ESPECIAL: Un artesano de los libros mantiene vivo en Argentina el arte de la encuadernación

Actualizado 2017-04-23 13:40:57 | Spanish. xinhuanet. com

(1)ARGENTINA-FLORIDA-SOCIEDAD-CONMEMORACION

FLORIDA, abril 22, 2017 (Xinhua) -- El encuadernador Andrés Casares observa la hoja de un libro del año 1752, al que le realiza un trabajo de restauración, en su taller en la localidad de Florida, Argentina, el 22 de abril de 2017. El Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), es una conmemoración que se celebra el 23 de abril en todo el mundo con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. (Xinhua/Martín Zabala)

BUENOS AIRES, 22 abr (Xinhua) -- Un artesano de los libros mantiene vivo en Argentina el arte de la encuadernación, oficio que comenzó a aprender en la adolescencia y que ahora lo llevó a exponer en el Museo del Libro y de la Lengua de la Biblioteca Nacional en Buenos Aires.

Se trata de Andrés Casares, quien recordó ante Xinhua sus comienzos, el derrotero de su carrera y destacó la "vida extra" que con su profesión otorga a los textos, con motivo del Día Mundial del Libro y los Derechos de Autor, establecido el 23 de abril de 1995 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

El 23 de abril es un día simbólico para la literatura mundial, ya que ese día en 1616 fallecieron Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega, y la fecha también coincide con el nacimiento o la muerte de otros autores prominentes, como Maurice Druon, Haldor K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla y Manuel Mejía Vallejo.

"Empecé en la librería de mi viejo reparando los libros, sin tener experiencia", recordó Casares al hacer referencia a su padre, el reconocido librero anticuario Alberto Casares.

"Siempre me gustaron las cosas artesanales, toda la vida las hice, desde los 14 años. A mis 15 años una persona que iba a la librería me propuso ir a un encuadernador, el mejor acá en aquel momento" para aprender, evocó el artesano en su taller del barrio de Florida, en la localidad de Vicente López, periferia norte de Buenos Aires.

Primer premio de La Neuvieme Biennale Mondiale de la Reliure d'Art-Prix del Ministerio de la Cultura en 2007, en Francia, a los 21 fue ayudado por un coleccionista argentino, Eduardo Mayer,y otro de Francia, Jean Paul Laurenchet, para aprender el oficio en uno de los talleres más importantes de París, durante un año.

Al volver a Buenos Aires pudo montar su propio taller, en el que se dedicó a la encuadernación de libros elegantes y a la producción de cajas, al libro artístico y, luego, a la restauración de textos para bibliófilos y para particulares.

"Me gusta hacer trabajos manuales. Leí mucho más de libros por hacer encuadernaciones artísticas que lo que leía antes. Antes, leía a Horacio Quiroga, porque me gusta, y manuales técnicos de cualquier cosa", admitió.

El artesano de los libros remarca que no todos sus trabajos son iguales, y que dependen tanto de la obra como de quien la presenta para encuadernar.

"En la encuadernación artística, lo que intento hacer, primero se habla con el cliente, el dueño del libro, porque cada cliente tiene sus gustos, para conocerlo y saber qué estilo de encuadernación (quiere) y después dentro de ese estilo uno se mueve", reveló.

"Lo que hago es leer el libro y pensar cómo puedo representar en imágenes lo que leo", señaló el encuadernador.

En cuanto a la exposición en el Museo del Libro y de la Lengua, que se extiende hasta el día 30 de abril, Casares señaló que se trata de "130 encuadernaciones, hechas por un mismo encuadernador, para una misma persona, y aparte de eso, son todas encuadernaciones para libros argentinos, lo que es raro, porque por lo general, la encuadernación artística siempre se hace sobre libro europeo, sobre el libro francés".

Es una serie de libros que pertenecen al coleccionista privado conocido con las iniciales J.D., encuadernadas por Casares en los últimos 15 años.

Se trata de libros de reconocidos autores argentinos, como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Oliverio Girondo.

"Hay toda una corriente que (dice que) al libro no hay que tocarlo, que hay que mantenerlo en (tapa) rústica, y hacerle las menores intervenciones posibles. Es una corriente con la que no estoy de acuerdo y viene muy de las bibliotecas, de la educación pública. Bajan una línea como que al libro no hay que tocarlo. Pero eso es real si el libro estuviera en una Biblioteca Pública, en el tesoro, donde nadie lo va a tocar. Vendría a ser como el cementerio del libro", dijo.

"Pero hay otro montón de libros que están jóvenes, vivitos y coleando, que van de una biblioteca a otra, que el coleccionista lo mira, lo abre, le gusta mostrarlos, y si no está encuadernado, no llega nunca a la biblioteca pública porque llegaría destruido, porque se le van perdiendo las hojas y se rompa", observó Casares.

"Es muy importante para el libro que está fuera de la institución pública la encuadernación, si no, no va a sobrevivir. La encuadernación le da una vida extra y eso no hay manera de negarlo. Es cuestión de ver qué pasó con un mismo libro de la misma época encuadernado y uno en rústica, y ves como el que estaba en rústica llegó hecho pedazos, y el que estaba encuadernado, por más que lo hayan encuadernado horrible, simplemente por haber estado entre dos tapas duras y demás, el libro llegó mucho mejor".

Para Casares, "mientras menos de moda esté el libro, mejor va a ser para el trabajo de los encuadernadores, porque vamos a ser personas que vamos a trabajar sobre piezas cada vez más únicas y más raras. Es un trabajo que no va a desaparecer nunca y que es muy valioso para la perdurabilidad de los libros hasta que lleguen a una biblioteca, si es que alguna vez llegan".

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FLORIDA, abril 22, 2017 (Xinhua) -- El encuadernador Andrés Casares observa la hoja de un libro del año 1752, al que le realiza un trabajo de restauración, en su taller en la localidad de Florida, Argentina, el 22 de abril de 2017. El Día Mundial del Libro y del Derecho de Autor, promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO, por sus siglas en inglés), es una conmemoración que se celebra el 23 de abril en todo el mundo con el objetivo de fomentar la lectura, la industria editorial y la protección de la propiedad intelectual por medio del derecho de autor. (Xinhua/Martín Zabala)

BUENOS AIRES, 22 abr (Xinhua) -- Un artesano de los libros mantiene vivo en Argentina el arte de la encuadernación, oficio que comenzó a aprender en la adolescencia y que ahora lo llevó a exponer en el Museo del Libro y de la Lengua de la Biblioteca Nacional en Buenos Aires.

Se trata de Andrés Casares, quien recordó ante Xinhua sus comienzos, el derrotero de su carrera y destacó la "vida extra" que con su profesión otorga a los textos, con motivo del Día Mundial del Libro y los Derechos de Autor, establecido el 23 de abril de 1995 por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco).

El 23 de abril es un día simbólico para la literatura mundial, ya que ese día en 1616 fallecieron Cervantes, Shakespeare e Inca Garcilaso de la Vega, y la fecha también coincide con el nacimiento o la muerte de otros autores prominentes, como Maurice Druon, Haldor K. Laxness, Vladimir Nabokov, Josep Pla y Manuel Mejía Vallejo.

"Empecé en la librería de mi viejo reparando los libros, sin tener experiencia", recordó Casares al hacer referencia a su padre, el reconocido librero anticuario Alberto Casares.

"Siempre me gustaron las cosas artesanales, toda la vida las hice, desde los 14 años. A mis 15 años una persona que iba a la librería me propuso ir a un encuadernador, el mejor acá en aquel momento" para aprender, evocó el artesano en su taller del barrio de Florida, en la localidad de Vicente López, periferia norte de Buenos Aires.

Primer premio de La Neuvieme Biennale Mondiale de la Reliure d'Art-Prix del Ministerio de la Cultura en 2007, en Francia, a los 21 fue ayudado por un coleccionista argentino, Eduardo Mayer,y otro de Francia, Jean Paul Laurenchet, para aprender el oficio en uno de los talleres más importantes de París, durante un año.

Al volver a Buenos Aires pudo montar su propio taller, en el que se dedicó a la encuadernación de libros elegantes y a la producción de cajas, al libro artístico y, luego, a la restauración de textos para bibliófilos y para particulares.

"Me gusta hacer trabajos manuales. Leí mucho más de libros por hacer encuadernaciones artísticas que lo que leía antes. Antes, leía a Horacio Quiroga, porque me gusta, y manuales técnicos de cualquier cosa", admitió.

El artesano de los libros remarca que no todos sus trabajos son iguales, y que dependen tanto de la obra como de quien la presenta para encuadernar.

"En la encuadernación artística, lo que intento hacer, primero se habla con el cliente, el dueño del libro, porque cada cliente tiene sus gustos, para conocerlo y saber qué estilo de encuadernación (quiere) y después dentro de ese estilo uno se mueve", reveló.

"Lo que hago es leer el libro y pensar cómo puedo representar en imágenes lo que leo", señaló el encuadernador.

En cuanto a la exposición en el Museo del Libro y de la Lengua, que se extiende hasta el día 30 de abril, Casares señaló que se trata de "130 encuadernaciones, hechas por un mismo encuadernador, para una misma persona, y aparte de eso, son todas encuadernaciones para libros argentinos, lo que es raro, porque por lo general, la encuadernación artística siempre se hace sobre libro europeo, sobre el libro francés".

Es una serie de libros que pertenecen al coleccionista privado conocido con las iniciales J.D., encuadernadas por Casares en los últimos 15 años.

Se trata de libros de reconocidos autores argentinos, como Jorge Luis Borges, Julio Cortázar y Oliverio Girondo.

"Hay toda una corriente que (dice que) al libro no hay que tocarlo, que hay que mantenerlo en (tapa) rústica, y hacerle las menores intervenciones posibles. Es una corriente con la que no estoy de acuerdo y viene muy de las bibliotecas, de la educación pública. Bajan una línea como que al libro no hay que tocarlo. Pero eso es real si el libro estuviera en una Biblioteca Pública, en el tesoro, donde nadie lo va a tocar. Vendría a ser como el cementerio del libro", dijo.

"Pero hay otro montón de libros que están jóvenes, vivitos y coleando, que van de una biblioteca a otra, que el coleccionista lo mira, lo abre, le gusta mostrarlos, y si no está encuadernado, no llega nunca a la biblioteca pública porque llegaría destruido, porque se le van perdiendo las hojas y se rompa", observó Casares.

"Es muy importante para el libro que está fuera de la institución pública la encuadernación, si no, no va a sobrevivir. La encuadernación le da una vida extra y eso no hay manera de negarlo. Es cuestión de ver qué pasó con un mismo libro de la misma época encuadernado y uno en rústica, y ves como el que estaba en rústica llegó hecho pedazos, y el que estaba encuadernado, por más que lo hayan encuadernado horrible, simplemente por haber estado entre dos tapas duras y demás, el libro llegó mucho mejor".

Para Casares, "mientras menos de moda esté el libro, mejor va a ser para el trabajo de los encuadernadores, porque vamos a ser personas que vamos a trabajar sobre piezas cada vez más únicas y más raras. Es un trabajo que no va a desaparecer nunca y que es muy valioso para la perdurabilidad de los libros hasta que lleguen a una biblioteca, si es que alguna vez llegan".

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