ESPECIAL: Barbero transforma un barrio de La Habana

Actualizado 2017-11-18 04:27:19 | Spanish. xinhuanet. com

Por Raúl Menchaca

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LA HABANA, noviembre 17, 2017 (Xinhua) -- Imagen del 16 de noviembre de 2017, de estudiantes de barbería caminando en el Callejón de los Peluqueros en La Habana, Cuba. Es difícil imaginar que el concurrido Callejón de los Peluqueros, una callejuela estrecha de la zona más antigua de La Habana, sea el resultado de los esfuerzos del barbero Gilberto Valladares, director del proyecto comunitario ArteCorte. Valladares, a quienes todos llaman "Papito", aprendió a cortar el cabello desde que tenía 16 años, y después de un largo recorrido por varias barberías y peluquerías estatales, en 1999 decidió montar su propio negocio en su casa en la calle Aguiar, en el habanero barrio del Santo Angel. "Papito" sigue trabajando en su barbería en la sala de su casa, convertida en un "museo vivo", donde atesora, y aún utiliza en la atención a los clientes, antiguas máquinas registradoras y vetustos sillones de barbería, uno de ellos del siglo XIX. Aquella barbería inicial, en la que trabajaban el dueño y apenas dos empleados, con el paso del tiempo, y al calor de las reformas que tienen lugar en la isla, se convirtió en el proyecto ArteCorte que en la actualidad reúne en el callejón a una veintena de negocios que emplean a un centenar de vecinos. La reanimación social, cultural y económica ha permitido que en la actualidad el Callejón pase a ser un punto de atracción turística, incluido en los recorridos urbanos que brindan varias agencias de viaje. (Xinhua/Joaquín Hernández)

LA HABANA, 17 nov (Xinhua) -- Es difícil imaginar que el concurrido Callejón de los Peluqueros, una callejuela estrecha de la zona más antigua de La Habana, sea el resultado de los esfuerzos del barbero Gilberto Valladares, director del proyecto comunitario ArteCorte.

Valladares, a quienes todos llaman "Papito", aprendió a cortar el cabello desde que tenía 16 años, y después de un largo recorrido por varias barberías y peluquerías estatales, en 1999 decidió montar su propio negocio en su casa en la calle Aguiar, en el habanero barrio del Santo Angel.

"El sueño era crear un lugar que dignificara el oficio, y creo que eso dio origen en el tiempo a hablar del museo vivo de la barbería y la peluquería", explica a Xinhua el líder comunitario de 48 años.

"Papito" sigue trabajando en su barbería en la sala de su casa, convertida en un "museo vivo", donde atesora, y aún utiliza en la atención a los clientes, antiguas máquinas registradoras y vetustos sillones de barbería, uno de ellos del siglo XIX.

Las atiborradas paredes están cubiertas por dos colecciones de pinturas sobre el oficio, una donada por varios pintores cubanos y titulada "Hasta el último pelo", y otra fruto del interés pictórico del dueño, que nombró "El sueño de un barbero".

Aquella barbería inicial, en la que trabajaban el dueño y apenas dos empleados, con el paso del tiempo, y al calor de las reformas que tienen lugar en la isla, se convirtió en el proyecto ArteCorte que en la actualidad reúne en el callejón a una veintena de negocios que emplean a un centenar de vecinos.

Con el respaldo de la Oficina del Historiador de la ciudad, "Papito" comenzó a invertir parte de sus ganancias en la modificación de la cuadra, donde lo primero que hizo fue abrir una escuela de barbería y peluquería en un viejo inmueble restaurado.

Más tarde, abrió una escuela de cantineros y en ella también se califican jóvenes que no trabajan ni estudian o por diferentes motivos han tenido problemas con la ley, como es el caso de Joan Manuel Silva, quien allí cambió su vida después de pasar dos veces por la cárcel.

"El proyecto ArteCorte cambió mi vida. Le dio a mi vida un giro de 360 grados porque antes de entrar a este proyecto yo estaba disociado de la sociedad y me cambio la vida en el sentido de que me ayudó a reincorporarme a la sociedad", señala Silva, convertido ahora en un reconocido cantinero.

El interés por devolver el esplendor a las ruinas y contribuir al desarrollo del barrio comenzó a atraer a amigos y conocidos y así, en un proceso que tuvo que superar negativas e incomprensiones, aparecieron varios negocios de venta de artesanía, los restaurantes El Fígaro y La Farmacia, así como una pequeña galería de arte.

"Yo siento que es productivo mi trabajo porque mi espacio le permite a las personas que viven en la comunidad acercarse al arte, y también he contribuido como profesor en la formación estética de los niños y jóvenes que viven en el área del proyecto", afirma el pintor Luis Puerta.

ArteCorte promovió la ejecución de un parque infantil, cuyos aparatos tienen el diseño de distintos implementos de barbería, y donde corta el cabello de los niños Asiel Alemán, uno de los jóvenes egresados de la escuela de barbería, cuya vida también cambió al acercarse al proyecto.

"Me dio la oportunidad de salir adelante, a demostrar al mundo lo que sé hacer con las manos, que se pueden hacer cosas con las manos y se puede mejorar al mundo", afirma Alemán.

La reanimación social, cultural y económica ha permitido que en la actualidad el Callejón pase a ser un punto de atracción turística, incluido en los recorridos urbanos que brindan varias agencias de viaje.

Con la práctica diaria, "Papito" ha demostrado que el beneficio económico tiene que tener una expresión social, como indica la teoría de la llamada Economía solidaria, a la que se acercó de manera fortuita pero que hoy es el centro del trabajo comunitario.

"Siempre asociamos a la economía con números, dinero, divisas, pero en ArteCorte encontramos en la economía social también el capital humano como otra manera de crecer en el compromiso social", asegura el emprendedor.

La idea que defiende el barbero es que el crecimiento económico vaya parejo con el crecimiento social y cultural de la comunidad para mejorar la vida de la gente porque, apunta, "no todo puede ser ganar dinero".

Por eso, el proyecto auspicia y organiza talleres para niños y jóvenes sobre pintura, arqueología, danza y hasta un pequeño torneo de fútbol sala, además de dar atención a la Casa de abuelos Nueva Vida, que durante el día acoge a medio centenar de ancianos de la comunidad.

Lo cierto es que la antigua cuadra, sucia y media abandonada, ha cobrado una imagen nueva al convertirse en el Callejón de los Peluqueros, como dice Alba Rosa Villafuerte, quien vive en uno de los viejos edificios y trabaja en el restaurante El Fígaro.

"Las personas pasan y comentan lo linda que se ve la cuadra, lo mucho que ha cambiado", asevera sin esconder el orgullo.

Es, sin duda, resultado del trabajo de "Papito", quien confía en que Harold, el mayor de sus tres hijos, que ya es barbero, siga sus pasos y continúe el sueño de mejorar la vida de los vecinos y transformar al barrio.

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LA HABANA, noviembre 17, 2017 (Xinhua) -- Imagen del 16 de noviembre de 2017, de estudiantes de barbería caminando en el Callejón de los Peluqueros en La Habana, Cuba. Es difícil imaginar que el concurrido Callejón de los Peluqueros, una callejuela estrecha de la zona más antigua de La Habana, sea el resultado de los esfuerzos del barbero Gilberto Valladares, director del proyecto comunitario ArteCorte. Valladares, a quienes todos llaman "Papito", aprendió a cortar el cabello desde que tenía 16 años, y después de un largo recorrido por varias barberías y peluquerías estatales, en 1999 decidió montar su propio negocio en su casa en la calle Aguiar, en el habanero barrio del Santo Angel. "Papito" sigue trabajando en su barbería en la sala de su casa, convertida en un "museo vivo", donde atesora, y aún utiliza en la atención a los clientes, antiguas máquinas registradoras y vetustos sillones de barbería, uno de ellos del siglo XIX. Aquella barbería inicial, en la que trabajaban el dueño y apenas dos empleados, con el paso del tiempo, y al calor de las reformas que tienen lugar en la isla, se convirtió en el proyecto ArteCorte que en la actualidad reúne en el callejón a una veintena de negocios que emplean a un centenar de vecinos. La reanimación social, cultural y económica ha permitido que en la actualidad el Callejón pase a ser un punto de atracción turística, incluido en los recorridos urbanos que brindan varias agencias de viaje. (Xinhua/Joaquín Hernández)

LA HABANA, 17 nov (Xinhua) -- Es difícil imaginar que el concurrido Callejón de los Peluqueros, una callejuela estrecha de la zona más antigua de La Habana, sea el resultado de los esfuerzos del barbero Gilberto Valladares, director del proyecto comunitario ArteCorte.

Valladares, a quienes todos llaman "Papito", aprendió a cortar el cabello desde que tenía 16 años, y después de un largo recorrido por varias barberías y peluquerías estatales, en 1999 decidió montar su propio negocio en su casa en la calle Aguiar, en el habanero barrio del Santo Angel.

"El sueño era crear un lugar que dignificara el oficio, y creo que eso dio origen en el tiempo a hablar del museo vivo de la barbería y la peluquería", explica a Xinhua el líder comunitario de 48 años.

"Papito" sigue trabajando en su barbería en la sala de su casa, convertida en un "museo vivo", donde atesora, y aún utiliza en la atención a los clientes, antiguas máquinas registradoras y vetustos sillones de barbería, uno de ellos del siglo XIX.

Las atiborradas paredes están cubiertas por dos colecciones de pinturas sobre el oficio, una donada por varios pintores cubanos y titulada "Hasta el último pelo", y otra fruto del interés pictórico del dueño, que nombró "El sueño de un barbero".

Aquella barbería inicial, en la que trabajaban el dueño y apenas dos empleados, con el paso del tiempo, y al calor de las reformas que tienen lugar en la isla, se convirtió en el proyecto ArteCorte que en la actualidad reúne en el callejón a una veintena de negocios que emplean a un centenar de vecinos.

Con el respaldo de la Oficina del Historiador de la ciudad, "Papito" comenzó a invertir parte de sus ganancias en la modificación de la cuadra, donde lo primero que hizo fue abrir una escuela de barbería y peluquería en un viejo inmueble restaurado.

Más tarde, abrió una escuela de cantineros y en ella también se califican jóvenes que no trabajan ni estudian o por diferentes motivos han tenido problemas con la ley, como es el caso de Joan Manuel Silva, quien allí cambió su vida después de pasar dos veces por la cárcel.

"El proyecto ArteCorte cambió mi vida. Le dio a mi vida un giro de 360 grados porque antes de entrar a este proyecto yo estaba disociado de la sociedad y me cambio la vida en el sentido de que me ayudó a reincorporarme a la sociedad", señala Silva, convertido ahora en un reconocido cantinero.

El interés por devolver el esplendor a las ruinas y contribuir al desarrollo del barrio comenzó a atraer a amigos y conocidos y así, en un proceso que tuvo que superar negativas e incomprensiones, aparecieron varios negocios de venta de artesanía, los restaurantes El Fígaro y La Farmacia, así como una pequeña galería de arte.

"Yo siento que es productivo mi trabajo porque mi espacio le permite a las personas que viven en la comunidad acercarse al arte, y también he contribuido como profesor en la formación estética de los niños y jóvenes que viven en el área del proyecto", afirma el pintor Luis Puerta.

ArteCorte promovió la ejecución de un parque infantil, cuyos aparatos tienen el diseño de distintos implementos de barbería, y donde corta el cabello de los niños Asiel Alemán, uno de los jóvenes egresados de la escuela de barbería, cuya vida también cambió al acercarse al proyecto.

"Me dio la oportunidad de salir adelante, a demostrar al mundo lo que sé hacer con las manos, que se pueden hacer cosas con las manos y se puede mejorar al mundo", afirma Alemán.

La reanimación social, cultural y económica ha permitido que en la actualidad el Callejón pase a ser un punto de atracción turística, incluido en los recorridos urbanos que brindan varias agencias de viaje.

Con la práctica diaria, "Papito" ha demostrado que el beneficio económico tiene que tener una expresión social, como indica la teoría de la llamada Economía solidaria, a la que se acercó de manera fortuita pero que hoy es el centro del trabajo comunitario.

"Siempre asociamos a la economía con números, dinero, divisas, pero en ArteCorte encontramos en la economía social también el capital humano como otra manera de crecer en el compromiso social", asegura el emprendedor.

La idea que defiende el barbero es que el crecimiento económico vaya parejo con el crecimiento social y cultural de la comunidad para mejorar la vida de la gente porque, apunta, "no todo puede ser ganar dinero".

Por eso, el proyecto auspicia y organiza talleres para niños y jóvenes sobre pintura, arqueología, danza y hasta un pequeño torneo de fútbol sala, además de dar atención a la Casa de abuelos Nueva Vida, que durante el día acoge a medio centenar de ancianos de la comunidad.

Lo cierto es que la antigua cuadra, sucia y media abandonada, ha cobrado una imagen nueva al convertirse en el Callejón de los Peluqueros, como dice Alba Rosa Villafuerte, quien vive en uno de los viejos edificios y trabaja en el restaurante El Fígaro.

"Las personas pasan y comentan lo linda que se ve la cuadra, lo mucho que ha cambiado", asevera sin esconder el orgullo.

Es, sin duda, resultado del trabajo de "Papito", quien confía en que Harold, el mayor de sus tres hijos, que ya es barbero, siga sus pasos y continúe el sueño de mejorar la vida de los vecinos y transformar al barrio.

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