BEIJING, 8 may (Xinhua) -- Sun Jiansheng llegó a los Estados Arabes Unidos hace 10 años, pero su negoció solo empezó a despegar un tiempo después, cuando decidió cultivar vegetales en el desierto.
Arrancó su empresa con un pequeño supermercado. Después de años de duro trabajo, ese proyecto inicial se extendió a las ramas del comercio electrónico y de la importación y exportación de comida. Aunque había logrado establecerse en el sector empresarial local, Sun todavía se sentía insatisfecho.
Más tarde, vio en el cultivo de vegetales una oportunidad.
La cocina local de los Estados Arabes Unidos consiste principalmente en platos a la parrilla y fritos, con una selección muy pequeña de vegetales. Esta comida no es demasiado apetitosa para los chinos y, además, con frecuencia se le añaden conservantes a los vegetales para su conservación y transporte, lo que los hace poco saludables.
A fin de ofrecer a los chinos que viven allí frutas y verduras auténticas y ecológicas, Sun decidió en 2012 hacer una fuerte inversión para construir una plantación de vegetales orgánicos en el desierto de Nazwa.
El clima en Dubái es cálido y seco y las precipitaciones anuales son de apenas 100 milímetros. Cultivar vegetales en el desierto requiere una gran inversión y es muy complicado, por lo que un amigo de Sun intentó convencerlo para que abandonase el proyecto.
"Daré lo mejor de mí mismo, toda vez que he decidido que no importa lo difícil que sea", replicó.
Mientras Sun atiende su plantación bajo el calor del desierto, a miles de kilómetros, en la ciudad meridional kirguisa de Osh, el agricultor Nurdinov Nizomidin también trabaja duro en su campo de algodón bajo un sol abradasor.
A diferencia de las terrible condiciones climáticas de Dubái, Osh goza de un buen clima y abundantes recursos hídricos, lo que la convierte en una importante área para la producción de algodón.
Nurdinov tiene fama de hombre rico en la zona porque gana unos 40.000 dólares estadounidenses al año, lo que no es poco comparado con la media de ingresos mensuales en el lugar, de unos 200 dólares.
A pesar de las condiciones naturales favorables, el agricultor explica que fue la tecnología agraria china la que le llevó la fortuna.
Antes, la tecnología de plantación del algodón provenía de la Unión Soviética, y con ella se obtenía un resultado de tres toneladas por hectárea. Más tarde, técnicos chinos del Instituto de Investigación del Algodón de la Academia de Ciencias Agrarias de China fueron a Kirguizistán para aportar sus conocimientos en la materia.
Lograron hallar variedades más adecuadas para el cultivo, a partir de las condiciones naturales del lugar. Introdujeron desbrozadoras para reducir la intensidad del trabajo y sembradoras más avanzadas para ahorrar en semillas. También analizaron el terreno para aportar fertilizantes más adecuados y efectivos.
Al principio, los residentes eran escépticos sobre la posibilidad de que la tecnología china fuese superior a la de la Unión Sovética. Pero Nurdinov dedició probarla y recibió directrices técnicas de los agrónomos chinos. Para su sorpresa, el resultado de sus campos de algodón aumentó desde las tres hasta las cinco toneladas.
Hoy en día, la tecnología de cultivo del algodón de China se ha aplicado en la zona en una extensión de alrededor de 10.000 hectáreas.
"Ahora confiamos en la tecnología china y nos gusta mucha cooperar con los agrónomos chinos", apunta Nurdinov.