SANSHA, Hainan, 22 may (Xinhua) -- No es del todo una sorpresa si uno se encuentra con fragmentos de cerámica de varios siglos de antigüedad mientras pasea sobre las blancas arenas de las costas de Nanshazhou, un minúsculo islote en medio del Mar Meridional de China.
Ubicado en el este del archipiélago de Xisha, parte de la ciudad de Sansha, el punto más meridional de China, esta isla virgen deshabitada está protegida por un voluminoso arrecife que solo permite el paso de barcos muy pequeños, y solo durante la marea alta.
Numerosas piezas de porcelana antigua están esparcidas a lo largo de las playas, mientras los buzos pueden encontrar muchas más entre los corales en las cristalinas aguas del mar.
"Hecho en la era de Chenghua", rezan los carácteres en la parte inferior de un trozo de taza de porcelana de colores azul y blanco. Chenghua, el octavo emperador de la dinastía Ming, gobernó el país de 1464 a 1487.
Fue durante esa dinastía que este tipo de porcelana, que con el tiempo empezó a ser llamada simplemente "china", fue desarrollada a plenitud y se convirtió en uno de los primeros productos de exportación masiva del país.
Estas piezas de china pulidas por el mar pueden encontrarse en cualquier isla del archipiélago de Xisha, hasta donde han llegado arrastradas por las olas luego de escapar de las bodegas de barcos que se hundieron mientras navegaban por la antigua ruta marítima de la seda entre China y el sureste asiático, atravesando el Océano Índico hacia el mundo árabe y más allá.
El Mar Meridional de China fue el escenario del frenesí del tráfico y el comercio de aquel entonces. Hoy en día se le definiría como un "centro", pero no sólo de comercio. Las islas y puertos del Mar Meridional de China fueron bañados por una vasta y vibrante oleada de intercambios culturales y científicos, y sirvieron como un enorme mercado donde las ideas, las religiones, las filosofías, la tecnología y las técnicas compitieron y cooperaron para impulsar el avance de la civilización.
MIRANDO HACIA AFUERA, HACIA EL MAR
En su trascendental discurso de apertura del Foro de la Franja y la Ruta para la Cooperación Internacional, celebrado la semana pasada en Beijing, el presidente de China, Xi Jinping, se refirió al naufragio de Belitung, en Indonesia, como una evidencia de la intemporalidad de las amistosas relaciones entre las naciones cuyo comercio marítimo estuvo enmarcado en la antigua ruta marítima de la seda.
La invaluable carga del navío estaba compuesta por un tesoro de oro y plata junto con más de 60.000 piezas de cerámica producidas en China durante la dinastía Tang (618-907).
Nadie sabe con certeza de dónde zarpó la nave, registrada en Oriente Medio, ni cuál era su destino. Pero lo que sí es seguro es que su carga es una prueba de los fuertes vínculos comerciales que existían entre China, el sureste asiático y Oriente Medio.
Habiendo surgido en las ciudades portuarias de China, como Guangzhou y Quanzhou, el apogeo del comercio marítimo empezó durante las dinastías Qin y Han, más de 2.000 años atrás, y floreció a plenitud en las dinastías Tang y Song 1.000 años más tarde.
Los barcos partían desde China cargados de seda, porcelana, té, bronce, latón y hierro, mientras a los puertos del país llegaban especias y plantas y animales exóticos, además de otros objetos raros cuyo valor escapa a la imaginación.
En el periodo inicial, las naves que atravesaban el Mar Meridional de China viajaban a lo largo de la costa oriental de la península de Indochina. Pero a medida que fueron mejorando las técnicas de construcción naval y de navegación, se abrieron nuevas vías marítimas a través de las islas Xisha y Nansha, ubicadas en medio del mar, recortando el viaje en cientos de millas y varios días, dice Zhang Yiping, profesor de historia de la Universidad Normal de Hainan.
El lado positivo de un viaje más corto y de menor duración tenía como contraprestación mayores riesgos para una travesía que ya era peligrosa, reservada solo para los marineros más veteranos y experimentados. Hoy como entonces, las aguas alrededor de las islas Xisha y Nansha siguen siendo propensas a las tormentas, al tiempo que arrecifes y rocas escondidos esperan acechantes por el próximo navegante inexperto. No pocos han encontrado su tumba en el lecho marino, el mismo que ha devorado sin contemplaciones grandes cantidades de valiosos cargamentos. (Continúa)