MEXICO, 12 nov (Xinhua) -- Geofísicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y de la japonesa de Kioto están instalando una red sismogeodésica anfibia en la brecha sísmica que se extiende desde Acapulco hasta Papanoa, en el estado mexicano de Guerrero (sur).
La red, que se ubica parte en tierra y parte bajo el mar (a profundidades de entre 1.000 y 5.000 metros), "podría ser la antesala de una era instrumental en México que permita hacer ciencia y desarrollar sistemas de alerta altamente sofisticados", asegura la UNAM en un comunicado.
Además de la elaboración de mapas de peligro, detalla, los resultados proporcionarán información útil para diseñar o modificar los reglamentos de construcción.
La extensión de la red forma parte del proyecto "Evaluación del peligro asociado a grandes terremotos y tsunamis en las costas del Pacífico Mexicano para la mitigación de desastres", que desarrollan ambas universidades.
A raíz de los terremotos del 7 y 19 de septiembre pasado, el Gobierno japonés ha seguido apoyando al país latinoamericano en la reconstrucción y prevención de nuevos desastres con fondos para estudios científicos pertinentes, anota el comunicado.
Las nuevas estaciones, de acuerdo con el investigador mexicano Víctor Manuel Cruz Atienza, permitirán analizar mejor, y como nunca antes se había hecho en México, los procesos tectónicos para cuantificar el potencial sísmico de la brecha, en donde es probable que se origine un gran temblor.
De ese modo, "se abre la posibilidad de instrumentar no sólo ese segmento de la brecha sísmica de Guerrero, sino también su porción al sureste de Acapulco (epicentro del terremoto de 1957 y en donde podría ocurrir una ruptura importante), o en el Istmo de Tehuantepec, en donde también hay una brecha sísmica preocupante".
En el fondo marino habrá siete sensores de presión hidrostática para observar deformaciones verticales de la corteza continental, dos sitios GPS acústicos para la deformación horizontal y siete sismómetros de fondo marino, que se sumarán a la red terrestre, compuesta de 14 sismómetros ultrasensibles y 33 GPS diferenciales.
La red, que quedará instalada en su totalidad este mismo año, "es un esfuerzo de instrumentación sin precedente en México, en una zona en donde, según evidencia histórica, han ocurrido varios terremotos importantes -al menos siete- en los 20 años previos al último sismo en la región, que aconteció en 1911", subraya el investigador.
Si en la brecha sísmica de Guerrero -cuya distancia a la Ciudad de México es 150 kilómetros menor a la del lugar en donde se originó el sismo de 1985 (en Michoacán)- ocurriera un terremoto de magnitud 8, los efectos en la capital podrían ser devastadores y las sacudidas podrían ser de dos a tres veces mayores que en 1985.
Los instrumentos sismológicos registran señales sísmicas de diferente naturaleza, es decir, ondas que se propagan en el interior de la tierra, como son sismos y tremores tectónicos, precisa Cruz.
Las estaciones geodésicas, por su parte, permiten medir principalmente deformaciones lentas de la corteza terrestre, producto de procesos tectónicos en la región, con ayuda de sensores de presión hidrostática y sistemas de GPS en tierra y mar.
Junto con Yoshihiro Ito, profesor del Instituto de Investigación para la Prevención de Desastres de la Universidad Kioto, Cruz promueve que el Gobierno mexicano apoye la instalación de una red de instrumentos cableados, sismómetros y sensores de presión en el fondo del mar, de forma que se pueda emitir la alerta oportuna en caso de un gran terremoto.