Por Raúl Menchaca
LA HABANA, 25 abril, 2020 (Xinhua) -- Imagen del 23 de abril de 2020 del voluntario Daniel Lázaro García, quien trabaja en el cuidado de las personas sospechosas de haber contraído la enfermedad causada por el nuevo coronavirus (COVID-19), en el centro de aislamiento ubicado en la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI), en La Habana, Cuba. En la actualidad en la UCI hay más de 64 voluntarios, dispuestos a dar su aporte donde haga falta como parte del esfuerzo que hace Cuba para controlar la pandemia del nuevo coronavirus. (Xinhua/Joaquín Hernández)
LA HABANA, 25 abr (Xinhua) -- Cuando le avisaron, Daniel Lázaro García no dudó en aceptar: tenía que reincorporarse a la Universidad de Ciencias Informáticas (UCI) de La Habana, pero no para trabajar como programador.
Ahora, sería voluntario en la atención a unas 600 personas que por estos días viven en el centro de aislamiento improvisado en los albergues de la UCI por ser contactos de personas infectadas con el nuevo coronavirus.
"Es mejor estar ayudando a otras personas que estar en casa", dijo García con una madurez que sorprende a sus 24 años.
El joven, que vive en el barrio habanero de Marianao, podía estar tranquilo en su casa, acogido a las disposiciones gubernamentales y cobrando su salario íntegro, pero al pedido de la dirección de la universidad, respondió sin titubeos como otros profesores y trabajadores de la institución docente.
Vestido con un traje médico verde, con gorro, botas, guantes y una mascarilla, dejó a un lado las computadoras y los códigos para repartir la alimentación, limpiar y ayudar a los médicos que atienden a los ingresados.
Sudoroso, conversa con Xinhua casi a gritos, desde una acera a otra, porque está en una zona de edificios de apartamentos que antes usaban los estudiantes, pero que ahora aloja a posibles enfermos que se mantienen aislados.
Devenido enfermero improvisado, García, junto a otros voluntarios, reparte desayuno, almuerzo y comida a los pacientes, además de que entrega a cada uno de los que llegan un módulo de aseo personal que incluye jabones y sábanas limpias.
"Algunos llegan alterados y preocupados ante lo desconocido, otros con síntomas febriles y con miedo. Por eso hay que tener mucha paciencia en el trato con ellos y explicarles como es el protocolo de prevención", comentó con tranquilidad.
Señaló que lo más complicado es cumplir el estricto régimen de higiene total que obliga a lavarse las manos cada vez que toca algo y a cambiarse el traje casi de manera constante.
El área destinada al aislamiento incluye varias manzanas de edificios con capacidad para unas 2.000 personas, pues la universidad acoge a unos 3.000 estudiantes, la mayoría en régimen interno, pero que al detectarse la enfermedad en Cuba fueron enviados a sus casas.
Otro voluntario es Vladimir Campos, un mulato fornido que en tiempos normales imparte clases en esa universidad, pero que temporalmente dejó las aulas para sumarse al grupo de auxiliares.
"Nosotros somos el segundo grupo que pasa por aquí durante 14 días", explicó también a gritos con la voz distorsionada por la mascarilla.
Campos dijo que lo que hacen es "ayudar a los demás en un momento difícil para todos", y mientras habla no deja de voltear la vista hacia los apartamentos donde están los enfermos para controlar que todo esté bien.
En el otro extremo de la cuadra, una doctora recibe a un grupo de enfermos, compuesto por dos familias, una madre anciana y su hijo, y otros dos muchachos que dicen ser primos.
Ellos estarán 14 días en la instalación, donde se les harán las pruebas correspondientes y permanecerán esas dos semanas hasta comprobarse que ya pasó lo peor.
En previsión de un mayor número de casos, el policlínico universitario se amplió y ahora tiene 100 capacidades, además de una sala de terapia intensiva, lo que se complementa con otras instalaciones aledañas que permiten utilizar otras 650 camas.
Otros bloques de apartamentos, que están fuera de la zona clausurada, se pintan, limpian y acondicionan ante la posibilidad de que crezca el número de personas que necesitan ser aisladas.
Profesores y un pequeño grupo de alumnos que viven en La Habana son los encargados de poner todo a punto.
"Nos tocó dejar a un lado las aulas y la investigación para crear condiciones en estos apartamento y que los aislados puedan permanecer de la manera más confortable posible", afirmó la decana de una de las Facultades, Mónica Peña.
La profesora, que junto a otro grupo, limpia con una escoba en uno de los apartamentos, explicó que se mantienen en contacto con los estudiantes que están en casa, quienes, dijo, recibieron algunas orientaciones docentes antes de irse.
En el bloque que hasta hace unos días funcionó como Hotel Universitario, y que se utiliza para los estudiantes de post-grado, el primer grupo de nueve voluntarios mantiene sus 14 días de cuarentena luego de abandonar el centro de aislamiento.
"La experiencia ha sido muy enriquecedora, porque la gente agradece con muchas muestras de cariño la atención que se le ha dado", aseguró Silvano Mercé, un moreno canoso y hablador que se desempeña como metodólogo del rectorado.
Mercé reconoció que han sido jornadas de trabajo intenso, que además impactaron sobre la tranquilidad de las familias, pero dijo estar dispuesto a reincorporarse si fuera necesario.
Lo cierto es que en la actualidad en la UCI hay otros 64 voluntarios, dispuestos a dar su aporte donde haga falta como pare del esfuerzo que hace Cuba para controlar la pandemia del nuevo coronavirus.