LHASA, 3 oct (Xinhua) -- El budismo tibetano trae a la mente ruedas de plegaria, mandalas y prosternación, pero hay un elemento que, aunque poco conocido, es indispensable para la cultura tibetana: el calendario.
Salvo por algunos libros de texto, el Almanaque Anual tibetano es el libro más ampliamente difundido en la región. La información que contiene es vital para la vida cotidiana, especialmente para los campesinos, pastores, médicos y creyentes.
El Instituto de Investigación del Calendario Astronómico del Hospital Tibetano de Lhasa se encarga de realizar observaciones astronómicas rutinarias a través del Kalachakra tántrico (rueda del tiempo).
El Kalachakra, que data de hace más de 2.000 años, describe los eclipses como una alineación del sol, la luna y los nodos lunares apropiados, al igual que la astronomía moderna.
En estos calendarios, uno puede encontrar las fechas y horas específicas de los eclipses, los días favorables para la producción agraria y otras actividades, así como las festividades del budismo.
CÁLCULOS MANUALES CONTRA DIGITALIZACIÓN
Durante milenios, los cálculos del calendario se realizaron manualmente, de acuerdo con Yinba, director del Instituto.
Todos los calendaristas del equipo liderado por Yinba han recibido una estricta formación en monasterios o institutos de investigación para poder memorizar sofisticadas fórmulas y tener agilidad para la aritmética mental, puesto que no disponen de papel para realizar borradores.
Por ello, los cálculos se llevaban a cabo en tableros de arena de más o menos un metro de largo y menos de 20 centímetros de ancho; los resultados han de ser memorizados rápidamente, pues los números se borran constantemente para el siguiente cálculo.
Para manejar las cifras con más facilidad, los maestros de astronomía de la Antigüedad crearon una serie de versos de cálculo, que los calendaristas siempre recitan durante el proceso.
En un intento de acelerar un trabajo tan largo, el Instituto introdujo calculadoras en los años 90, pero los datos astronómicos eran demasiado complejos para los aparatos ordinarios.
Cuando los ordenadores llegaron China, Yinba y su equipo comenzaron a utilizarlos y desde aquel entonces han desarrollado un sistema de algoritmos sobre los cambios astronómicos y los cambios de fechas.
Tecleando unos números en el sistema y con un clic de ratón, las 52 páginas de datos astronómicos sobre el año del mono de fuego (2016) aparecerán en la pantalla en su totalidad en dos o tres segundos.
Gracias a los algoritmos, el Instituto ha podido publicar el primer libro de calendarios tibetanos, que cubre del año 1 al 2100 después de Cristo.
En el pasado, un maestro de astronomía y sus aprendices necesitaban más de 30 años para producir un nuevo calendario, combinando las cuatro escuelas de calendaristas de la tradición tibetana, y haciendo uso del calendario gregoriano y el lunar chino.
Yinba apuntó que el cálculo manual aún se emplea para revisar, pero la alternativa de los ordenadores permite dedicar más tiempo a la formación de los alumnos y la investigación.
FUERTE VITALIDAD
En la educación monástica tradicional, la astronomía era considerada una de las materias más difíciles, con poco que ver con la contemplación y más con las prácticas de la religión budista y la vida diaria de la población.
Según el Kalachakra Tantra, Buda no introdujo solo un sistema externo para calcular el movimiento de los planetas y medir el tiempo, sino también uno interno que describe los flujos de energía y respiración del cuerpo humano, ambos sistemas estrechamente relacionados.
Es por ello que cuando se producen los eclipses, los budistas reciben la inspiración para cantar mantras, meditar o realizar otras prácticas religiosas que según su creencia les acercan a la iluminación.
Lo anterior también explica la razón por la cual todos los estudiantes de medicina han de estudiar astronomía hasta cierto nivel en los monasterios tradicionales. El conocimiento astronómico es útil particularmente en terapias externas como las sangrías o la recolección de hierbas de montaña.
Los calendaristas coinciden en que sus conocimientos han podido transmitirse de generación en generación porque son útiles. Los son para los meteorólogos y para los campesinos, que lo usan como referencia para la siembra y el pastoreo.
Mientras recordaba su juventud, estudiando con un monje de alto rango en la provincia de Gansu y la región autónoma de Tibet, Yinba expresó su gratitud hacia los maestros de astronomía del pasado.
"La astronomía tibetana es una parte distintiva de nuestra cultura. Para mantenerla viva no debemos detenernos, sino seguir progresando", sostuvo.
Aunque los algoritmos aún necesitan perfeccionarse, Yinba reveló otro de sus sueños: construir un observatorio en Lhasa.
"Deseo que más gente pueda ver las estrellas a través de telescopios astronómicos y aprender más del universo", manifestó el estudioso.