, en medio de su recuperación por las secuelas que le dejó la enfermedad.

"Lo último que me acuerdo fue que me pusieron anestesia, supe que me iban a intubar y no desperté más. Yo les pedí por favor que no me llevarán a Santiago", dijo el también músico, quien más tarde se enteró que 19 familiares estuvieron contagiados, varios de ellos graves.

Naín es conocido en Punta Arenas como "el guerrero", por haber estado en tres ocasiones cerca de la muerte: primero en un accidente automovilístico, en el que fallecieron sus dos hermanos (2012), y luego por un derrame cerebral que sufrió en noviembre pasado. La tercera fue a causa del nuevo coronavirus.

"Desperté (del coma) cansado después de todo lo que hice por volver a vivir, eso me dijo el doctor, que di una tremenda lucha cuando ya estaba en lo último. Yo mismo sentía que ya no tenía fuerzas, no tenía aire. Traté de vivir, seguir con mi familia e hijos, entonces fue cuando pegué una última rasguñada para volver a la vida", recordó.

Tras ser evacuado a la región Metropolitana el 28 de abril, Naín estuvo sedado y en estado crítico durante varios días en el Instituto Nacional del Tórax, situado en el municipio de Providencia, especializado en enfermedades respiratorias y que recibe a contagiados de toda la red de salud chilena.

Ya en mayo pudo entrar al área de recuperación, donde debía estar tres días pero permaneció por un mes, por una descoordinación logística de las autoridades sureñas, que lo mantuvo hasta el 25 de mayo tachando los días en el calendario a la espera de un vuelo a casa.

"Estuve más de la cuenta en Santiago, porque no había aviones para venirme. Entré en una depresión terrible, vi morir gente a mi lado, estaba perdiendo la vista y se me trabó la lengua. Todo mi sistema nervioso estaba sufriendo", contó el puntarenense, quien aún tiene pesadillas sobre su estadía en el hospital.

En ese momento fue cuando conoció a Javiera Adriazola, becada de medicina interna del Tórax, "quien fue la primera persona que me hizo una videollamada con mi familia, y fue por primera vez que pude ver a mi señora y a mis cuatro hijos (...) Cuando los vi lloraba, y los que estaban afuera con la doctora también lloraban".

La médica, por su parte, explicó que cuando Naín despertó del coma "tenía la constante ansiedad de saber cómo estaba su familia", por lo que decidió ocupar su teléfono para crear un encuentro virtual entre el paciente y su esposa, Katherine Jorquera.

Como él, la especialista aseguró que muchos de los hospitalizados entran "sin saber cómo llegaron, no portan su carnet de identidad, su celular, su ropa, y con toda la confusión luego de haber estado semanas en coma, por lo que hay que ubicarlos en tiempo y espacio".

Con ello, añadió, los funcionarios deben comenzar a rastrear a los familiares, ojalá para "alegrarlos y entregarles la noticia de que su familiar está bien y está a vivo. La otra cara es tener que decir que su pariente está mal. Son dos escenarios en los que uno tiene que estar apoyando".

A su juicio, "el apoyo familiar es muy importante para el paciente, para sus ganas de recuperarse, saber que su familia lo está esperando para que se mejore rápido y se pueda reencontrar con las personas que quiere".

Adriazola, de 29 años, aseguró que, como el contacto con la familia, es igual de importante el vínculo entre los pacientes y el personal de salud, que se ha fortalecido incluso cuando hay cansancio o temor a contagiarse entre los funcionarios. "Da miedo, pero eso se esconde, no lo demuestras en el día a día. Nosotros vamos a trabajar siempre con una sonrisa y eso lo hemos hecho siempre, no sólo con la pandemia", sostuvo.

Ya avanzado en su rehabilitación, Cristian Naín terminó siendo el auxiliar de su sala, ayudando a repartir almuerzos y medicamentos a los demás pacientes, con quienes creó fuertes lazos para poder sobrellevar el aislamiento. Al ser dado de alta, sus compañeros e incluso el personal, lo despidieron con vítores y aplausos.

 
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Spanish.xinhuanet.com 2020-07-01 04:29:06

Por Valentina Bastías Atias

SANTIAGO, 30 jun (Xinhua) -- Cristian Naín, de 43 años, despertó en Santiago tras haber estado 10 días en coma producto de la COVID-19, enfermedad que lo trajo en riesgo vital desde el extremo sur de Chile a la capital, en un vuelo de emergencia que recorrió más de 2.000 kilómetros.

El aún no sabe cómo se contagió con la neumonía, si fue en una salida a comprar o tras tener contacto con su familia en Punta Arenas. Lo cierto es que todo ocurrió cuando la región de Magallanes atravesaba su momento más crítico de la pandemia, a mediados de abril pasado, con el casi colapso del principal hospital de esa zona austral.

"Se enfermó mi hermana y mi mamá y yo tuve contacto con ellas, entonces sabía que estaba contagiado. Esperé ser asintomático y así alejarme solo de mi casa y mi familia, pero no fue así, caí con fiebre, perdí el gusto y saturaba poco oxígeno", relató el carpintero a Xinhua, en medio de su recuperación por las secuelas que le dejó la enfermedad.

"Lo último que me acuerdo fue que me pusieron anestesia, supe que me iban a intubar y no desperté más. Yo les pedí por favor que no me llevarán a Santiago", dijo el también músico, quien más tarde se enteró que 19 familiares estuvieron contagiados, varios de ellos graves.

Naín es conocido en Punta Arenas como "el guerrero", por haber estado en tres ocasiones cerca de la muerte: primero en un accidente automovilístico, en el que fallecieron sus dos hermanos (2012), y luego por un derrame cerebral que sufrió en noviembre pasado. La tercera fue a causa del nuevo coronavirus.

"Desperté (del coma) cansado después de todo lo que hice por volver a vivir, eso me dijo el doctor, que di una tremenda lucha cuando ya estaba en lo último. Yo mismo sentía que ya no tenía fuerzas, no tenía aire. Traté de vivir, seguir con mi familia e hijos, entonces fue cuando pegué una última rasguñada para volver a la vida", recordó.

Tras ser evacuado a la región Metropolitana el 28 de abril, Naín estuvo sedado y en estado crítico durante varios días en el Instituto Nacional del Tórax, situado en el municipio de Providencia, especializado en enfermedades respiratorias y que recibe a contagiados de toda la red de salud chilena.

Ya en mayo pudo entrar al área de recuperación, donde debía estar tres días pero permaneció por un mes, por una descoordinación logística de las autoridades sureñas, que lo mantuvo hasta el 25 de mayo tachando los días en el calendario a la espera de un vuelo a casa.

"Estuve más de la cuenta en Santiago, porque no había aviones para venirme. Entré en una depresión terrible, vi morir gente a mi lado, estaba perdiendo la vista y se me trabó la lengua. Todo mi sistema nervioso estaba sufriendo", contó el puntarenense, quien aún tiene pesadillas sobre su estadía en el hospital.

En ese momento fue cuando conoció a Javiera Adriazola, becada de medicina interna del Tórax, "quien fue la primera persona que me hizo una videollamada con mi familia, y fue por primera vez que pude ver a mi señora y a mis cuatro hijos (...) Cuando los vi lloraba, y los que estaban afuera con la doctora también lloraban".

La médica, por su parte, explicó que cuando Naín despertó del coma "tenía la constante ansiedad de saber cómo estaba su familia", por lo que decidió ocupar su teléfono para crear un encuentro virtual entre el paciente y su esposa, Katherine Jorquera.

Como él, la especialista aseguró que muchos de los hospitalizados entran "sin saber cómo llegaron, no portan su carnet de identidad, su celular, su ropa, y con toda la confusión luego de haber estado semanas en coma, por lo que hay que ubicarlos en tiempo y espacio".

Con ello, añadió, los funcionarios deben comenzar a rastrear a los familiares, ojalá para "alegrarlos y entregarles la noticia de que su familiar está bien y está a vivo. La otra cara es tener que decir que su pariente está mal. Son dos escenarios en los que uno tiene que estar apoyando".

A su juicio, "el apoyo familiar es muy importante para el paciente, para sus ganas de recuperarse, saber que su familia lo está esperando para que se mejore rápido y se pueda reencontrar con las personas que quiere".

Adriazola, de 29 años, aseguró que, como el contacto con la familia, es igual de importante el vínculo entre los pacientes y el personal de salud, que se ha fortalecido incluso cuando hay cansancio o temor a contagiarse entre los funcionarios. "Da miedo, pero eso se esconde, no lo demuestras en el día a día. Nosotros vamos a trabajar siempre con una sonrisa y eso lo hemos hecho siempre, no sólo con la pandemia", sostuvo.

Ya avanzado en su rehabilitación, Cristian Naín terminó siendo el auxiliar de su sala, ayudando a repartir almuerzos y medicamentos a los demás pacientes, con quienes creó fuertes lazos para poder sobrellevar el aislamiento. Al ser dado de alta, sus compañeros e incluso el personal, lo despidieron con vítores y aplausos.

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