Por Huang Shunda
HAIKOU, 28 abr (Xinhua) -- El cielo está sombrío y con huellas de llovizna, pero entre las nubes, de vez en cuando, se escapa algún rayo de sol. Varios trabajadores están ocupados en una parcela de tabaco negro, cuyas hojas florecen y se mecen con el viento.
Entre ellos, hay un hombre extranjero que llama la atención. Viste una chaqueta y un gorro gris, y sus zapatos están cubiertos de tierra. Tiene el rostro bañado por el sol y su mirada, atenta, está concentrada en cortar un tramo de tubería y empalmarlo.
A su lado, un joven chino lo ayuda. Usa palabras simples en inglés, gestos o muecas para comunicarse con él y preguntarle si lo está haciendo bien. El extranjero le enseña con paciencia.
Es Marcos Rodríguez, un nicaragüense de 49 años que llegó al pueblo de Tian'an en Hainan, provincia insular meridional china, en febrero del año pasado y se ha convertido en un "experto" en tabaco negro que enseña a los lugareños.
La palabra experto, sin embargo, no lo convence. Dice que le falta todavía "por conocer muchas cosas", y eso a pesar de que ha trabajado en el cultivo del tabaco negro desde los 14 años, influenciado por su papá y sus tíos, quienes también lo sembraban.
En 2019 y debido a sus habilidades, la empresa china Yonder Oriental lo invitó a Hainan por un proyecto de cultivos de esta plantación.
Al término de su compromiso con la empresa anterior, esta nueva oportunidad de emprender le convenció. Investigó el sitio antes del viaje, las enfermedades, los cultivos y el clima.
"Aquí es muy similar a la condición de Centroamérica. La humedad relativa es más alta, pero es mejor", relata.
Tras el primer año, la cosecha fue productiva gracias al clima caliente y húmedo en la isla. El tabaco recogido se coloca en "pilones" que se mantienen en dos galeras construidas al lado de los campos para su fermentación, y ya está casi listo para ser empacado.
Ahora Marcos cuida de las plantaciones que están en distintas etapas de cosecha de la segunda temporada. Planea que para la próxima puede ampliar el área.
Su día es agitado. Se levanta a las 04:30, prepara el desayuno para tomarlo en el campo, a una hora de trayecto de donde vive. A las 06:30 empieza a trabajar hasta que el sol se pone.
Al mediodía, la mayoría de agricultores chinos toman una siesta de dos horas, pero él tiene mucha energía y no deja sus labores. Hoy, aprovecha que en la época de lluvia no se requiere regar y se dedica a tender equipos de riego con el trabajador chino.
En menos de treinta minutos la obra está lista. Marcos mira su reloj, pasan unos minutos de las dos. Los trabajadores del turno de la tarde deben estar por llegar.
A 10 minutos llega a la otra parcela. En esta, su asistente, Laura Rodríguez, ríe con varias trabajadoras chinas mientras retira las hojas no adecuadas para la cosecha. Marcos las ayuda.
Laura comparte la historia de Marcos pero es más extrovertida y se comunica mucho más con los lugareños.
Las agricultoras, pese a que no tienen experiencia en cultivar el tabaco negro ya que en China no se suelen fumar cigarros, aprenden rápido. Las labores tampoco son tan distintas a otros cultivos como el chile o el tomate que plantaban.
"Cada día están mejorando un poquito más", en opinión de Laura, para quien los aldeanos, ya con bastante conocimiento, son pacientes y dispuestos a pedir consejos.
Liu Yan, a la que define como "amable y trabajadora", vive en la aldea cercana de Baoyou y lleva más de un año trabajando en la finca.
Con tres hijos, se gana la vida cultivando pequeñas áreas de chiles y berenjenas, y ayuda en la cosecha de mangos cuando es temporada para ganar un poco más.
El trabajo aquí es menos intenso que los mangos, pues le permite regresar al mediodía por un descanso y cuando empezó el salario era de 150 yuanes (cerca de 21 dólares) diarios. Ahora, tiene experiencia y ha firmado un contrato por un salario mensual.
Junto al trabajo de su marido en la fábrica de azúcar, su familia ingresa de cinco a seis mil yuanes (entre 700 y 840 dólares) al mes, "suficientes para una vida modesta, pero tenemos que ganar más a medida que los niños crecen", confiesa.
En la finca seis o siete mujeres realizan el mismo trabajo que Liu Yan. Cuidan las plantas y voltean las hojas que están fermentando. Al momento de sembrar, "también podríamos guiar a los nuevos que llegan al campo", dice riendo.
Considera que esta nueva industria, hasta cierto punto, ha cambiado la producción de los agricultores locales. Muchos parientes y amigos suyos también quieren buscar aquí empleo.
En la finca, la primera temporada de cosecha generó más de 3.300 turnos de trabajo, como lo que hace Liu Yan al día, por cada 100 mu (unidad de tierra en China, unas 6,67 hectáreas), en un lugar donde el 24 por ciento de los trabajadores son personas con bajos ingresos.
Esto se debe a la necesidad de mano de obra en la industria, explica Laura, "desde que inicia el semillero hasta que el puro está terminado es un proceso muy largo, y permite que muchos trabajadores tengan un trabajo permanente. Es un oro verde".
Además de la alta demanda de mano de obra, el valor del cigarro se refleja en su enorme potencial en el mercado. Los países centroamericanos producen cigarros Premium, gracias al exquisito tabaco producido y el fino proceso de manufactura, que les reportan un flujo constante de beneficios.
En cuanto al cultivo en China, Javier Plantada, uno de los encargados de la compañía, afirma que tiene un potencial mayor que otros.
"En China hay 350 millones de fumadores. Imagínate por un momento que cada fumador llegue a fumar un puro a la semana, ¿te das cuenta de qué cantidad estamos hablando? Pon que fume el 10 por ciento, estaríamos hablando de 35 millones, te sale también una cifra tremenda potencial ahí", enfatiza.
A medida que el sol cae el trabajo termina y es momento de regresar al hogar. Marcos y Laura organizan las actividades para el día siguiente y las comparten con sus trabajadores en el grupo de WeChat.
Mañana tendrán nuevas actividades y responsabilidades, y podrán compartir con la población local.
(Contribuyeron también a esta información los corresponsales de Xinhua Yan Yujing y Yue Xitong en Haikou)