Por Raúl Menchaca
LA HABANA, 19 may (Xinhua) -- Cae una lluvia fina, de esas que en Cuba se dice que no mojan pero empapan, y empapados están los agentes de la policía que mantienen el cordón de seguridad alrededor del sitio donde el viernes cayó un avión Boeing 737 arrendado por Cubana de Aviación.
Cae la tarde de este sábado y el cielo es gris por los nublados, pero la lluvia hace brillar el verde de la vegetación, rala, casi magra, que cubre el escenario de la tragedia que dejó 110 muertos, según confirmaron hoy las autoridades cubanas.
También bajo el agua y dentro del fango, los peritos siguen trabajando en los restos carbonizados de la aeronave para cumplir al pie de la letra la metodología para desastres que dicta la Organización Internacional de la Aviación Civil.
Todavía toman algunas fotos y recolectan el material necesario en la pesquisa y al mismo tiempo buscan la otra caja negra, que en realidad es anaranjada brillante, pues ya está en poder de los investigadores la otra, la que registra las voces en la cabina.
Sobre el verde brillante del campo agrícola cercano al aeropuerto internacional de La Habana, donde se estrelló la aeronave, sobresalen las batas blancas de los investigadores que se mueven con meditada lentitud para no dañar las evidencias del desastre.
La nave cubría una ruta doméstica entre La Habana y la oriental provincia de Holguín, un trayecto de unos 700 kilómetros, cuando por causas aún desconocidas cayó a tierra al intentar despegar.
Ya concluyó el levantamiento de los restos humanos que fueron enviados al Instituto de Medicina Legal de La Habana, donde está la morgue y es constante la acumulación de ansiosos familiares.
La instalación está en un punto muy conocido de la ciudad, casi frente a la famosa Fuente Luminosa y a la Ciudad Deportiva, escenario de grandes éxitos de los famosos boxeadores y voleibolistas cubanos.
En ese sitio, un grupo de 31 expertos trabaja en la identificación de las víctimas, un proceso que puede durar "varias semanas", según dijeron las autoridades.
Son antropólogos, tanatólogos, forenses y especialistas en anatomía patológica que se encargan del procesamiento de los despojos y se apoyan en la información que brindan los familiares.
Es una labor con un alto respaldo científico, pero agotadora y larga, en la que no se pueden cometer equivocaciones y se avanza poco a poco, a pesar de la presión de las familias.
Hasta el momento se han identificado a 15 personas, entre ellas los cinco niños que viajaban en el fatídico vuelo.
Una buena parte de los 102 cubanos fallecidos vivía en Holguín, destino final de la nave, pero las autoridades ofrecieron facilidades para trasladarlos hasta la capital cubana, a donde llegaron este mediodía unos 150 familiares, alojados de manera gratuita en un hotel cercano a la morgue.
Llegaron a La Habana en una caravana de "guaguas", como les dicen los cubanos a los ómnibus, con escolta policial y una ambulancia.
En la morgue, la compañía nacional de electricidad colocó un generador como prevención de un eventual corte de energía, en tanto la empresa de telecomunicaciones ofrece a las familias, de manera gratuita, tarjetas telefónicas.
A unos pocos kilómetros, en el Hospital Calixto García, las únicas sobrevivientes, tres cubanas, se debaten entre la vida y la muerte, en un estado muy grave, con múltiples fracturas y quemaduras.
Ellas son Mailén Díaz, de 19 años; Grettel Landrovell, de 23; y Emiley Sanchez, de 39, la única que está consciente y ya pidió agua mediante señas.
El avión fue rentado por la aerolínea Cubana de Aviación a un pequeña compañía mexicana llamada Damojh, bajo la modalidad de "arrendamiento húmedo", que ofrece además de la aeronave una tripulación compuesta usualmente por dos pilotos, tres azafatas y un técnico.
Fabricado en 1979, según el gobierno mexicano, el aparato había superado su última revisión técnica en noviembre de 2017.
El accidente ocurrió a las 12:08, hora local (17:08 GMT) del viernes, a sólo unos kilómetros del aeropuerto internacional habanero, el principal de Cuba.
La tragedia es la mayor de un avión en Cuba desde el 3 de septiembre de 1989, cuando 126 personas fallecieron por la caída de una nave Ilyushin-62M de fabricación rusa cerca de La Habana.