ESPECIAL: Cuba-EEUU, un diferendo centenario

Actualizado 2019-12-06 13:17:35 | Spanish. xinhuanet. com

Por Raúl Menchaca

LA HABANA, 5 dic (Xinhua) -- Las últimas sanciones adoptadas por Estados Unidos contra Cuba volvieron a poner sobre el tapete el largo diferendo bilateral, cuyas raíces se pierden en la bruma de la historia.

Esta semana, Washington anunció la inclusión en su lista de entidades bloqueadas a seis barcos petroleros que entregan a Cuba combustible de Venezuela, en el último capítulo de una larga saga de sanciones contra la isla.

Antes, el Departamento del Tesoro también sancionó a la compañía cubana Corporación Panamericana, S.A. por actuar como intermediaria y ejecutar contratos relacionados con los envíos de petróleo a La Habana.

En septiembre, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel compareció en la televisión nacional para anunciar medidas de austeridad debido a la escasez de petróleo originada por las sanciones de Estados Unidos.

También el canciller cubano Bruno Rodríguez denunció en la red social Twitter esas mismas sanciones, calificándolas como "acciones ilícitas no convencionales" y "prácticas gansteriles de amenaza y castigo contra relaciones comerciales legítimas entre Estados soberanos".

Las autoridades cubanas denunciaron esa escalada de medidas como parte del recrudecimiento del bloqueo que desde hace más de medio siglo mantiene Estados Unidos contra la isla y que constituye la más clara evidencia de un viejo diferendo generado por la apetencia hegemónica de Washington.

Uno de los llamados "padres fundadores" de la nación norteamericana, Benjamín Franklin (1706-1790), expuso entonces la conveniencia de apoderarse de lo que llamó como "Sugar islands", con el propósito de organizar un monopolio de la industria azucarera.

Unas décadas después, en 1805, el presidente Thomas Jefferson (1743-1826), dictaminó que "en caso de guerra contra Inglaterra y España, Estados Unidos se apoderará de Cuba por necesidades estratégicas".

La ocasión de intervenir en la isla llegó el 15 de febrero de 1898, cuando en el puerto de La Habana estalló el acorazado estadounidense Maine, en un incidente que nunca quedó claro, pero que sirvió de pretexto a las tropas norteamericanas para entrar en Cuba.

Fuerzas militares norteamericanas entraron entonces en la guerra de independencia que desde hacía varias décadas realizaban los cubanos contra la metrópoli española.

La derrota española frustró la independencia de la isla, que quedó bajo la órbita política de Estados Unidos, cuyas fuerzas militares intervinieron varias veces en territorio cubano y sobre todo impusieron la Enmienda Platt, un apéndice a la Constitución isleña.

Esa legislación, aprobada por el Congreso estadounidense, coartaba la soberanía de Cuba, a la que prácticamente quitaba la autoridad sobre la entonces Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, y daba facultades a Estados Unidos para intervenir militarmente cuando lo considerara necesario.

La Enmienda Platt, que además permitía a la marina norteamericana establecer bases en la isla, fue derogada el 29 de mayo de 1934, pero quedó la Base Naval de Guantánamo, donde aún en la actualidad operan las fuerzas navales estadounidenses contra la voluntad de las autoridades cubanas.

El triunfo de la guerrilla encabezada por Fidel Castro, el 1 de enero de 1959, ahondó las diferencias entre los dos países que rompieron relaciones dos años después, el 3 de enero de 1961.

El mutuo encono escaló cuando la Administración Kennedy decretó un bloqueo a la isla el 3 de febrero de 1962, mediante la proclama presidencial 3447.

Así, en un ambiente de hostilidad, en octubre de 1992, casi 30 años después de iniciado el bloqueo, el presidente Bush padre firmó la "Ley para la Democracia cubana", más conocida como Ley Torricelli.

Con ella, Washington reforzó las medidas económicas contra la isla y oficializó la extraterritorialidad del cerco al prohibir a las compañías subsidiarias norteamericanas en terceros países realizar transacciones con Cuba o nacionales cubanos.

Entre otras restricciones, también prohibió la entrada a territorio norteamericano, durante un plazo de 180 días, de los barcos de terceros países que toquen puertos cubanos.

La última vuelta de tuerca la dio la Administración de William Clinton que, en el afán por acabar con el orden establecido en la isla, llegó a entregar al Congreso sus facultades presidenciales en lo referido a Cuba.

En marzo de 1996, Clinton firmó la "Ley para la Solidaridad democrática y la libertad cubana", la conocida Helms-Burton, que busca desestimular la inversión extranjera e internacionalizar el bloqueo a Cuba.

Sin embargo, los presidentes Raúl Castro y Barack Obama sorprendieron al mundo en diciembre de 2014 al anunciar que ambas naciones restablecerían las relaciones diplomáticas y reabrirían las respectivas embajadas en La Habana y Washington.

Los lazos se reanudaron oficialmente en julio de 2015 y en marzo del año siguiente Obama se convirtió en el primer presidente norteamericano en visitar la isla en más de 50 años.

Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca significó un profundo retroceso en las relaciones entre los dos países, luego de que el nuevo mandatario anunciara desde un barrio predominantemente cubano en Miami su plan de enfriar las relaciones bilaterales.

Los lazos entre los dos países sufrieron después un gradual enfriamiento con el cierre de la embajada norteamericana en La Habana y la reducción mutua del personal diplomático de ambas legaciones.

La Casa Blanca alegó supuestos ataques sónicos contra sus diplomáticos acreditados en la capital de la isla, sucesos nunca aclarados y para los cuales el gobierno cubano ha exigido la presentación de pruebas fehacientes.

Más tarde, Estados Unidos anunció sanciones contra un centenar de empresas cubanas, impuso restricciones a los viajes de sus ciudadanos a la isla y decidió la activación del Título III de la Ley Helms-Burton, que sucesivos presidentes habían mantenido en suspenso durante más de dos décadas.

La activación del Título III de esa legislación permite entablar demandas en tribunales estadounidenses por bienes expropiados tras la Revolución y sanciones a los hoteles de la isla.

El gobierno cubano ha denunciado de manera reiterada el recrudecimiento del bloqueo, que durante 22 años ha sido condenado por la comunidad internacional en Naciones Unidas.

 
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ESPECIAL: Cuba-EEUU, un diferendo centenario

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Por Raúl Menchaca

LA HABANA, 5 dic (Xinhua) -- Las últimas sanciones adoptadas por Estados Unidos contra Cuba volvieron a poner sobre el tapete el largo diferendo bilateral, cuyas raíces se pierden en la bruma de la historia.

Esta semana, Washington anunció la inclusión en su lista de entidades bloqueadas a seis barcos petroleros que entregan a Cuba combustible de Venezuela, en el último capítulo de una larga saga de sanciones contra la isla.

Antes, el Departamento del Tesoro también sancionó a la compañía cubana Corporación Panamericana, S.A. por actuar como intermediaria y ejecutar contratos relacionados con los envíos de petróleo a La Habana.

En septiembre, el presidente cubano Miguel Díaz-Canel compareció en la televisión nacional para anunciar medidas de austeridad debido a la escasez de petróleo originada por las sanciones de Estados Unidos.

También el canciller cubano Bruno Rodríguez denunció en la red social Twitter esas mismas sanciones, calificándolas como "acciones ilícitas no convencionales" y "prácticas gansteriles de amenaza y castigo contra relaciones comerciales legítimas entre Estados soberanos".

Las autoridades cubanas denunciaron esa escalada de medidas como parte del recrudecimiento del bloqueo que desde hace más de medio siglo mantiene Estados Unidos contra la isla y que constituye la más clara evidencia de un viejo diferendo generado por la apetencia hegemónica de Washington.

Uno de los llamados "padres fundadores" de la nación norteamericana, Benjamín Franklin (1706-1790), expuso entonces la conveniencia de apoderarse de lo que llamó como "Sugar islands", con el propósito de organizar un monopolio de la industria azucarera.

Unas décadas después, en 1805, el presidente Thomas Jefferson (1743-1826), dictaminó que "en caso de guerra contra Inglaterra y España, Estados Unidos se apoderará de Cuba por necesidades estratégicas".

La ocasión de intervenir en la isla llegó el 15 de febrero de 1898, cuando en el puerto de La Habana estalló el acorazado estadounidense Maine, en un incidente que nunca quedó claro, pero que sirvió de pretexto a las tropas norteamericanas para entrar en Cuba.

Fuerzas militares norteamericanas entraron entonces en la guerra de independencia que desde hacía varias décadas realizaban los cubanos contra la metrópoli española.

La derrota española frustró la independencia de la isla, que quedó bajo la órbita política de Estados Unidos, cuyas fuerzas militares intervinieron varias veces en territorio cubano y sobre todo impusieron la Enmienda Platt, un apéndice a la Constitución isleña.

Esa legislación, aprobada por el Congreso estadounidense, coartaba la soberanía de Cuba, a la que prácticamente quitaba la autoridad sobre la entonces Isla de Pinos, hoy Isla de la Juventud, y daba facultades a Estados Unidos para intervenir militarmente cuando lo considerara necesario.

La Enmienda Platt, que además permitía a la marina norteamericana establecer bases en la isla, fue derogada el 29 de mayo de 1934, pero quedó la Base Naval de Guantánamo, donde aún en la actualidad operan las fuerzas navales estadounidenses contra la voluntad de las autoridades cubanas.

El triunfo de la guerrilla encabezada por Fidel Castro, el 1 de enero de 1959, ahondó las diferencias entre los dos países que rompieron relaciones dos años después, el 3 de enero de 1961.

El mutuo encono escaló cuando la Administración Kennedy decretó un bloqueo a la isla el 3 de febrero de 1962, mediante la proclama presidencial 3447.

Así, en un ambiente de hostilidad, en octubre de 1992, casi 30 años después de iniciado el bloqueo, el presidente Bush padre firmó la "Ley para la Democracia cubana", más conocida como Ley Torricelli.

Con ella, Washington reforzó las medidas económicas contra la isla y oficializó la extraterritorialidad del cerco al prohibir a las compañías subsidiarias norteamericanas en terceros países realizar transacciones con Cuba o nacionales cubanos.

Entre otras restricciones, también prohibió la entrada a territorio norteamericano, durante un plazo de 180 días, de los barcos de terceros países que toquen puertos cubanos.

La última vuelta de tuerca la dio la Administración de William Clinton que, en el afán por acabar con el orden establecido en la isla, llegó a entregar al Congreso sus facultades presidenciales en lo referido a Cuba.

En marzo de 1996, Clinton firmó la "Ley para la Solidaridad democrática y la libertad cubana", la conocida Helms-Burton, que busca desestimular la inversión extranjera e internacionalizar el bloqueo a Cuba.

Sin embargo, los presidentes Raúl Castro y Barack Obama sorprendieron al mundo en diciembre de 2014 al anunciar que ambas naciones restablecerían las relaciones diplomáticas y reabrirían las respectivas embajadas en La Habana y Washington.

Los lazos se reanudaron oficialmente en julio de 2015 y en marzo del año siguiente Obama se convirtió en el primer presidente norteamericano en visitar la isla en más de 50 años.

Sin embargo, la llegada de Donald Trump a la Casa Blanca significó un profundo retroceso en las relaciones entre los dos países, luego de que el nuevo mandatario anunciara desde un barrio predominantemente cubano en Miami su plan de enfriar las relaciones bilaterales.

Los lazos entre los dos países sufrieron después un gradual enfriamiento con el cierre de la embajada norteamericana en La Habana y la reducción mutua del personal diplomático de ambas legaciones.

La Casa Blanca alegó supuestos ataques sónicos contra sus diplomáticos acreditados en la capital de la isla, sucesos nunca aclarados y para los cuales el gobierno cubano ha exigido la presentación de pruebas fehacientes.

Más tarde, Estados Unidos anunció sanciones contra un centenar de empresas cubanas, impuso restricciones a los viajes de sus ciudadanos a la isla y decidió la activación del Título III de la Ley Helms-Burton, que sucesivos presidentes habían mantenido en suspenso durante más de dos décadas.

La activación del Título III de esa legislación permite entablar demandas en tribunales estadounidenses por bienes expropiados tras la Revolución y sanciones a los hoteles de la isla.

El gobierno cubano ha denunciado de manera reiterada el recrudecimiento del bloqueo, que durante 22 años ha sido condenado por la comunidad internacional en Naciones Unidas.

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