BEIJING, 9 dic (Xinhua) -- El Gobierno japonés rompió la promesa que hizo hace 15 años al rechazar el jueves conceder a China "el estatus de economía de mercado" y mostró una vez más a la comunidad internacional que Tokio es, simplemente, incapaz de mantener su palabra.
Según el artículo 15 del protocolo sobre la adhesión de China a la OMC, del que Japón es firmante, el gigante asiático pasará directamente a tener estatus de economía de mercado en 15 años el 11 de diciembre de 2016, cuando termina la base legal para tratarla como economía "no de mercado" (o país subrogado).
Al eludir sus obligaciones tres días antes de esa fecha, Tokio no sólo viola el espíritu del contrato, fundamento de la legislación internacional y sistema de principios que predican Japón y sus aliados occidentales, sino que también da un impulso negativo a su cooperación y relaciones con China, su mayor socio comercial.
El rechazo no es más que proteccionismo encubierto, el cual va en contra de la tendencia de la globalización y envenena la recuperación de la economía mundial.
La negativa de conceder a China su merecido estatus de economía de mercado va en detrimento de Japón por dos razones principales.
En primer lugar, con el rechazo Tokio sigue los pasos de Estados Unidos y la Unión Europea, convirtiéndose en la "tercera pieza del dominó" que activa el monstruo del proteccionismo, una mala noticia para la economía internacional.
El segundo motivo es que la decisión corta de miras de Japón provocará una nueva oleada de desconfianza en Asia Oriental, perjudicará el tan dificultosamente logrado avance de sus lazos con China y, consecuentemente, pondrá en riesgo la paz y la estabilidad regionales.
Teniendo en cuenta lo deprimida que está la economía japonesa y sus pronósticos de crecimiento negativo, la oportunidad de impulsar la confianza y los lazos económicos con su mayor socio comercial debería haber sido su máxima preocupación. Desafortunadamente, ha echado por la borda una oportunidad de oro.
Además, si nos fijamos en el número de países que Japón y sus aliados occidentales consideran merecedores del estatus de economía de mercado, el proceso de concesión de ese estatus no es más que otra muestra del doble rasero que Occidente aplica a China.
En cualquier caso, el rechazo no cambiára nada. No anulará los logros de los 38 años de reforma y apertura de China, ni tampoco podrá diluir las contribuciones enormes de China a la economía internacional.
Analistas diversos están de acuerdo en que Japón y sus aliados deberían terminar con la mentalidad de suma cero y mostrar su disposición a mantener una cooperación mutuamente beneficiosa en su trato con China.