LIMA, noviembre 1, 2018 (Xinhua) -- Residentes tocan instrumentos en el marco de la celebración del Día de Todos los Santos, en el cementerio Nueva Esperanza o "Virgen de Lourdes", el más grande del país, en el distrito de Villa María del Triunfo, Lima, Perú, el 1 de noviembre de 2018. Los peruanos acuden a los cementerios del país para visitar a sus familiares fallecidos con motivo del Día de Todos los Santos y el Día de Muertos, que se conmemoran el 1 y 2 de noviembre respectivamente. En estas fechas, los cementerios peruanos son escenarios de rituales de origen incaico, con abundante venta de comida, cerveza, la antigua "chicha de jora" (fermentado de maíz) y dulces propios de esta fecha en que se recuerda a los difuntos. De acuerdo con la tradición peruana, cada 1 de noviembre los espíritus de los muertos "regresan" a sus casas; por esta razón, muchas familias colocan delante de las fotos de sus difuntos la comida y las bebidas que más disfrutaban cuando estaban vivos. (Xinhua/Vidal Tarqui/ANDINA)
Por Juan Limachi
LIMA, 1 nov (Xinhua) -- Los peruanos acudieron en masa a los cementerios del país en este Día de los Muertos para recordar con diferentes rituales y costumbres a sus seres queridos fallecidos.
Al señor Juan Antonio Garrido, de 86 años, lo encontramos este jueves en el Cementerio de Barranco, uno de los más antiguos de la zona sur de Lima, prendiendo una vela en memoria de quien fue su esposa, la señora Rosa Escalante.
"Yo nunca me olvidaré porque fue la mejor con la que he vivido, me casé siete veces, cinco veces en la iglesia, dos veces en la calle", dijo a Xinhua mientras mira las llamas temblorosas de la vela encendida al pie de la tumba de su amada.
Garrido recuerda que conoció a Rosa cuando eran adolescentes en la región norteña de Cajamarca, una localidad remota, a dos días de viaje en autobús desde Lima, superando carreteras plagadas de precipicios y gélidas "punas" (terrenos elevados cercanos a la cordillera de los Andes).
"Cuando me casé la primera vez yo tenía 16 años de edad y ella tenía 13 años de edad", recordó con nostalgia el anciano sentado en una banca mientras miraba la lápida de su amada.
Sin embargo, aclaró que el amor surgido entre ambos, desde niños, fue muy fuerte como para casarse muy jóvenes; ellos pidieron el permiso de sus padres, que pese a sus negativas iniciales finalmente aceptaron esta unión.
"Nos casamos con el consentimiento de nuestros padres y fue una vida muy feliz", contó rememorando esta etapa de su vida en medio del murmullo de oraciones de gente que también visita a sus familias en este cementerio.
Relató que producto de ese amor desmesurado, que ha superado a la misma muerte, tuvo una numerosa descendencia incontable entre hijos, nietos y bisnietos.
El hombre, con el rostro entristecido por el recuerdo, prendió una vela grande, que él mismo hizo para la difunta, en homenaje a su amada a quien recuerda con mucho cariño.
"A lo largo de nuestra vida en común tuvimos 12 hijos, de los cuales 10 sobreviven y dos fallecieron", detalló.
El amor de Garrido también se enfrentó con la disputa de la propiedad de este cementerio entre los municipios de Barranco y Surco, que debido a fallas en la delimitación de jurisdicciones las alcaldías decidieron cerrar el acceso, situación que perjudicó a los deudos.
"Por mí podría venir todos los días, pero no permiten, porque solamente se puede visitar los sábados, domingos y feriados", subrayó.
El amor por la mujer amada lo llevó a enfrentar una situación difícil, cuando los dos municipios se enfrentaron legalmente por la propiedad del cementerio municipal.
"A mí nadie me puede impedir que la vea", dijo el anciano con determinación que se refleja en sus ojos cansados, pero decididos a romper las reglas municipales para visitar la tumba de su amada.
Pese a las restricciones de los municipios y las normas que imponen ambas alcaldías para hacer prevalecer su autoridad, el amor de este viejo es más fuerte.
"No querían (los gobiernos de Chorrillos y Barranco) que ponga vela, pero yo pongo a mi esposa con mi plata (dinero)", subrayó con un semblante de triunfo.
El encendido de velas es una costumbre ancestral de los peruanos, de raíces andinas, que renacen en esta fecha porque recuerdan a los muertos como si estuvieran vivos; otros traen comidas, grupos de música, bebidas y el pan de origen andino conocido como "Tanta Wawa" ("Pan Bebe" en lengua quechua).
Así como este anciano que visita a su esposa acompañado por su hija, Esther Garrido, otras personas como Hugo González aprovechan el Día de los Muertos para recordar a sus seres queridos.
Este hombre de 60 años, natural de la región surandina de Ayacucho, no puede retener su emoción y brotan las lágrimas desde lo más hondo del corazón, con sentimiento por la ausencia del ser amado en esta fecha.
"Un día muy importante en mi vida, me recuerda mucho a mi madre que se fue hace muchos años y me apena recordar esto", explicó.
Pese a su apariencia ruda, de trabajador curtido por las calles de Lima, González no puede reprimir el dolor de la ausencia de su progenitora y se quiebra emocionalmente al dejar escapar unas lágrimas.
"Recordamos a nuestra madre que ha fallecido, lamentablemente se nos fue, pero ella sabe que está en nuestros corazones", expresó.
En estas fechas, los cementerios peruanos son escenarios de rituales de origen incaico, con abundante venta de comida, cerveza, la antigua "chicha de jora" (fermentado de maíz) y dulces propios de esta fecha en que se recuerda a los difuntos.
De acuerdo con la tradición peruana, cada 1 de noviembre los espíritus de los muertos "regresan" a sus casas; por esta razón, muchas familias colocan delante de las fotos de sus difuntos la comida y las bebidas que más disfrutaban cuando estaban vivos.