ESPECIAL: Chorro de Maíta, un enigma arqueológico en las montañas cubanas

Spanish.xinhuanet.com   2019-07-21 07:50:25

Por Raúl Menchaca

HOLGUIN, Cuba, 20 jul (Xinhua) -- La carretera serpentea entre el verde de las montañas del oriente de Cuba hasta llegar a una elevación casi escondida donde está el museo Chorro de Maíta, un cementerio aborigen convertido en un enigma para la arqueología moderna.

En el intrincado lugar, a 60 kilómetros de la oriental ciudad de Holguín, se supone hubo un asentamiento aborigen, donde casi de casualidad se descubrió un cementerio que data de entre finales de 1440 y 1540, es decir, antes y después de la llegada de los españoles a Cuba.

"Este es uno de los cementerios más antiguos del continente y uno de los pocos localizados en el Caribe fuera de asentamientos urbanos españoles", explicó a Xinhua la museóloga Dianet Domínguez, una licenciada en Estudios Socioculturales que desde hace tres años labora en el lugar.

Todo comenzó a inicios del pasado siglo, cuando algunos campesinos comenzaron a levantar sus casas en ese punto del municipio de Banes, en las cercanías de la finca de una mujer conocida como Maíta, donde había un viejo manantial que le dio nombre al lugar.

Al comenzar las obras, empezaron a aparecer restos humanos, lo que más tarde alertó a las autoridades y a los científicos, como el arqueólogo cubano José Manuel Guarch (1931-2001).

Aunque en la década de los 30 del siglo pasado laboraron en la zona los primeros arqueólogos, no fue hasta 1975 que Guarch, acompañado por su esposa y sus hijos, descubrió el grueso de las evidencias en Chorro de Maíta.

"En este sitio fueron encontrados más de 108 enterramientos, aunque solamente se exponen 62 esqueletos en la misma posición, profundidad y lugar en que fueron hallados", señaló Domínguez.

En las excavaciones se encontraron vasijas, instrumentos y joyas de la población taína, pero lo increíble es que también salieron a la luz instrumentos hispanos, venezolanos y hasta mexicanos.

Entre lo hallado figura un collar hecho con coral rosado, cuarzo, perlas, cuentas bicéfalas doradas y una cabeza de ave tallada en oro, que se supone perteneció a una princesa mexicana y es considerada una de las reliquias más relevantes encontradas en el enterramiento.

La presencia de restos españoles es igualmente enigmática, porque además de cascabeles, vasijas y adornos hispanos, también se evidencian formas de enterramiento propias de los cristianos, como los brazos cruzados en el pecho, la postura acostada y los cráneos sin deformar, práctica esta última habitual entre los aborígenes cubanos.

Otro misterio es la presencia de restos de un africano, aunque algunos estudiosos consideran que en el lugar pudo existir una encomienda a cargo de algún colonizador español.

A unos metros del museo, con sólo cruzar el empinado camino, está la Aldea Taína, una recreación del poblado aborigen a tamaño real, diseñada a partir de las investigaciones de Guarch y abierta en 1990.

Son 38 esculturas humanas que muestran con gran realismo la vida diaria, costumbres y rituales, como la deformación craneana y el rápido envejecimiento de los aborígenes, quienes a los 45 años eran vistos como ancianos.

También hay varias viviendas llamadas "caneyes", donde habitaban los aborígenes, así como instrumentos de trabajo y ritos religiosos.

Salta a la vista la estratificación del poblado, donde las mujeres trabajaban en las labores domésticas, en la crianza de los niños y la cocina, mientras que los hombres labraban la tierra, hacían vasijas y piezas artesanales.

También está presente la figura del "behíque", una especie de brujo, que se comunicaba directamente con los dioses para conseguir sus favores.

Un pequeño grupo de actores ofrece a los visitantes una representación de lo que podría ser una ceremonia religiosa taína, cuyas normas llegaron hasta nuestros días a través de la tradición oral.

En esas empinadas lomas del oriente cubano, donde está comprobada la presencia de los primeros pobladores del país, hay decenas de historias que confirman la huella de los aborígenes.

Sin embargo, siguen siendo grandes los misterios que guarda la zona, donde Chorro de Maíta es apenas la punta de la madeja de un enigma arqueológico por descifrar.

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ESPECIAL: Chorro de Maíta, un enigma arqueológico en las montañas cubanas

Spanish.xinhuanet.com 2019-07-21 07:50:25

Por Raúl Menchaca

HOLGUIN, Cuba, 20 jul (Xinhua) -- La carretera serpentea entre el verde de las montañas del oriente de Cuba hasta llegar a una elevación casi escondida donde está el museo Chorro de Maíta, un cementerio aborigen convertido en un enigma para la arqueología moderna.

En el intrincado lugar, a 60 kilómetros de la oriental ciudad de Holguín, se supone hubo un asentamiento aborigen, donde casi de casualidad se descubrió un cementerio que data de entre finales de 1440 y 1540, es decir, antes y después de la llegada de los españoles a Cuba.

"Este es uno de los cementerios más antiguos del continente y uno de los pocos localizados en el Caribe fuera de asentamientos urbanos españoles", explicó a Xinhua la museóloga Dianet Domínguez, una licenciada en Estudios Socioculturales que desde hace tres años labora en el lugar.

Todo comenzó a inicios del pasado siglo, cuando algunos campesinos comenzaron a levantar sus casas en ese punto del municipio de Banes, en las cercanías de la finca de una mujer conocida como Maíta, donde había un viejo manantial que le dio nombre al lugar.

Al comenzar las obras, empezaron a aparecer restos humanos, lo que más tarde alertó a las autoridades y a los científicos, como el arqueólogo cubano José Manuel Guarch (1931-2001).

Aunque en la década de los 30 del siglo pasado laboraron en la zona los primeros arqueólogos, no fue hasta 1975 que Guarch, acompañado por su esposa y sus hijos, descubrió el grueso de las evidencias en Chorro de Maíta.

"En este sitio fueron encontrados más de 108 enterramientos, aunque solamente se exponen 62 esqueletos en la misma posición, profundidad y lugar en que fueron hallados", señaló Domínguez.

En las excavaciones se encontraron vasijas, instrumentos y joyas de la población taína, pero lo increíble es que también salieron a la luz instrumentos hispanos, venezolanos y hasta mexicanos.

Entre lo hallado figura un collar hecho con coral rosado, cuarzo, perlas, cuentas bicéfalas doradas y una cabeza de ave tallada en oro, que se supone perteneció a una princesa mexicana y es considerada una de las reliquias más relevantes encontradas en el enterramiento.

La presencia de restos españoles es igualmente enigmática, porque además de cascabeles, vasijas y adornos hispanos, también se evidencian formas de enterramiento propias de los cristianos, como los brazos cruzados en el pecho, la postura acostada y los cráneos sin deformar, práctica esta última habitual entre los aborígenes cubanos.

Otro misterio es la presencia de restos de un africano, aunque algunos estudiosos consideran que en el lugar pudo existir una encomienda a cargo de algún colonizador español.

A unos metros del museo, con sólo cruzar el empinado camino, está la Aldea Taína, una recreación del poblado aborigen a tamaño real, diseñada a partir de las investigaciones de Guarch y abierta en 1990.

Son 38 esculturas humanas que muestran con gran realismo la vida diaria, costumbres y rituales, como la deformación craneana y el rápido envejecimiento de los aborígenes, quienes a los 45 años eran vistos como ancianos.

También hay varias viviendas llamadas "caneyes", donde habitaban los aborígenes, así como instrumentos de trabajo y ritos religiosos.

Salta a la vista la estratificación del poblado, donde las mujeres trabajaban en las labores domésticas, en la crianza de los niños y la cocina, mientras que los hombres labraban la tierra, hacían vasijas y piezas artesanales.

También está presente la figura del "behíque", una especie de brujo, que se comunicaba directamente con los dioses para conseguir sus favores.

Un pequeño grupo de actores ofrece a los visitantes una representación de lo que podría ser una ceremonia religiosa taína, cuyas normas llegaron hasta nuestros días a través de la tradición oral.

En esas empinadas lomas del oriente cubano, donde está comprobada la presencia de los primeros pobladores del país, hay decenas de historias que confirman la huella de los aborígenes.

Sin embargo, siguen siendo grandes los misterios que guarda la zona, donde Chorro de Maíta es apenas la punta de la madeja de un enigma arqueológico por descifrar.

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