ESPECIAL: Restauradores trabajan en Argentina para devolver brillo al primer edificio Art Nouveau del país

Actualizado 2019-07-16 09:30:24 | Spanish. xinhuanet. com

ARGENTINA-BUENOS AIRES-PATRIMONIO-RESTAURACION

Restauradores trabajan en la "Confitería del Molino", en la ciudad de Buenos Aires, capital de Argentina, el 15 de julio de 2019. Un equipo de restauradores trabaja en Argentina junto a arquitectos, técnicos y arqueólogos urbanos para devolver el brillo a la legendaria "Confitería del Molino" de Buenos Aires, el primer edificio Art Nouveau del país, que fue inaugurado en 1916 para celebrar los cien años de la independencia nacional y que en 1997 debió cerrar sus puertas.(Xinhua/Martín Zabala)

BUENOS AIRES, 15 jul (Xinhua) -- Un equipo de restauradores trabaja en Argentina junto a arquitectos, técnicos y arqueólogos urbanos para devolver el brillo a la legendaria "Confitería del Molino" de Buenos Aires, el primer edificio Art Nouveau del país, que fue inaugurado en 1916 para celebrar los cien años de la independencia nacional y que en 1997 debió cerrar sus puertas.

Hay "personal de distinto tipo, unos 40 restauradores, 20 (son) personal administrativo-técnico y luego en este momento seis empresas distintas que están trabajando por especialidad en la puesta en valor de cada uno de los componentes por sectores", explicó a Xinhua el arquitecto asesor de Patrimonio Cultural de la Comisión Administradora del edificio del Molino, Guillermo García.

La historia vinculada al lugar inició a mediados del siglo XIX, cuando Constantino Rossi y Cayetano Brenna se dieron a conocer por la calidad de los productos que vendían en su "Confitería del Centro", ubicada en las calles Rivadavia y Rodríguez Peña, a la que luego llamarían "Antigua Confitería del Molino", en honor al primer molino harinero de Buenos Aires, el Molino Lorea.

En 1905, la confitería se trasladó 100 metros y pasó a ocupar un local frente al Congreso de la Nación, en la esquina de las avenidas Rivadavia y Callao, parte de la llamada Manzana Legislativa de Buenos Aires.

Los arquitectos convocados por Brenna, encabezados por uno de apellido Gianotti, hicieron traer de Europa, para este magnífico edificio, exponente del Art Nouveau y la vanguardia de la Belle Époque, puertas, ventanas, mármoles, manijas de bronce, cerámicas, cristalería y más de 150 metros cuadrados de vitrales.

Sobre una estructura de hormigón, el inmueble ostenta la forma clásica del edificio académico típico de Buenos Aires, conformado por tres subsuelos -donde funcionaban una planta de elaboración integral, una fábrica de hielo, las bodegas, los depósitos y el taller mecánico-, una planta baja y cinco pisos, con elegantes salones de fiesta, viviendas y oficinas.

La fachada, revestida de piedra París, abraza la esquina con desarrollo simétrico y ornamentación de influencia veneciana, plagada de mosaicos, opalinas, capiteles y bajorrelieves de bronce y cerámicas que remedan el oro en la mansarda.

En el frente podían observarse esculturas alegóricas en homenaje a las provincias argentinas y una imponente cúpula, cerrada con vitrales Art Nouveau, de múltiples colores, junto con una réplica de un juego de aspas de molino en herrería.

Luego de la muerte de Brenna, el inmueble cambió de manos hasta su quiebra en 1978, y finalmente debió cerrar sus puertas en 1997, cuando estaban al frente del comercio los nietos de su fundador.

Ese mismo año, la "Confitería del Molino" fue declarada monumento histórico nacional, lo que seguramente la salvó de su destrucción, mientras que una ley de 2014 del Congreso de la Nación dispuso expropiar el mítico edificio y en julio de 2018 se puso en marcha un plan de "Restauración Integral del Edificio del Molino" (RIEM), con un equipo multidisciplinario de especialistas.

"Esta confitería es tradicional del siglo XX y hoy la estamos poniendo en valor en forma integral y en forma modular, es decir, acometiendo cada una de las tareas con personal específico para cada una de ellas, y resolviendo los temas de alta complejidad, buscando incluso aprender con el mensaje que nos da el edificio respecto a cómo fue su factura, cuál fue su tecnología y volver a las técnicas originales en cada uno de los aspectos", dijo a Xinhua durante un recorrido por el lugar el arquitecto García

Arqueólogos urbanos liderados por la experta Sandra Guillermo han recuperado 15.000 objetos de alto valor patrimonial, como asaderas, moldes para tarteletas, envases de época, menús, botellas, documentación, diarios y libros, entre otros.

"Se trata de uno de los edificios de Art Nouveau más representativos de la ciudad de Buenos Aires. Muchas veces decimos que es el gemelo de 'La Pedrera', la obra de Gaudí (...) en Barcelona", comparó García.

La elegancia del inmueble, en el que las familias más tradicionales de la ciudad celebraban sus reuniones y tertulias, todavía se respira en medio de las obras para recuperar el esplendor de sus 7.600 metros cuadrados de edificación.

Paloma Sánchez, a cargo de la comunicación institucional de la Comisión Administradora, explicó a Xinhua que "el edificio es muy importante para los porteños pero también para los argentinos. Hoy es patrimonio del Congreso Nacional. Hay una Comisión Administradora del edificio del Molino, que es una Comisión Bicameral que se está encargando de llevar a cabo un plan de restauración integral, tanto en los aspectos materiales como de los inmateriales".

"No solamente tiene un valor arquitectónico único el edificio, sino que también aloja muchísimas historias y muchísimos personajes que han transitado la confitería, sus espacios de vivienda y también su salón de fiestas", resaltó Sánchez.

En sus mejores épocas, las mesas del lugar dieron espacio al debate político, protagonizado por dirigentes históricos del país, como Marcelo T. de Alvear, Alfredo Palacios o Lisandro de la Torre, que podían codearse en sus salones con escritores como Leopoldo Lugones, Roberto Arlt y Oliverio Girondo, mientras que tenores y sopranos compartían mesas con el Príncipe de Gales, el príncipe Humberto I, el cantor de tangos Carlos Gardel o Eva Perón en su faceta de actriz.

"Madonna grabó un videoclip hace pocos años, en 1996 en el Salón de Fiestas del primer piso. Era un lugar donde los escritores eran habituales: (Jorge Luis) Borges, (Adolfo) Bioy, además de venir y consumir los productos del Molino, escribieron un cuento que transcurre en el edificio, hay una poesía de Oliverio Girondo sobre las chicas del Molino (...) Tenemos infinidad de artistas que han transitado el edificio y que también lo han hecho escenario de sus obras", valoró Sánchez.

La funcionaria detalló que "hay tres destinos que establece la ley para el edificio. Uno es que la confitería vuelva a funcionar, con un modelo de concesión que respete tanto el patrimonio arquitectónico como como su carta (menú) histórica, porque aquí se han inventado postres emblemáticos de la carta gastronómica argentina, como el 'Imperial Ruso' (...) o el tradicional pan dulce de la confitería del Molino, que deberán ser respetados por la empresa que asuma la concesión".

"También va a funcionar un centro cultural y un museo que pueda contar la historia y las formas de vida de los porteños y los argentinos durante el siglo XX", completó Sánchez.

Lo entrañable del Molino no sólo es su edificio singular sino los recortes de la historia argentina que se han entramado en sus mesas de café y que tienen relación directa con una de las categorías más destacables del patrimonio intangible: el gastronómico.

Los merengues, el panettone con castañas, el pan dulce de las navidades porteñas, junto con el marrón glacé, llenaron las estanterías de una pastelería que asombró con sus creaciones, como el Leguisamo, un bizcochuelo con capas de merengue, marrón glacé, hojaldre y crema imperial encargado en la década del veinte por Gardel para homenajear al mítico jockey uruguayo Irineo Leguisamo.

La Confitería del Molino, conocida en su momento como la "Tercera Cámara", porque era el espacio de encuentro entre integrantes del Senado y de la Cámara de los Diputados, busca ahora recuperar su lugar de privilegio en el patrimonio cultural de Buenos Aires.

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Restauradores trabajan en la "Confitería del Molino", en la ciudad de Buenos Aires, capital de Argentina, el 15 de julio de 2019. Un equipo de restauradores trabaja en Argentina junto a arquitectos, técnicos y arqueólogos urbanos para devolver el brillo a la legendaria "Confitería del Molino" de Buenos Aires, el primer edificio Art Nouveau del país, que fue inaugurado en 1916 para celebrar los cien años de la independencia nacional y que en 1997 debió cerrar sus puertas.(Xinhua/Martín Zabala)

BUENOS AIRES, 15 jul (Xinhua) -- Un equipo de restauradores trabaja en Argentina junto a arquitectos, técnicos y arqueólogos urbanos para devolver el brillo a la legendaria "Confitería del Molino" de Buenos Aires, el primer edificio Art Nouveau del país, que fue inaugurado en 1916 para celebrar los cien años de la independencia nacional y que en 1997 debió cerrar sus puertas.

Hay "personal de distinto tipo, unos 40 restauradores, 20 (son) personal administrativo-técnico y luego en este momento seis empresas distintas que están trabajando por especialidad en la puesta en valor de cada uno de los componentes por sectores", explicó a Xinhua el arquitecto asesor de Patrimonio Cultural de la Comisión Administradora del edificio del Molino, Guillermo García.

La historia vinculada al lugar inició a mediados del siglo XIX, cuando Constantino Rossi y Cayetano Brenna se dieron a conocer por la calidad de los productos que vendían en su "Confitería del Centro", ubicada en las calles Rivadavia y Rodríguez Peña, a la que luego llamarían "Antigua Confitería del Molino", en honor al primer molino harinero de Buenos Aires, el Molino Lorea.

En 1905, la confitería se trasladó 100 metros y pasó a ocupar un local frente al Congreso de la Nación, en la esquina de las avenidas Rivadavia y Callao, parte de la llamada Manzana Legislativa de Buenos Aires.

Los arquitectos convocados por Brenna, encabezados por uno de apellido Gianotti, hicieron traer de Europa, para este magnífico edificio, exponente del Art Nouveau y la vanguardia de la Belle Époque, puertas, ventanas, mármoles, manijas de bronce, cerámicas, cristalería y más de 150 metros cuadrados de vitrales.

Sobre una estructura de hormigón, el inmueble ostenta la forma clásica del edificio académico típico de Buenos Aires, conformado por tres subsuelos -donde funcionaban una planta de elaboración integral, una fábrica de hielo, las bodegas, los depósitos y el taller mecánico-, una planta baja y cinco pisos, con elegantes salones de fiesta, viviendas y oficinas.

La fachada, revestida de piedra París, abraza la esquina con desarrollo simétrico y ornamentación de influencia veneciana, plagada de mosaicos, opalinas, capiteles y bajorrelieves de bronce y cerámicas que remedan el oro en la mansarda.

En el frente podían observarse esculturas alegóricas en homenaje a las provincias argentinas y una imponente cúpula, cerrada con vitrales Art Nouveau, de múltiples colores, junto con una réplica de un juego de aspas de molino en herrería.

Luego de la muerte de Brenna, el inmueble cambió de manos hasta su quiebra en 1978, y finalmente debió cerrar sus puertas en 1997, cuando estaban al frente del comercio los nietos de su fundador.

Ese mismo año, la "Confitería del Molino" fue declarada monumento histórico nacional, lo que seguramente la salvó de su destrucción, mientras que una ley de 2014 del Congreso de la Nación dispuso expropiar el mítico edificio y en julio de 2018 se puso en marcha un plan de "Restauración Integral del Edificio del Molino" (RIEM), con un equipo multidisciplinario de especialistas.

"Esta confitería es tradicional del siglo XX y hoy la estamos poniendo en valor en forma integral y en forma modular, es decir, acometiendo cada una de las tareas con personal específico para cada una de ellas, y resolviendo los temas de alta complejidad, buscando incluso aprender con el mensaje que nos da el edificio respecto a cómo fue su factura, cuál fue su tecnología y volver a las técnicas originales en cada uno de los aspectos", dijo a Xinhua durante un recorrido por el lugar el arquitecto García

Arqueólogos urbanos liderados por la experta Sandra Guillermo han recuperado 15.000 objetos de alto valor patrimonial, como asaderas, moldes para tarteletas, envases de época, menús, botellas, documentación, diarios y libros, entre otros.

"Se trata de uno de los edificios de Art Nouveau más representativos de la ciudad de Buenos Aires. Muchas veces decimos que es el gemelo de 'La Pedrera', la obra de Gaudí (...) en Barcelona", comparó García.

La elegancia del inmueble, en el que las familias más tradicionales de la ciudad celebraban sus reuniones y tertulias, todavía se respira en medio de las obras para recuperar el esplendor de sus 7.600 metros cuadrados de edificación.

Paloma Sánchez, a cargo de la comunicación institucional de la Comisión Administradora, explicó a Xinhua que "el edificio es muy importante para los porteños pero también para los argentinos. Hoy es patrimonio del Congreso Nacional. Hay una Comisión Administradora del edificio del Molino, que es una Comisión Bicameral que se está encargando de llevar a cabo un plan de restauración integral, tanto en los aspectos materiales como de los inmateriales".

"No solamente tiene un valor arquitectónico único el edificio, sino que también aloja muchísimas historias y muchísimos personajes que han transitado la confitería, sus espacios de vivienda y también su salón de fiestas", resaltó Sánchez.

En sus mejores épocas, las mesas del lugar dieron espacio al debate político, protagonizado por dirigentes históricos del país, como Marcelo T. de Alvear, Alfredo Palacios o Lisandro de la Torre, que podían codearse en sus salones con escritores como Leopoldo Lugones, Roberto Arlt y Oliverio Girondo, mientras que tenores y sopranos compartían mesas con el Príncipe de Gales, el príncipe Humberto I, el cantor de tangos Carlos Gardel o Eva Perón en su faceta de actriz.

"Madonna grabó un videoclip hace pocos años, en 1996 en el Salón de Fiestas del primer piso. Era un lugar donde los escritores eran habituales: (Jorge Luis) Borges, (Adolfo) Bioy, además de venir y consumir los productos del Molino, escribieron un cuento que transcurre en el edificio, hay una poesía de Oliverio Girondo sobre las chicas del Molino (...) Tenemos infinidad de artistas que han transitado el edificio y que también lo han hecho escenario de sus obras", valoró Sánchez.

La funcionaria detalló que "hay tres destinos que establece la ley para el edificio. Uno es que la confitería vuelva a funcionar, con un modelo de concesión que respete tanto el patrimonio arquitectónico como como su carta (menú) histórica, porque aquí se han inventado postres emblemáticos de la carta gastronómica argentina, como el 'Imperial Ruso' (...) o el tradicional pan dulce de la confitería del Molino, que deberán ser respetados por la empresa que asuma la concesión".

"También va a funcionar un centro cultural y un museo que pueda contar la historia y las formas de vida de los porteños y los argentinos durante el siglo XX", completó Sánchez.

Lo entrañable del Molino no sólo es su edificio singular sino los recortes de la historia argentina que se han entramado en sus mesas de café y que tienen relación directa con una de las categorías más destacables del patrimonio intangible: el gastronómico.

Los merengues, el panettone con castañas, el pan dulce de las navidades porteñas, junto con el marrón glacé, llenaron las estanterías de una pastelería que asombró con sus creaciones, como el Leguisamo, un bizcochuelo con capas de merengue, marrón glacé, hojaldre y crema imperial encargado en la década del veinte por Gardel para homenajear al mítico jockey uruguayo Irineo Leguisamo.

La Confitería del Molino, conocida en su momento como la "Tercera Cámara", porque era el espacio de encuentro entre integrantes del Senado y de la Cámara de los Diputados, busca ahora recuperar su lugar de privilegio en el patrimonio cultural de Buenos Aires.

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