COMENTARIO: Arrogancia mortal en Washington

Actualizado 2020-04-29 02:44:36 | Spanish. xinhuanet. com

BEIJING, 28 abr (Xinhua) -- En el Índice Global de Seguridad Sanitaria (GHS, siglas en inglés), una evaluación integral de la seguridad sanitaria y capacidades relacionadas de los 195 países del mundo, liderado y publicado por la Universidad Johns Hopkins en noviembre, Estados Unidos ocupó el primer lugar.

Varios meses después, durante la pandemia del nuevo coronavirus que ha devastado todo el mundo, EE. UU. ha llegado, una vez más, al primer puesto. Con casi un millón de infecciones y más de 56.000 muertes, es en la actualidad el epicentro de la pandemia. Su anteriormente impresionante resultado en el GHS parece ahora una amarga ironía.

Cuando estalló la pandemia, ningún país en la Tierra estaba en una mejor posición que Estados Unidos para combatir la enfermedad mortal.

Como la única superpotencia del mundo, Estados Unidos cuenta con muchas instalaciones médicas, científicos y profesionales de primera clase, y con una capacidad y recursos casi incomparables en todo el mundo para capear una crisis sanitaria.

Lo que es más importante es que el país no afrontó la pandemia a ciegas.

Los expertos estadounidenses que trabajan en la sede de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra comenzaron a transmitir información relacionada a Washington en noviembre; Beijing le ha enviado a EE. UU. información actualizada regularmente desde los primeros días del brote; el país norteamericano registró su primer caso confirmado de COVID-19 en enero, aunque pruebas recientes muestran que la epidemia podría haber comenzado a extenderse en suelo estadounidense antes de lo que se pensaba.

Muchos, dentro y fuera del país, se preguntan por qué Estados Unidos, una nación que podría haber dado ejemplo en la lucha contra la pandemia, ha desperdiciado su mejor oportunidad de reducir la propagación del virus convirtiéndose en el país más afectado por el mismo. Parece que no hay mejor explicación que la arrogancia.

Con su arrogancia, el Gobierno de Estados Unidos parecía convencido de que la situación estaba "totalmente bajo control" y que un brote a gran escala en su propio territorio era poco probable.

Con su arrogancia, los políticos en Washington parecían preferir confiar más en sus instintos a menudo inestables que en el asesoramiento profesional y basado en la ciencia.

Llamaron al secretario de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., Alex Azar, "alarmista", se hicieron de la vista gorda ante las medidas de seguridad solicitadas por los asesores científicos y promovieron terapias y medicamentos cuya eficacia aún no se ha confirmado.

Con su arrogancia, esos ideólogos en Washington se niegan a reconocer el manejo efectivo y responsable de China ante la pandemia de COVID-19, y constantemente cuestionan su transparencia porque no creen o no quieren que otros crean que China puede hacer un mejor trabajo que el "líder del mundo libre."

Aunque "Estados Unidos primero" ha sido declarada la doctrina oficial desde que Donald Trump asumió la presidencia del país, las administraciones anteriores la han practicado durante años. Como resultado, el mundo ha pagado un alto precio por las aventuras militares en el extranjero de Washington y sus imprudentes rabietas arancelarias.

Con la pandemia aún estremeciendo al planeta, un Washington autoritario, que es reacio a asumir su debida responsabilidad, solo puede ser un obstáculo para los esfuerzos internacionales que habrían vencido al agente patógeno con anterioridad, perjudicando así los intereses tanto de sus ciudadanos como de las personas del resto del mundo.

La pandemia del nuevo coronavirus es un enemigo común de la humanidad. Nadie puede vencerlo solo en la era de la globalización.

Los políticos en Washington, en lugar de intentar echar la culpa a otros, deben enfrentarse a este desafío sin precedentes y unirse a otros para combatir la pandemia con ciencia y sentido común, solidaridad y sentido de la responsabilidad.

 
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COMENTARIO: Arrogancia mortal en Washington

Spanish.xinhuanet.com 2020-04-29 02:44:36

BEIJING, 28 abr (Xinhua) -- En el Índice Global de Seguridad Sanitaria (GHS, siglas en inglés), una evaluación integral de la seguridad sanitaria y capacidades relacionadas de los 195 países del mundo, liderado y publicado por la Universidad Johns Hopkins en noviembre, Estados Unidos ocupó el primer lugar.

Varios meses después, durante la pandemia del nuevo coronavirus que ha devastado todo el mundo, EE. UU. ha llegado, una vez más, al primer puesto. Con casi un millón de infecciones y más de 56.000 muertes, es en la actualidad el epicentro de la pandemia. Su anteriormente impresionante resultado en el GHS parece ahora una amarga ironía.

Cuando estalló la pandemia, ningún país en la Tierra estaba en una mejor posición que Estados Unidos para combatir la enfermedad mortal.

Como la única superpotencia del mundo, Estados Unidos cuenta con muchas instalaciones médicas, científicos y profesionales de primera clase, y con una capacidad y recursos casi incomparables en todo el mundo para capear una crisis sanitaria.

Lo que es más importante es que el país no afrontó la pandemia a ciegas.

Los expertos estadounidenses que trabajan en la sede de la Organización Mundial de la Salud (OMS) en Ginebra comenzaron a transmitir información relacionada a Washington en noviembre; Beijing le ha enviado a EE. UU. información actualizada regularmente desde los primeros días del brote; el país norteamericano registró su primer caso confirmado de COVID-19 en enero, aunque pruebas recientes muestran que la epidemia podría haber comenzado a extenderse en suelo estadounidense antes de lo que se pensaba.

Muchos, dentro y fuera del país, se preguntan por qué Estados Unidos, una nación que podría haber dado ejemplo en la lucha contra la pandemia, ha desperdiciado su mejor oportunidad de reducir la propagación del virus convirtiéndose en el país más afectado por el mismo. Parece que no hay mejor explicación que la arrogancia.

Con su arrogancia, el Gobierno de Estados Unidos parecía convencido de que la situación estaba "totalmente bajo control" y que un brote a gran escala en su propio territorio era poco probable.

Con su arrogancia, los políticos en Washington parecían preferir confiar más en sus instintos a menudo inestables que en el asesoramiento profesional y basado en la ciencia.

Llamaron al secretario de Salud y Servicios Humanos de EE. UU., Alex Azar, "alarmista", se hicieron de la vista gorda ante las medidas de seguridad solicitadas por los asesores científicos y promovieron terapias y medicamentos cuya eficacia aún no se ha confirmado.

Con su arrogancia, esos ideólogos en Washington se niegan a reconocer el manejo efectivo y responsable de China ante la pandemia de COVID-19, y constantemente cuestionan su transparencia porque no creen o no quieren que otros crean que China puede hacer un mejor trabajo que el "líder del mundo libre."

Aunque "Estados Unidos primero" ha sido declarada la doctrina oficial desde que Donald Trump asumió la presidencia del país, las administraciones anteriores la han practicado durante años. Como resultado, el mundo ha pagado un alto precio por las aventuras militares en el extranjero de Washington y sus imprudentes rabietas arancelarias.

Con la pandemia aún estremeciendo al planeta, un Washington autoritario, que es reacio a asumir su debida responsabilidad, solo puede ser un obstáculo para los esfuerzos internacionales que habrían vencido al agente patógeno con anterioridad, perjudicando así los intereses tanto de sus ciudadanos como de las personas del resto del mundo.

La pandemia del nuevo coronavirus es un enemigo común de la humanidad. Nadie puede vencerlo solo en la era de la globalización.

Los políticos en Washington, en lugar de intentar echar la culpa a otros, deben enfrentarse a este desafío sin precedentes y unirse a otros para combatir la pandemia con ciencia y sentido común, solidaridad y sentido de la responsabilidad.

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