BEIJING, 19 jun (Xinhua) -- La firma de la llamada "Ley de Política de Derechos Humanos Uygur de 2020" por parte de Estados Unidos encarna la maliciosa intención de algunos políticos estadounidenses de difamar los esfuerzos de China en contra del terrorismo y la desradicalización bajo el disfraz de derechos humanos.
Como Xinjiang es parte de China, sus asuntos son puramente asuntos internos de China y no admiten interferencia extranjera. La legislación estadounidense sobre Xinjiang, que reveló la mentalidad hegemónica profundamente arraigada de algunos políticos estadounidenses, es una de sus series de acciones para enlodar las políticas internas de China.
Los asuntos relacionados con el Tíbet y Hong Kong también están siendo utilizados por Estados Unidos como palanca diplomática para cumplir con su ambición estratégica de hace mucho tiempo de contener a China.
Las cuestiones relacionadas con Xinjiang no se refieren a los derechos humanos, el origen étnico o la religión, sino al contraterrorismo y la desradicalización. Las personas nunca podrán disfrutar de la felicidad si están plagadas de terrorismo, extremismo religioso y separatismo.
Gracias a las medidas antiterroristas y de desradicalización adoptadas por el Gobierno chino de conformidad con la ley, la situación de seguridad en Xinjiang ha cambiado y se han salvaguardado los derechos a la vida, la salud y el desarrollo de todos los grupos étnicos.
Durante tres años continuos, no se registró ningún incidente terrorista violento en Xinjiang. Un Xinjiang seguro, estable y próspero es la mejor protección de los derechos humanos.
La parte estadounidense ignoró deliberadamente el hecho de que la libertad de creencia religiosa está garantizada en Xinjiang. Hay 24.400 mezquitas en la región, una por cada 530 musulmanes. Xinjiang también alberga 10 colegios religiosos y más de 100 organizaciones religiosas. La población musulmana ha ido en aumento, llegando al 60 por ciento del total de la región.
Desde la perspectiva económica, el desarrollo sustancial de Xinjiang también es impresionante. En las últimas siete décadas desde la fundación de la República Popular China, el PIB de Xinjiang ha aumentado 200 veces en términos reales.
Gracias a un rápido crecimiento económico, la vida de las personas ha mejorado significativamente. Atrás quedaron los días de comida y ropa insuficientes, escasez de electricidad y agua y transporte deficiente. Este año, se espera eliminar la pobreza absoluta en esa región.
Las historias exitosas de Xinjiang han ganado reconocimiento internacional, mientras que algunos políticos estadounidenses insistieron en hacer de la vista gorda.
El año pasado, los embajadores de 50 países ante la Oficina de la Organización de las Naciones Unidas en Ginebra enviaron una carta conjunta al presidente del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y al alto comisionado para los Derechos Humanos con el fin de expresar su apoyo a la postura de China en asuntos relacionados con Xinjiang.
Más de 60 países hablaron en la Asamblea General de las Naciones Unidas para apoyar la política de Xinjiang de China, y más de 30 de ellos son países islámicos.
Sería ingenuo considerar que la legislación de Estados Unidos de "derechos humanos" relacionada con Xinjiang es verdaderamente humanitaria y relacionada con el bienestar de los musulmanes. No hay que olvidar las guerras iniciadas por Estados Unidos en los países musulmanes que causaron bajas civiles masivas y graves crisis humanitarias, y la controvertida orden ejecutiva emitida en 2017, que impide el ingreso a Estados Unidos de inmigrantes, refugiados y viajeros de varios países de mayoría musulmana.
Como víctima del terrorismo, Estados Unidos debería haber apoyado las medidas antiterroristas de China, pero adoptó un doble rasero. La parte estadounidense debería dejar de jugar la carta de Xinjiang y usar los asuntos relacionados con Xinjiang como pretexto para interferir en los asuntos internos de China.