BEIJING, 6 ago (Xinhua) -- A medida que la campaña para la carrera presidencial de 2020 va calentando motores, algunos políticos estadounidenses han acusado a China de intentar negociar con una eventual Administración demócrata para "estafar, como nunca antes, a nuestro amado EEUU".
Esta falacia es un intento de matar dos pájaros de un tiro. Por un lado, trata de hacer creer a los estadounidenses que Beijing está colaborando con los demócratas para influir en las elecciones en favor de China y, por el otro, retrata a los políticos como "guardianes de los intereses de Estados Unidos".
No es la primera vez que políticos estadounidenses emplean esta cicatera táctica política. En las elecciones de medio término el pasado noviembre, algunos altos cargos del país norteamericano aseguraron que China estaba intentando entrometerse en los comicios.
Sin embargo, la propia secretaria de Seguridad Nacional en aquel entonces, Kirstjen Nielsen, consideró la acusación infundada y negó que hubiese ningún tipo de indicador de que una fuerza extranjera estuviese tratando de perturbar la infraestructura electoral estadounidense.
A lo largo de los años, el Gobierno chino ha reiterado su compromiso, en muchas y diferentes ocasiones, con el principio de no injerencia en los asuntos internos de otros países. No se ha inmiscuido en los asuntos internos de ningún otro país, ni lo va a hacer en el futuro.
Desde que China y Estados Unidos establecieron relaciones diplomáticas hace cuatro décadas, Beijing ha intentado siempre trabajar con los Gobiernos estadounidenses, tanto demócratas como republicanos, sobre la base del respeto, el beneficio mutuo y el trato igualitario.
Washington, irónicamente, ha sido un gurú a la hora de alterar elecciones en otros países. En un informe divulgado por el "Atlantic" el año pasado, Dov Levin, un investigador de posdoctorado del Instituto para Política y Estrategia de la Universidad Carnegie Mellon, identificó 62 intervenciones estadounidenses en elecciones de otros países entre 1946 y 1989.
Un caso reciente es Venezuela. Tras la campaña presidencial en el país latinoamericano, Washington se negó a reconocer los resultados, apoyó actos de violencia y golpes de Estado e impuso un bloqueo económico.
Washington ha sido también de gatillo fácil a la hora de entromerterse en los asuntos de otros de forma ruda y violenta, como su invasión de Granada y Panamá, y más recientemente, Irak. Ha vertido también acusaciones aberrantes contra la libertad de religión en China, ha metido baza en la cuestión de Taiwan y ha convertido lo negro en blanco en los incidentes violentos en Hong Kong.
Estados Unidos afronta problemas internos en múltiples frentes, como una brecha entre ricos y pobres cada vez mayor, el aumento de los tiroteos y también la fractura de su sociedad.
Con la carrera presidencial calentándose, ciertos políticos estadounidenses deberían, quizás, pasar un poco más de tiempo atendiendo las necesidades de sus electores y menos desviando su atención de los problemas reales.