Por César Mariño García
BOGOTA, 25 ago (Xinhua) -- Cuando la familia Serrato Torres llegó a Bogotá hace 30 años no encontró un lugar más adecuado para construir su vivienda que un lote enmontado ubicado en una empinada cuesta del suroeste de la ciudad.
A lo largo de este tiempo, la familia ha visto cómo esa colina, que otrora carecía de servicios públicos, vías de acceso y espacios de recreo, poco a poco se ha erigido en uno de los 1.922 barrios que hoy conforman la capital colombiana.
"En ese entonces todas las casitas eran de lata y para abastecernos de agua debíamos ir hasta una fuente por allá arriba, en un riachuelo. Hoy las cosas son diferentes y de alguna manera el Estado ha ayudado a que no tengamos esas dificultades", nos contó Ana Lucía Torres, una madre de tres hijos que han crecido en el barrio Barcelona Sur, en la localidad de San Cristóbal.
Hasta esta localidad llegó hace unos meses el programa del distrito Desmarginalizar, que consiste en formalizar y legalizar 133 barrios de la ciudad por medio de procesos de apropiación del territorio mediante la capacitación de sus habitantes en oficios que faciliten su acceso a economías formales con mayor estabilidad laboral y mejores ingresos económicos.
El primer paso de esta estrategia consiste en embellecer el entorno pintando las fachadas y los espacios comunes, un proceso en el que los habitantes actúan como mano de obra y el distrito proporciona los materiales y la formación.
El programa, coordinado por la Secretaría de Hábitat del Distrito, ha llegado ya a 15 barrios marginales de la ciudad y ha beneficiado a 9.000 personas.
"Lo que quiere Desmarginalizar es acercar a las comunidades que están en zonas deficitarias hacia los servicios de ciudad. Brindarles oportunidades para que puedan acceder a colegios, vías de calidad y servicios de salud en estos espacios que surgen de un origen informal en Bogotá", explicó a Xinhua Dayana Esperanza Higuera Cantor, funcionaria de la secretaría.
Los barrios en cuestión, apuntó, "han sido loteados por urbanizadores piratas o por personas que simplemente llegan y se apropian de algunos sitios y generan una urbanización de cierta manera informal".
Con este programa, se pretende "generar confianza entre las comunidades vulnerables y las entidades gubernamentales para que aquellas entiendan que hay un Estado que las protege y se interesa" y que pasen de ser "una población vulnerable a una comunidad emprendedora de su propia transformación".
Por ahora, en el hogar Serrato Torres, formado por cinco personas, hay más expectativas que certezas.
"Las casas sí quedaron muy bonitas así pintadas y no se ven tan pobres como antes, solamente esperamos que el programa no se quede en la pintada de las fachadas y se siga avanzando. Que se nos arreglen las vías y esta callecita que nunca se ha pavimentado, nos la arreglen también", dijo la señora Ana Lucía señalando la pedregosa cuesta por donde se llega a su casa.
El programa contempla también la inseguridad en todos esos barrios informales.
"Cuando se hacen mejoras en la iluminación, en la infraestructura, la percepción de inseguridad disminuye. Además nuestros programas están localizados también en la población juvenil y adolescente, que es la que en estos barrios es vulnerable a caer en problemas de delincuencia y drogadicción", señaló Higuera.
No obstante, los tres hijos de la familia Torres Serrato, aunque agradecen que la montaña donde está su casa ya no tenga ese aspecto gris y sombrío, creen que sigue habiendo graves problemas de convivencia.
"Siento que cada vez hay más problemas de inseguridad, sobre todo, pues mi hermano y yo llegamos tarde de estudiar y es complicado llegar en la noche solos (...) Esto hace que se limiten las posibilidades de que las personas vayan a estudiar y trabajen al tiempo, por el territorio y la inseguridad", dijo Catherine Serrato, la hija mayor de la familia.
Uno de los principales aspectos que ha contribuido a que Bogotá sea hoy una urbe con más de nueve millones de habitantes ha sido el desplazamiento interno consecuencia de los conflictos armados durante décadas.
De acuerdo con Aureliano Campos Orjuela, ingeniero catastral, "el desplazamiento rural hacia la ciudad, producto de la violencia, ha aumentado los cinturones de miseria".
"El tipo de vida que quieren las personas que durante años han accedido a la capital está enfocada a que garantice los mínimos vitales como trabajo, vivienda, salud y bienestar", señaló.
Sin embargo, continuó el también docente de la Universidad Santo Tomás de Bogotá, "el crecimiento de la urbe se ha caracterizado por su falta de planeación" y "el sector privado asume funciones del sector estatal en cuanto a proveer soluciones de vivienda y espacios públicos".
A su juicio, mientras el Estado no garantice políticas para mejorar la calidad de vida de todos, como por ejemplo la obligación de edificar construcciones sostenibles y, sobre todo, el ordenamiento del territorio, "cada administración distrital traerá sus propios programas, que carecen de continuidad pues quedan estancados cuando llega un nuevo alcalde".